Mi hambre emocional me pide palomitas dulces y me voy a buscarlas. Me visto, cojo el coche y conduzco hasta el centro comercial. Sí, salgo de casa expresamente a buscar palomitas dulces, como el que va a buscar tabaco o droga a media noche.

Tengo la mala suerte de que las que están saliendo de la máquina son saladas. No me sirven: recordad que el hambre emocional se obsesiona con un determinado alimento. En mi caso, hoy, palomitas dulces recién hechas. Me entran ganas de llorar como en esa magnífica escena de la Coixet, en «Cosas que nunca te dije». Toda la peli es maravillosa.

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Vuelta al coche de camino a otro centro comercial. Aquí sí: antes de ver la máquina de palomitas ya siento el aroma del azúcar. Hay una cola enorme pero no importa.
–¿Para tomar ahora?
–Sí, por favor.
Eso significa que te ponen cuatro palomitas más y que te dejan la bolsa abierta. Antes de llegar al coche ya me he tragado la mitad de la bolsa, lógico. Para comerme el resto sigo un pequeño ritual: me descalzo, me quito el sujetador, me pongo la camiseta más gastada y más querida de mi armario, enchufo la tele y me zampo las que quedan.

 

Soy comedora compulsiva y no soy la única: muchas otras personas viven con este mismo trastorno alimenticio, también conocido como trastorno por atracón. Mis colegas loversize lo explican aquí y aquí, por eso no voy a contar otra vez qué es. Solo intento ponerle algo de humor a este texto y que sirva mi confesión de ejemplo de que se puede vivir con ello y que se puede vencer, aunque siempre vamos a tener que estar atentas, eso es verdad.

Atentas a las emociones que no sabemos cómo gestionar. El trabajo antes o después del atracón es preguntarme qué quiere decirme mi cuerpo con este hambre emocional, justo hoy. Con este ejercicio, poco a poco, he aprendido a controlarme (bastante). Por ejemplo, no he terminado con todas las palomitas: ¡bien por mí! Creo que cada alimento puede asociarse a una emoción. Pensadlo. Puede ser una ayuda para identificar tus sentimientos la próxima vez que tu corazón te pida algo concreto.

Pienso en qué,  por qué razón he vuelto a caer hoy, después de varios años sin ningún ataque. La verdad es que me siento algo triste, tal vez un poco sola, echo de menos a mi familia, el cielo ha estado cubierto todo el día, he visto una peli de esas bajonera, todos mis amigos tenían planes para hoy, llueve…

Sea como sea, como dijo Scarlatta O’hara, «ya lo pensaré mañana». ¡Ah! Y lo de «juro por Dios que nunca más volveré a pasar hambre», eso también lo digo yo.