Mi boda: lo que ocurrió tras suicidarse nuestro cura

 

Dios lo tenga en su Gloria; nosotros, ya nos ganamos el cielo. Todo ocurrió un mes antes de la fecha de nuestra boda. Mi pareja y yo vivíamos en Barcelona, pero nos queríamos casar en mi tierra, Canarias. Durante las vacaciones de Navidad, visitamos a mi familia y aprovechamos para pedir cita en la iglesia que nos interesaba. Elegimos esa en concreto por ubicación, ya que iban a venir muchos invitados de Barcelona y estaba en una zona turística, con un hotel en sus inmediaciones y fácil aparcamiento. 

Además, el cura solo nos dio facilidades: no hacía falta el cursillo prematrimonial, ni ensayos previos. Tampoco nos exigió ningún tipo de documento. Nos dio libertad absoluta para traer la decoración que quisiéramos, poner música, organizar discursos… Reservó la fecha, la hora y nos despidió deseándonos unas felices fiestas y un próspero año. Quedamos en vernos un mes antes de la boda para refrescar toda la información. Cerró el expediente y adiós. 

Pero se suicidó

Vivimos en paz y armonía durante 10 meses. Teníamos parejas de amigos agobiados con los cursillos prematrimoniales, hasta arriba de burocracia y hartos de los condicionantes de sus curas. Éramos la envidia de nuestro entorno. Llegó el mes antes de la boda, organizamos el viaje a Canarias, PEEERO nuestro párroco no nos cogía el teléfono ni respondía a los WhatsApps. Llamamos a la sacristía y nos dieron la noticia: nuestro sacerdote se había suicidado. La doña que nos contó la trágica última hora, nos aseguró que pronto llegaría un cura sustituto y que nos podríamos sentar con él a comentar los detalles de la boda. Que nos llamaría y nos llamó: nos dijo que no salíamos en su agenda y que esa fecha la acababa de entregar a otros novios. 

El Génesis del caos

Viajamos a Tenerife. Quedaba menos de un mes para la boda: teníamos todo, menos la iglesia y su cura. Quedamos con el nuevo párroco para buscar opciones y, a regañadientes, aceptó respetarnos la fecha; no así la hora, que pasamos de casarnos a las 5 de la tarde a las 20:45 h (con un par). Fue todo lo contrario a nuestro malogrado amigo: nos pidió certificado de cursillo prematrimonial, partidas de bautizo, libros de familia, papeles, papeles, papeles… 

De Obispado en Obispado y tiro porque me toca (los ovarios)

El primer escollo lo encontramos con mi partida de bautismo: no existía. A los ojos de la iglesia, yo no era cristiana. Mi madre tuvo que acudir al obispado con fotografías y mis padrinos para confirmar que yo había sido bautizada. Afortunadamente, me bauticé con 5 años y se me puede reconocer perfectamente en las imágenes porque de ser una recién nacida… ¡estaba lista! Pusimos una denuncia ante el Obispado y encontraron el papel, pero yo aparecía con el típico segundo nombre que jamás usas ni tienes en el D.N.I. Tuve que demostrar en el registro civil que era la misma persona, llevar testigos… ¡una movida! 

Y luego fue el turno de la partida de bautismo de mi pareja. El cura me la pidió sellada por el Obispado de Cataluña, porque no le valía el papelito del cura de su barrio. 

En español, “Si us plau”

Esta es buena. Nos manda a hacer un cursillo prematrimonial y nosotros “religiosamente” acudimos. Escuchamos las charlas, las experiencias de las otras parejas…, al final hasta nos gustó el rollo. Concluimos las clases y nos entregan un certificado en catalán. Pues que dice el cura que no entiende “Certificat d’assistència al curset prematrimonial” y que necesita el certificado en español, que así no le vale. 

Testigos de toooda la vida 

Para abrir el expediente prematrimonial, el cura debía entrevistar a dos testigos: uno por mi parte, otra por la de mi novio. Teniendo en cuenta que la familia y amigos de él vivía toda fuera, estábamos jodidos. ¿Qué hicimos? Montar una película digna de Goya con mi prima y su marido: ella entró como familiar mío y su esposo como mejor amigo de mi pareja. ¡Y no se habían visto en la vida! El cura los entrevistó por separado, interesándose especialmente en si aquello era un matrimonio de conveniencia. Con dos cojones. 

Solo mis amiguis 

La gota que colmó el vaso llegó cuando no me dejaba poner música para mi entrada o no me permitía decorar con las flores que no fuesen de sus amigos, los de la floristería de turno para la que se llevaba comisión. 

El Apocalipsis: exploté y mandé a Dios y la madre al carajo 

Harta, una semana antes de la boda, decidí mandar todo al carajo. Me busqué un ayuntamiento, un concejal y empecé a mover toda la boda de religiosa a civil, pero algo en mí me pedía no dejar las cosas así.

Hice una reclamación formal ante el Obispado. Conté absolutamente todos los detalles y las malas formas que había recibido por parte de ese “supuesto” representante de su iglesia. Le tiré toda la mierda y más, de regalo. 

¿Sabéis que pasó? Que al final me casé en esa iglesia, en mi fecha, en mi hora, con mi música y mis flores… y con otro cura. Jaque mate, fin de la partida.  

 

Anónimo