No siempre he sido consciente del gran referente que he tenido en los morros durante toda mi vida. A lo largo de esta he pasado por distintas fases y por diversos ídolos. Hasta el momento presente he idolatrado a no pocas mujeres. Desde las Supernenas al completo hasta Frida Kahlo, pasando por Britney Spears, Stephenie Meyer, Margarita Salas o Marta Ortega. No me juzguéis. El caso es que me avergüenza admitirlo, pero tardé mucho en darme cuenta del pedazo de personaje que es la señora madre de mi madre. Y ahora lo veo claramente: mi abuela es mi inspiración y mi ídolo a seguir por lo que me resta en este mundo. Mi abuela es todo lo que se espera de las mejores abuelas, además de una mujer que ha rehecho su vida a los 84 años. Ahí es nada.

Mi abuela es mi inspiración: Ha rehecho su vida a los 84 años
Foto de Moe Magners en Pexels

Mi abuela enviudó hace diez años y los dos primeros fueron verdaderamente malos. Ella y mi abuelo llevaban juntos desde la veintena y de repente él ya no estaba. Llevaban décadas sosteniéndose el uno en el otro. Todos pensamos que era natural que mi abuela no encontrara su nuevo punto de equilibrio. La familia hizo piña a su alrededor y tratamos de darle nuestro apoyo para ayudarle a salir de la pena. Y ella, que es una campeona, fue levantando cabeza poco a poco. No sé en qué momento terminó de salir del agujero. Desde entonces no ha dejado de sorprenderme. Un día me levanté, fui a visitarla y me la encontré dando órdenes a una cuadrilla. Bien entrada en su octava década de vida, mi abuela se había metido en obras. Sin avisar, sin consultarlo con ninguno de sus hijos. Porque así es ella, independiente, decidida y valiente.

 

Tal vez su cuerpo no haya podido escapar al paso del tiempo y a los achaques propios de alguien de su edad. No obstante, su mente sigue siendo tan rápida y brillante como en sus mejores tiempos. Y mi abuela le da todos los usos que puede. Gracias a su magnífica gestión del dinero, su presupuesto le alcanza para ser económicamente autosuficiente. Además de para invertir una cantidad nada desdeñable en sus aficiones y en mantenerse tan activa como su cuerpo se lo permite. Mi abuela mantiene su casa en perfectas condiciones. Hace la compra online desde que mi tío le regaló un sencillo ordenador cuando ella le dijo que quería tener ‘vifi’. Nos invita a comer y nos reúne a todos en su salón al menos una vez al mes. Y apenas nos deja hacer más que recoger la mesa.

Mi abuela ha conseguido reponerse del dolor y la pérdida. Ha hecho nuevas amistades en sus múltiples actividades mientras cultivaba las antiguas. Mi abuela, de hecho, nos ha sorprendido con la noticia de que tiene una relación con un señor que conoció en el comedor social en el que echa una mano un par de días a la semana. Él es 11 años más joven y ella quiere ir despacio… Me ha dicho que son más bien amigos con derecho a roce, aunque me ha aclarado que el roce es el de sus brazos al bailar o pasear.

Mi abuela ha hecho obras en casa para instalar un plato de ducha. Porque ella aún entra sin problemas en la bañera, pero las dos amigas que se van a mudar a su casa, no. Porque resulta que, a sus 84 años, mi abuela ha decidido que sus amigas (no ella), están más seguras compartiendo casa, que solas en las suyas.

 

Cree que es el mejor modo de evitar peligros y a la propia soledad, sin necesidad de implicar a las familias. Porque, tal como dice, tanto sus amigas como ella misma adoran a los suyos, pero ya no tienen el cuerpo para ponerse a convivir con sus hijos. Al menos, mientras puedan permitírselo.

Y yo no sé si es lo del novio, lo de su jovialidad o lo de su alma generosa y altruista, pero no es que de mayor quiera ser como ella… Es que quiero serlo ya.

 

Verónica

 

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Relato escrito por una colaboradora, basado en el testimonio de una lectora.

 

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