Son las diez de la noche, estoy tumbada con mi chico en la cama viendo Netflix. Es verano y estamos sin ropa, nos rozamos. Termina la película y me suelta un: ¿Te apetece hacerlo? Yo estoy más seca que el desierto de Atacama. ¿Qué me pasa? ¿Qué nos pasa? ¿Tendré una disfunción? ¿Por qué me pregunta en vez de lanzarse a por mí tal y como hacíamos antes? ¿Por qué esta frialdad ahora?. Esta es una situación.

Son las diez de la mañana, estoy tumbada con un chico con el que quedé  la semana pasada un par de veces, esta noche la pasé en su cama. Estamos sin ropa, nos rozamos. Noto que estoy como las cataratas del Niágara. Esta es otra situación.

Entre una situación y otra han podido pasar unos dos meses. Si sigo siendo la misma persona, ¿por qué mi cuerpo actúa de diferente manera? Porque mi compañero de cama no es la misma persona y porque el sexo no está entre las piernas, está en la cabeza.

En una relación larga, de años, el deseo hacia la otra persona puede verse afectado, no en todas pero pasa en un gran número de ocasiones, por la rutina y por conocer demasiado a la otra persona. El misterio va desapareciendo, y es normal, porque ya sabes cómo va a actuar ante determinada situación y hasta qué va a responder cuando preguntes algo. Algunas parejas se acomodan a esta situación, viven con menos deseo hacia su pareja y, a veces, intentan recuperar aquello perdido en personas externas, ya sea a través de rrss, de compañeros de trabaja, amigos y demás porque necesitan esa “vidilla” que da la novedad y, con estas personas, sí que se activan. Otras parejas, sin embargo, acuden a terapia, intentando arreglarlo y queriendo creer que es algo patológico que se curará en una consulta y con una terapia. A veces funciona, otras no, porque el deseo, la atracción, las ganas de comerse al otro, están en el cerebro. Hay un componente físico, la atracción química y física, la animal, pero, generalmente, ha habido un previo, ya sea mediante conversación, fotos y otros, que ha hecho que el cerebro active ese deseo antes de tener contacto físico.

¿Quién no ha estado, alguna vez, aburrida en la cama con una persona que intentaba ponerte a mil y no lo conseguía? Seguramente os habrá pasado en alguna ocasión. Esto, a no ser que realmente haya algún problema físico en tus bajos que te impida disfrutar de una relación sexual, se debe al bloqueo que se origina en tu cabeza, ya sea por dudas, rutina, desgana, cansancio,…

Recuperar el deseo hacia la misma persona con quien lo perdiste es complicado, sobre todo si la otra persona no ha perdido el tiempo y lo ha resuelto en otra cama, sofá, coche.

El amante o follamigo es un recurso bastante utilizado porque, al menos al principio, con él/ella no hay problemas, todo es vaselina y dejarse llevar. Esto también sirve para subir la autoestima al verse deseada por una persona externa, cuando tienes a alguien al lado que no te valora. Tendrás ganas de todo, de arreglarte, de tener sexo, de jugar, pero no te va a solucionar el problema que tienes con tu pareja, al contrario, puede crearte otro más grande.

Realmente pienso, que llegados a este punto, y después de haberlo intentado, lo más racional es terminar con ello. El sexo no lo es todo, pero es una parte verdaderamente importante de la relación de pareja sin la cual, es difícil mantenerse juntos. Cuando alguien active tu cerebro más que tu pareja, es el momento de planteártelo. Y no busques el problema entre tus bragas, el problema está en tu cerebro y en quien comparte cama contigo.

 

A.