El Implante subdérmico, ¿es un buen método anticonceptivo?

En mi constante lucha contra el SOP y contra la posibilidad —aunque remota— de quedarme embarazada, hace unos años comencé a tomar la píldora. Una que, por cierto, me sentaba fatal y me revolucionaba la regla mucho más de lo que ya la tenía. En aquella época, con unos veinte años, decidí seguir con ella porque el ginecólogo y el endocrino me dijeron que al principio era normal que estuviera irregular, que ya se controlaría en unos meses. Y no pasó. Así que, entre que no tenía pareja y estaba peor con la píldora que sin ella, decidí dejarla.

Durante mucho tiempo seguí sin ella y tampoco me hizo falta método anticonceptivo alguno, hasta que conocí a alguien. En ese momento, y pensando que la cosa tiraría hacia adelante, decidí ir a mi doctora de cabecera y hablar de la posibilidad de volver a tomar la píldora. Pero había un problema: soy hipertensa. Sí, al SOP hay que añadirle hipertensión, y no por obesidad, sino porque la hormona aldosterona no me funciona como debería.

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Total, que siendo hipertensa no me recomendaba la píldora, pero sí otro método anticonceptivo: el DIU. Le dije que yo no había tenido ningún embarazo, porque siempre han dicho que el DIU se coloca a mujeres que han tenido ya algún embarazo, y me dijo que no hacía falta, que sin haber tenido ningún embarazo, podía ponérmelo. Yo acepté comenzar con el proceso, así que me derivó a ginecología. Hasta aquí, todo bien.

Llega el día del ginecólogo, en mi centro de especialidades, me toca con un hombre —¿por qué será que las malas experiencias en estos temas siempre las tengo con hombres y mayores?—, así que le explico lo mismo que a mi doctora de cabecera. El hombre me mira con condescendencia, se quita las gafas y me dice.

—No has tenido hijos, así que no te puedo poner el DIU.

—Yo hablé con mi doctora de cabecera, y me dijo que sí que podía, que a día de hoy…

—Pues no. Lo único es o preservativo, o ponerte el implante subdérmico.

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Fue tan tajante, que no me atreví a decir más. A ver, al final ellos son médicos, yo no tengo ni papa, así que acabé accediendo. Compré el implante, lo llevé en la siguiente cita y me lo puso.

Para aquellos que no sepáis como va —yo, hasta ese momento, no lo sabía—, el aplicador es una aguja gruesa, muy parecida a la que se usa para poner el chip a los perros y a los gatos, y que se introduce en la parte interna del brazo. Así que tienen que ponerte antes anestesia local, esperar a que haga efecto, y entonces te pinchan y te introducen el implante subdérmico. Es un momento, la verdad, y no te enteras de nada.

 

Y aquí es donde viene mi experiencia. No sé si alguna de vosotras lo ha llevado o no, la cosa es que al ponérmelo, me dijo que dejaría se sangrar, que no me preocupara si no me bajaba la regla. Yo, sabiéndolo, me quedé tranquila. Pero, por supuesto, no me pasó eso, sino que comencé a tener la regla siempre. Manchaba todos los días. A veces más, a veces menos. Los dolores de la regla eran igual, irregulares, había días que me dolía y me sentía hinchada, días que no… Vamos, un descontrol y un gasto exagerado de dinero en compresas y tampones.

Fui a hablar con el ginecólogo para contarle lo que me pasaba, y me dijo que era una posibilidad, que al principio podría pasar, pero que en unos seis meses debería desaparecer. De nuevo, yo decidí hacerle caso y volverme a casa a ver si eso era así. Pero pasaron seis meses, siete, doce… y aquello no cambiaba en absoluto. Imaginad, en mayor o en menor medida, yo no dejaba de manchar, y no sabía cuándo iba a pasar de ser un poquito al limpiarme a una marea roja de agárrate y no te menees. Es cierto que no tuve ningún otro efecto secundario —ni calambres pélvicos, náuseas, etc.—, pero esa situación y lo que le dolía a mi bolsillo es que era amargante, la verdad.

 

Total, año y medio después, cansada ya de toda esta historia y deseando —lo digo de verdad— volver a mi regla habitual, aunque doliera, fui a mi médica de cabecera para pedir que me retirasen el implante, porque claro, al no ser cita continuada, tenía que derivarme de nuevo ella a ginecología. Lo hizo y esta vez me mandaron al hospital.

Me llaman y, sí, esta vez me atiende una mujer —majísima, por cierto— y me explica cómo va a ser la extracción. Como es un implante subdérmico, para extraerlo hay que buscar dónde está ubicado, anestesiar la zona, hacer una incisión y sacarlo. El problema, según me contó, es que no a todo el mundo se le nota muy bien dónde está y eso puede ser problemático. Yo, ahí, me acojoné un poco. Por suerte, a mí se me notaba súper bien al tacto, así que tenía eso a favor.

Me sienta en la silla, me coloca, me pone la anestesia… y empieza el periplo. Lo que parece coser y cantar, se convierte en un cuarto de hora de la pobre doctora intentando pillar el maldito implante para sacarlo. Por lo visto, una vez dentro de la piel, las células de alrededor, por decirlo de algún modo, cicatrizan y van «abrazando» el implante, así que, entre la sangre, la cicatrización de alrededor y que el palito resultó ser completamente cilíndrico, a la pobre doctora le costó sudor y lágrimas quitármelo, además de estar preocupadísima por mí, por si me dolía. Yo no notaba nada, solo a la pobre apretándome el brazo para ver si el maldito tubito salía.

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Cuando por fin acabamos, me puso puntos de aproximación, nos sentamos, y me contó que aunque ese método se solía utilizar, no era el más cómodo, que la próxima vez pidiera que me pusieran el DIU. Claro, yo me quedé con cara de tonta, mirándola, y ella no tardó en sonreír.

—Lo pediste, ¿verdad?

—Sí…

—En tu historia pone que no has tenido embarazos. Te dijo que sin embarazo previo no puedes ponértelo, ¿verdad?

—Sí…

—Madre mía, que todavía haya doctores así a estas alturas. Sí puedes ponértelo, hay un DIU, además, que se ha hecho específicamente para mujeres que jamás han tenido ningún embarazo. Es más cómodo de poner y de quitar, sin anestesia, sin incisiones… Un momentito. Así que, cuando quieras, pide que te manden directamente aquí, al hospital, y te lo ponemos.

Así que me dio un planfleto con toda la información y me vine a casa con cara de idiota y un «lo siento, de verdad» por parte de la pobre ginecóloga, que encima no tenía culpa de nada.

 

¿Recomiendo el implante subdérmico? Pues a ver, en base a mi propia experiencia no, la verdad. Aunque ponerlo es un momento, a la hora de sacarlo es un horror. Y eso que yo no lo llegué a tener puesto los tres años que podía haberlo llevado, que no me quiero imaginar lo agarrado que estaría de haber llegado a ello. Si a eso le sumamos que no dejé de manchar en todo ese tiempo, la verdad es que es una incomodidad. Y ojo, a día de hoy, seis meses después de habérmelo quitado, aún me molesta la zona de vez en cuando. No sé vosotras, pero yo, la próxima vez, me voy a por el DIU de cabeza, aunque tenga que ir a veinte ginecólogos hasta que me lo pongan.

¿Y vosotras? ¿Habéis llevado este implante? ¡Contad también vuestras experiencias!