Chicas, hoy vengo a confesar… Y no, no es que estoy enamorada, o sí, según se vea. Pero vengo dispuesta a ser honesta conmigo misma y con mi vida sexual. Porque creo que como mujeres debemos cuidarnos y tengo claro que la salud sexual es imprescindible tenerla a raya.

Empezaré diciendo que hace relativamente poco tiempo que me he dado cuenta de que mis compañeros de cama jamás se habían preocupado lo más mínimo porque yo disfrutara. Creedme, cuando te haces consciente de semejante barbaridad acercándote a la treintena… es duro, muy duro. Entre otras cosas porque yo me había quedado con aquella historieta de que el mete-saca es lo que mola. Que al final lo que hay que hacer es preparar el chirri para que nos las metan a gustito cuanto antes. ¡¿Pero cómo se puede vivir tan equivocada?!

Lo peor de todo no es que yo viviera en mi ignorancia con mi creencia, sino que ninguno de los cuatro hombres que habían disfrutado entre mis muslos había tenido a bien decirme que el sexo era mucho más. ‘Chúpamela para que se ponga bien dura‘, ‘te voy a comer un ratito el coño hasta que esté bien mojadito‘. Lo que quiere decir que los juegos y el erotismo, para muchos, tenían un fin único e inamovible: metérmela rápido y sin parar, hasta correrse. Si yo también lo hacía, pues mira tú que bien, en caso contrario, otra vez será, amiga.

Y os preguntaréis cómo me di yo cuenta de toda esta película. Pues gracias a una mujer que tuvo la valentía suficiente para abrirme los ojos. A pesar de mi mojigatería, del escudo protector que yo misma me ponía. Ella supo poner sobre la mesa mis errores y, lo que es mejor, todas las soluciones que tenía a mi alcance. Por aquel entonces no éramos más que dos compañeras de trabajo con mucho feeling, hoy lógicamente la he incluido en la lista de personas esenciales en mi vida. No es para menos.

Noelia y yo llevábamos cinco meses compartiendo mesa en la oficina. Creo que nuestro buen rollo siempre fue debido a que nos complementábamos. Yo, tímida, siempre en mi mundo, silenciosa; mientras ella se hacía completamente visible cada vez que entraba por la puerta. No como una diva incomprendida, sino más bien como esa persona que necesitas a tu lado para hacer más llevadero el día. No se cortaba para contarme sus historias de cama, me hacía sonrojar soltando de repente un ‘ayer me corrí tanto que mi coño parecía más una manguera‘. Conseguía que escupiese el café del susto, pero envidiaba muchísimo su forma de ser.

lelo compañeras

No habían sido pocos los días en los que se había sentado frente a mí mirándome fijamente e intentando dilucidar si aquel hombre que decía ser mi follamigo me dejaba satisfecha.

Vaaaaamos Eva, nunca sueltas prenda, ¿es el hombre de tus orgasmos?‘ Ella sabía perfectamente que mi respuesta sería ponerme roja como un tomate y reírme por lo bajo mientras la mandaba que cerrara el pico. Creo que todo ese juego le encantaba.

Pero sus preguntas al final tenían un efecto en mí. Y es que yo no podía dejar de pensar en si sería real eso de que las mujeres podían correrse, o si efectivamente nosotras también éramos capaces de tener un orgasmo en cada relación. Empecé a plantearme si es que Noelia se las daba de algo imposible por aparentar o si era yo la que tenía el problema.

De esta manera fue como terminamos un viernes por la noche poniéndonos finas a caipirinhas en el bar de un colega de mi amiga. Habíamos conseguido finiquitar a tiempo un proyecto que nos llevaba de cabeza y tocaba celebrarlo. Intenté que la fiesta se quedase en un par de vinos con sus respectivas tapas, pero Noelia empezó a tirar de mí y literalmente me arrastró a aquel bonito local. El alcohol hizo el resto. Un par de horas después, todas mis dudas, las incertidumbres de Eva, fueron saliendo de mi boca ante la atónita mirada de mi compañera.

‘¿Sabes? Nunca te respondo porque no estoy segura de haberme corrido… No tengo nada claro cómo va toda esa historia. Osea, da gustirrinín, ¿no? Pero ¿hay algo más?’ Sostenía mi copa aparentando toda la dignidad posible ante la atenta mirada de Noelia, que me observaba mientras asentía.

‘No cariño, es que si no diera gustirrinín apaga y vámonos. Pero querida, tengo la ligera impresión de que se te escapa algo…’

Estoy casi segura de que la conversación duró un rato más, o al menos eso me cuentan los recuerdos entrecortados que guardo de aquella noche. Sé que largué casi con pelos y señales cada uno de los polvos que había echado en mi vida delante de una Noelia que más parecía mi sexóloga. Aun así, amanecí a la mañana siguiente con una resaca de manual y avergonzada por haberle comido la oreja a mi compañera de aquella manera.

Lo real fue lo mucho que me costó volver al trabajo tras el fin de semana. Solo de imaginarme ante Noelia, ahora conocedora de casi toda mi vida íntima, quería morirme. Ella lo hizo fácil, porque llegó aquel lunes en su línea, saludando y enviando besos por doquier, tomando asiento frente a mí sin borrar la felicidad de su cara y tendiéndome una bolsa sin pronunciar ni una sola palabra. Solo realizó un gesto malicioso invitándome a leer la nota que pendía del asa y se puso en marcha frente a su ordenador.

‘Querida amiga, todas nos merecemos un buen orgasmo. Deseo de veras que este regalo te enseñe a ver el mundo… de otra manera. Un beso en los morros. Noe.’

Escondí el paquete abochornada pensando en qué locura se le podía haber ocurrido a mi querida compañera. Ella guiñó un ojo y en voz baja pude entenderle algo así como ‘ya me lo agradecerás‘. ¿Me picaba la curiosidad al fin y al cabo? Ni lo dudéis.

Por descontado, pasé casi toda la jornada deseando que llegase el momento de poder salir corriendo a casa. Noelia no me permitió abrir el paquete ni en la hora de la comida. Dijo que de hacerlo se vería tentada a darme explicaciones y prefería que fuese yo misma la que descubriese aquel mundo nuevo. Cada palabra me ponía un poco más nerviosa. Sabía por donde iban los tiros pero nunca hubiera imaginado lo que mi amiga había preparado para mí.

Entré en casa y mientras me bajaba de mis tacones ya rasgaba con ganas el envoltorio de aquella caja. Al abrirlo no lo podía creer ¿qué era aquello? Brillaba, tenía además un color violeta precioso, era un círculo… ¿Ora 3? En la vida había estado tan desconcertada. Al sacarlo de la caja acaricié con cuidado la suavidad de aquel material. Busqué las instrucciones y en seguida pude darme cuenta de lo que me esperaba: ‘Para mujeres que no quieren menos que el mejor de los cunnilingus‘. ¿Aquel aparato me iba a dar el cunnilingus de mi vida? No me lo podía creer.

lelo ora 3

No pude esperar a leer la información que acompañaba a mi nuevo juguete. Decidí conectarlo al cargador y me prometí una noche para mí sola. En mi intimidad, sin nadie más que mis manos y aquel regalo que me aseguraba un placer indescriptible. Y para continuar en mi línea de sincericidio máximo, os juro que pasé un largo rato ansiosa porque mi Lelo Ora 3 estuviese a punto. Me había masturbado en muchas ocasiones, sí, pero nunca con un juguete y muchísimo menos con uno que simulase el sexo oral que tanto me gustaba pero que tan mal me habían hecho en la vida.

Regresé a la habitación vestida con uno de mis mejores camisones de satén. Me había emocionado con mi plan de sexo en solitario y había decido verme guapa. Olía a uno de mis mejores perfumes y había soltado mi melena, que caía salvaje sobre mis hombros. Del altavoz salían las notas acompasadas y seductoras de los Arctic Monkeys y su ‘Do I wanna know‘. Tomé de la caja un sobre con lubricante y tras poner un poco sobre mis dedos, di rienda suelta a mi deseo.

Bajé lentamente mis braguitas y me tumbé sobre la cama buscando el punto perfecto en el que poder verme en el espejo. Quería hacer aquello y verlo me producía incluso más morbo que la propia situación. Acerqué despacio mis dedos humedecidos en el lubricante a mi clítoris, después los dejé descender entre mis muslos. Un escalofrío recorrió mi cuerpo encendiéndome, abriéndome en cuestión de segundos.

lelo orgasmo

Comencé acariciándome yo misma, como ya había hecho en otras ocasiones. Buscando mi clítoris y realizando presión mientras movía rítmicamente mis caderas. Cuando comencé a sentir las pulsaciones de mi cuerpo en mi entrepierna, tomé mi nuevo juguete y lo posé sobre la zona. Lo encendí y al instante pude sentir una lengua firme e imparable que rodeaba sin cesar los límites de mi clítoris. Sin parar, rozaba con delicadeza aquella parte de mi cuerpo ya en ebullición.

Cerré los ojos e imaginé, me pensé allí, sobre mi cama, dispuesta y dejándome saborear. Aproximé mucho más mi Lelo y entonces busqué un cambio de ritmo. Pulsé el botón y en seguida sentí como esa lengua se centraba ahora en presionar una y otra vez aquel punto que me enloquecía. Me dejaba llevar y escuchaba a la vez lo que mi cuerpo me pedía. Cambiaba de ritmo sintiendo nuevamente como los juegos de aquella lengua se entremezclaban con las vibraciones que el Lelo me ofrecía.

Arqueaba la espalda envuelta en un placer que apenas podía controlar. Mis pechos asomaban ya sobre el camisón, los tomaba entre mis dedos mientras con la otra mano dejaba que aquella joya siguiera haciendo su trabajo. Gemía y mordía mis labios, sudorosa, hacía calor en la habitación o quizá era yo, era todo lo que estaba ocurriendo.

Cuando casi no podía más me apoyé sobre mis rodillas, dejándome ver casi entera ante el espejo. Lelo continuaba besando mi entrepierna ahora a un ritmo que me excitaba lentamente, dándomelo todo y robándomelo en segundos. No pensaba, solo disfrutaba olvidando hasta mi nombre. No podía parar, no quería, aquello era demasiado. Entonces, en un espasmo que me dejó petrificada sentí como un líquido descendía entre mis piernas mientras un gemido exhausto salía de mi interior. Mi clítoris parecía eclosionar con tanto placer y la humedad ya cubría mis muslos completamente.

Caí extasiada, mojada como nunca antes había estado. Pletórica y satisfecha. Me observé allí, sonriente y sonrojada por el orgasmo bestial que mi Lelo me había enseñado. Algo tan pequeño pero con tanta fuerza, tan real.

Pasados unos minutos lo medité. ¿Debo hacerlo? ¿Quizá sea demasiado? ¿No le parecerá mal? Tomé mi teléfono y entre risas escribí a Noelia, al menos se merecía un agradecimiento.

Muchas gracias amiga. Me has regalado una de las mejores noches de mi vida.

Al instante recibí su respuesta.

Sabía que te encantaría. Ahora déjame que sea yo la que confiese… Ardo en deseos de ser yo la que te acaricie con tu Lelo… ¿qué te parecería?

Giré sobre la cama y ante la llamada de mi cuerpo tomé de nuevo el juguete entre mis manos, el juego volvía a empezar. Y la historia se ponía mucho más interesante…

Puedes comprar este bichito aquí

Con el código WLSORA3 tienes un 20% de descuento en este juguetazo

 

Anónimo

 

Post NO patrocinado

Enlace de afiliado