Mi cita pasó la noche en su caravana aparcada en mi puerta

 

Dormir acompañada puede ser un auténtico placer, o una pesadilla. Yo prefiero dormir sola, salvo contadas (y maravillosas) excepciones, duermo mucho mejor sin nadie a mi lado, aunque suela quedarme en un ladito acurrucada. Por eso, si preveo acabar en la cama con algún chico, prefiero hacerlo en su casa y así puedo irme cuando quiera. Pero a veces no lo planeo bien, y me tengo que enfrentar al apuro de incitar a marcharse a mi invitado.

Una noche aburrida de verano en la que no tenía planes, pero sí muchas ganas de sexo, comencé a hablar con un chico al que ya conocía de un encuentro fugaz, y casi casto, anterior. Ambos nos quedamos con las ganas de probarnos por completo mutuamente, y la conversación empezó a girar en torno a eso. Pocos minutos después de empezar a hablar, me propuso que nos viéramos esa misma noche. Él estaba en la playa, a poco más de una hora de mi casa, y le pillaba de camino hasta la suya, así que podía pasarse a saludar…

Atontada por el deseo de probar a ese jovencito Jason Momoa de marca blanca, le dije que sí, que era bienvenido en mi humilde morada esa noche. Fue confirmarme que se ponía en marcha y entrarme algunas dudas. Era tarde, él estaba lejos de su casa, apenas nos conocíamos… ¡Seguro que pretendía quedarse a dormir! Intenté pensar en positivo, en que íbamos a follar como locos durante horas, que acabaría tan rendida que no sería capaz de articular palabra y me dormiría plácidamente, aunque él estuviese al lado. Confiaba en que iba a ser así, él se había vendido muy bien y yo no iba a espabilarme y medio adecentarme a esas horas para otra cosa que fuera sexo salvaje y muy placentero. ¡Tenía que ser así!

Justo una hora después estaba llamando al timbre de mi casa. Pero nada más abrir, ya intuí que no iba a salir bien. Nos saludamos tímidamente, nada que ver con los mensajes que me había enviado anteriormente, y me pidió usar mi ducha. “Al menos el chico es aseado”, pensé, y en un gesto de hospitalidad inusual en mí (soy una anfitriona horrible) le ofrecí algo de cenar. Aceptó.

La conversación mientras él comía no fluía demasiado. Él hablaba regular español, nuestro humor era diferente, y a mí me empezó a entrar el sueño. Afortunadamente, después de un buen rato, el tema empezó a ponerse interesante y ya nos estábamos liando apasionadamente en el sofá. Y sin muchos más preliminares nos pusimos al tema.

Creo que el acto no llegó a los tres minutos, entre una cosa y otra. Se levantó, fue a quitarse el condón y dio por finalizado el asunto. Yo no me lo podía creer, aunque es cierto que lo de “mucho ladrador, poco mordedor” también puede aplicarse a los tíos que fanfarronean de ser unas máquinas del sexo. Él parecía satisfecho, como si hubiese hecho genial. Yo estaba planchada, culpa mía también por crearme demasiadas expectativas.

Como ya no había nada más que hacer entre nosotros, me dijo que estaba cansado y que quería acostarse. Yo también estaba deseando irme a dormir, pero sola. La situación me incomodaba bastante, ya que él no hacía por marcharse (también entendía que eran las 2 de la mañana y que todavía le quedaba 1 hora y media de coche hasta su casa). Hasta que recordé que él había venido en su furgoneta camperizada. Así que cuando volvió a repetir lo cansado que estaba le comenté que quizás conmigo no iba a poder dormir bien, ya que roncaba muchísimo y seguro que le molestaba. Puede que él estuviera deseando irse, porque afortunadamente pilló el mensaje. Se disculpó y me dijo que prefería dormir fuera, en su furgo aparcada en mi puerta, porque necesitaba descansar. Yo le aseguré que no había ningún problema, y se marchó. 

Media misión cumplida: dormí solita y muy bien, pero para nada satisfecha. Después me pasé toda la mañana algo nerviosa, sin querer salir de casa por si el chico seguía allí fuera. No sabía si intentaría algo más, o si por ejemplo vendría a pedirme de desayunar. Pero por suerte solamente recibí un mensaje sobre la 1 del mediodía diciéndome que había dormido muy bien en mi calle y que ya se iba. Le respondí con mis mejores deseos y hasta ahí la experiencia, para no repetir.  

 

 

Anónimo

 

Envía tus movidas a [email protected]