Me mudé a Madrid como la mayoría de personas que venimos aquí, con la maleta llena de ilusiones y dispuesta a hacer sacrificios para llegar a donde quiero estar. Me parto el lomo trabajando y mi salario es decente, pero tener compañera de piso es simplemente lo más inteligente. Cuando llegué aquí, y comencé a buscar apartamento, encontré uno en Usera a muy buen precio y por la zona y lo céntrico me pareció una ganga. Fui a conocer a la chica que habitaba el apartamento y cuando me entrevistó, honestamente pensé que era medio hippie pero no mucho más. Comentó algo sobre mi aura, y me miraba de forma muy analítica, pero no llegué a sentirme nerviosa y de hecho me pareció muy maja. Tras esa entrevista, firmamos contrato y comenzamos a vivir juntas. 

Poco después, cual película de terror, comenzaron a pasar cosas raras.

Nuestros vecinos de arriba son una señora de la tercera edad y su hijo que ya es un hombre adulto de unos cuarenta. Yo estaba en la cocina preparando algo de cenar cunado noté una filtración e inmediatamente busqué a Bruna, mi compañera, para hacérselo saber. 

Cuando me dio el tour por la casa, no me mostró su habitación, en ese momento no lo encontré raro porque pensé que quizás tenía un tío ahí, o quizás solo era un desastre, pero ese día, la primera vez que toqué a su puerta, si noté como abrió y cerró cuidándose de que yo no espiara dentro. 

Igual volví a pensar de que seguro solo era muy privada y ya. Cuando le conté lo de la filtración, ella me dijo que la señora de arriba estaba ya muy mayor y a veces dejaba una llave abierta que causaba esa filtración, pero estaba muy molesta, dijo que ya se había quejado al respecto, comenzó a golpear el techo con una escoba y dijo entre dientes algo sobre deshacerse de ellos.  

Por ahí todo normal… pero pocos días después, conversando con otro vecino, me comentó que la señora y su hijo se habían mudado sin haber manifestado intenciones de ello, eso me pareció extraño y a partir de ahí se abrió la caja de Pandora. 

Otro día de nuevo estaba cocinando (me gusta mucho cocinar) y en la nevera, en el rincón más escondido, encontré una botella de alguna especie de licor, con retos de algo, después de estudiarlo de cerca comprobé que ese “algo” era una serpiente descomponiéndose. 

Me dio asco, perdí el apetito, pero de nuevo lo dejé pasar. 

Días después, ella llegó a casa con una gallina, lo extraño era que no la habían desplumado, y así con plumas y todo la metió en el congelador en una bolsa, la parte más rara, verla botando a la gallina días después tan intacta como la había llevado. Asco. Ahí ya me puse suspicaz, y un día cuando no estaba, me atreví a husmear en su habitación. 

Resultó que sí, estaba en cosas turbias y raras. Un montón de espejos, velas extrañas, un olor como a hierba o tabaco, y hasta atisbé a ver un libro de brujerías tipo película. 

Salí de ese cuarto con la piel de gallina. No suelo asustarme con esas cosas pero recordar que por lo visto había logrado deshacerse de nuestros vecinos de arriba, me hacía pensar que la cosa iba en serio. 

Si tenía dudas, se disiparon cuando nos vimos por primera vez después de haber entrado en su habitación. La tía me miraba súper raro, como suspicaz, como si supera que había visto sus cosas. 

No sé si son tonterías, nunca he creído en esas cosas y mucho menos me habían asustado, pero convivir con ellas es completamente diferente. Me caía bien la chica, a lo mejor estoy exagerando y puede que me arrepienta porque el piso es una ganga, pero estoy buscando a donde ir justo en este momento. 

 

Tania Domínguez.