Mi marido sólo tiene un hermano pequeño que siempre ha sido un vividor. Mis suegros decían que tenía una salud débil, el caso que ni trabajar, ni estudiar, ni nada, vivía del cuento de sus padres con engaños y manipulaciones.

Un ritmo de vida que no le faltaba nada, buena ropa, buen coche y buenas juergas, todo a costa de sus padres. Nuestra relación con él era cordial, pero manteniendo las distancias, bodas, comuniones y poco más. Se había liado con la mayoría de las hijas de los amigos de mis suegros y había generado innumerables conflictos, donde mi chico como primogénito y único hermano había tenido que lidiar. Yo siempre dije que es el tío que mejor vive de España, mi marido arreglando sus entuertos y sus padres lo justificaban y tapaban en todo lo que liaba.

De pronto un día nos invitan a cenar a casa y allí estábamos nosotros, mis suegros y el magnífico de mi cuñado Jaime. El niño a través de un amigo de  juergas nocturnas, le había ofrecido llevar una sucursal de seguros, nada de agente raso, para aprender a trabajar, director de cabeza. Yo con cara de poker y mi marido resoplando sabiendo que esto al final iba a volver a salpicar a la familia. Mi suegra emocionada con la noticia, para no estarlo con treinta y dos años, el niño empezaba a cotizar, como todos los mortales.

Comienza el negocio y claro, las primeras pólizas a todos los familiares y amigos, había que ayudar al chaval. Yo creo que nos aseguró hasta los geranios del balcón, vamos un dineral en pólizas, todo para apoyar a la familia. En dos meses, mi cuñado llevaba un nivel de vida que ni un jeque árabe. Yo le decía a mi marido que una agencia de seguros que no era suya no podía dar para tanto. A mi marido tampoco le salían las cuentas, pero estaba ilusionado con que por fin hubiera sentado la cabeza.

Todo continúa así, hasta que al mes mas o menos de contratar los seguros, un señor mayor nos da un golpe por detrás a la entrada de la autovía. Nada personal pero al ir a bastante velocidad si que nos destroza medio maletero. Hicimos el parte, intercambiamos datos y al llamar a la grúa para remolcar el coche nos dicen que no hay ninguna póliza a nuestro nombre.

 

Llamamos a mi cuñado y no nos coge el teléfono, llamo a mi suegra y le cuento y me dice que varios vecinos han ido a su casa por problemas con el seguro. Que al ser algo nuevo, pues igual las cosas iban mas despacio y que su hijo le había dicho que no se preocupara, que todo iba rodado. 

Rodando iba a terminar Jaime, cuando mi marido le pusiera la vista encima. Al final no tuvo que hacer nada, al llegar a la oficina de seguros estaba allí la policía y una ambulancia. Un cliente que tuvo un incendio en su casa al quemarse el extractor de la cocina descubrió que no tenía ningún seguro contratado a su nombre y la broma le iba a costar mas de 32.000 euros.

A mi cuñado le costó un hombro y la mandíbula rota, resultado de quedarse el dinero de la mayoría de las pólizas y no darlas de alta en la compañía de seguros. Una joyita de niño, vamos, mejor hubiera sido seguir viviendo a la sopa boba de mis pobres suegros.

 

Historia real, nombres cambiados para preservar la intimidad de los protagonistas

 

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