¿Era gilipollas? Mi ex se enfadaba si no me depilaba y otras faltas de respeto que aguanté

 

Pensaba que ya no, pero me sigue costando mucho escribir sobre esto. Aunque ya hayan pasado más de seis años, las heridas que un maltratador te inflige creo que se quedan en ti para siempre. Las puedes ir curando, les puedes echar crema solar para que no se te quede la marca de la cicatriz, pero de vez en cuando se volverán a abrir. Y eso es bueno, porque te ayudará a volver a tu centro, a recordar las situaciones a las que no debes regresar. A seguir un camino sano para contigo. 

Tuve una relación con una persona maltratadora durante cuatro años y medio. Todo empezó genial, como empiezan casi todas las historias de amor (¿Lo fue? ¿Fue amor?). Él me decía lo maravillosa que era, el mundo que se le había abierto conmigo, lo genial que era estar con una chica que no se preocupaba solo de los cotilleos, las fiestas y las compras en Zara. A mí me encantaba oír todo eso, claro. Mantuvimos la relación a distancia casi todo el tiempo, ya que los dos teníamos claro que queríamos conocer mundo, viajar y vivir en otras culturas. Solo convivimos durante nueve meses, y fue en ese tiempo cuando me di cuenta de que mis sospechas eran ciertas: mi novio me maltrataba psicológicamente.

Podría escribir un libro sobre esto (quizá sea una buena purga), pero os dejo algunos ejemplos bastante esclarecedores: 

  • Me llamaba “retrasada”, “estúpida”, “idiota”. Y lo mejor de todo era su justificación: “No te estoy faltando al respeto, solo son adjetivos calificativos”. LOL.
  • Imaginaos cómo estaba mi moral que, tras una de esas veces y después de irme de su casa de un portazo espetándole que era igual que su padre (que maltrataba psicológicamente a su madre, cómo no), volví a las horas suplicándole perdón por haberme ido de esa manera. ¿HOLA?
  • Se enfadaba, se enfadaba mucho, si no me depilaba el coño. Y no os hablo de recortar pelitos sobrantes, no. Él quería que tuviera el coño de una niña de diez años. Yo lo odiaba, me parecía incomodísimo y me lo depilé muy pocas veces. Como consecuencia, me “ganaba” que él se negara a follar, o que me saliera con un “Qué egoísta eres, es increíble, para una cosa que te pido…”. WTF.
  • Me gritaba constantemente. Una vez, por ejemplo, porque quise hacerle un sándwich mientras él estaba convaleciente en la cama. Otra vez, porque se descolgó el parasol del asiento del conductor de mi coche y el sol me cegaba. Gritó como un poseso delante de dos amigos acusándome de poner en peligro su vida por no arreglarlo.  
  • En una ocasión, me dejó un móvil viejo porque el mío se había roto. Casualidades de la vida, ese móvil viejo se lo había llevado a un festival de música y se habían quedado grabadas sus conversaciones de Whatsapp de esos días. Al abrir la aplicación, la primera conversación era con una tal Soraya, y el mensaje que se veía era un “Te mando uno a la boca”, o algo así. La abrí, claro está, y me encontré con un tonteo exagerado con esa chica, que también había ido al festival. ¿Sabéis qué? No lo dejé. ¿Sabéis qué? Que, como buen manipulador, consiguió que fuera yo quien le pidiera perdón por mirar sus conversaciones. De hecho, creo que él nunca llegó a pedirme perdón a mí.

Y lo mejor de todo es que, a los meses de dejarlo, al enterarme de que estaba conociendo a otra chica, me entraron todos los males y me recorrí 600km para suplicarle que volviera conmigo. MENOS MAL QUE NO LO HIZO.  

Aún hoy me duele pensar en alguno de esos episodios, y me cuesta perdonarme por haber aguantado todo aquello. Y sigo teniendo mucho trabajo por delante porque, como veis, he titulado este artículo con un “¿Era gilipollas?”. Es decir, en el fondo sigo pensando que parte de la culpa fue mía. Pero no, queridas. No lo fue. Simplemente, me habían anulado, habían cogido mi autoestima y la habían esparcido por el suelo. No tuve culpa de nada. No pienso contribuir a mantener esa mala costumbre que tenemos en España de juzgar a la víctima antes que al agresor. Estuve con un desgraciado, punto. Y no pienso caer en una igual. No caigáis vosotras, tampoco.

 

Berta G.