No sé cómo serán vuestros hijos, pero los míos son unos peseteros. Desconozco de dónde lo han sacado, pero lo que les gusta el dinero no es ni medio normal. Sobre todo, teniendo en cuenta que no les dejamos llevar dinero encima ni nada. Lo que les van dando los abuelos se va siempre para la hucha de cada uno. Tampoco solemos premiarles con dinero. Quiero decir, que ni tienen paga ni les damos cincuenta céntimos por recoger su cuarto ni nada similar. Al mayor hemos tenido que empezar a darle algo para que se pueda comprar una bebida después de los entrenos, por ejemplo. Pero eso es lo más cerca que está de manejar su propio presupuesto, al menos por nuestra parte… Y, en cuanto a la pequeña, pues menos todavía. O sea, nada, como mucho tiene algunas monedas guardadas en sus bolsitos, de esas que vas dejando por ahí cuando te quitas calderilla de los bolsillos. O algún euro de los del carro del súper que se queda cuando lo lleva ella a su sitio mientras guardamos la compra. Porque, como decía, lo que les gustan unos eurillos, chica. Moneda que dejas por ahí, moneda que intentan agenciarse. Que digo yo que para qué las querrán, si apenas les dejamos gastarlas luego en nada, siempre les mandamos meterlas en sus huchas.

En fin, que lo que quiero decir es que, por mucho que les guste la pasta, no tienen acceso a ella ni pueden usarla con más fin que el que hayamos autorizado previamente su padre o yo. Cosa que no les gusta cuando se encaprichan con algo. Como cuando la niña se obsesiona con el juguete X y, cuando le decimos que se lo pida por su cumple o en la carta a los Reyes, ella ruega que se lo dejemos comprar con sus ahorros. Lo ha intentado chorrocientas veces y chorrocientas veces le hemos dicho que no. Pero ella sigue, erre que erre. Ella insiste, nosotros le decimos que no, se enfurruña un rato y ya está.

Sin embargo, la última vez que tuvimos chocho por uno de sus caprichos, nos vino con la petición, suplicó que le dejáramos comprar la muñeca de turno y, cuando le dijimos que su dinero no era para tonterías, ella nos dijo: ¡Claro! Yo no puedo comprarme cosas, pero (nombre del hermano) sí que puede usar su dinero para lo que le dé la gana ¿no?

Le rebatimos con lo de siempre, que a él tampoco le dejamos sacar nada de la hucha y, entonces, ella nos dijo que el de la hucha no, pero que el que ganaba en el cole sí se lo gastaba.

Es curioso como a veces un detalle sin importancia termina destapando una trama mucho mayor. Porque la conversación con la niña nos llevó a otra con su hermano, con la que, después de tirar bastante del hilo, averigüé que mi hijo de 12 años vendía condones en el cole. ¡Condones, señora! Ni más ni menos. Que el niño no podía traficar con cromos, no. Para cuando se descubrió el pastel, llevaba liquidadas dos cajas de 24 unidades que el niño vendía a 1€. Y los chavales se los compraban… no quiero ni saber si para usarlos o para guardarlos en la cartera al menos 4 años más.

Lo de este chiquillo es que no es normal. ¿A qué vendrá esa ansia por acumular dinero si tiene todas sus necesidades cubiertas? No lo entiendo. Debe de tener alma de emprendedor, por no decir de timador.

Preguntando y preguntando nos confesó que iba a medias con un amigo, cuyo hermano mayor era quien se los facilitaba. No estoy segura de querer saber mucho más del tema, la verdad. Solo espero que no me haya mentido y que de verdad lo hayan cortado de raíz. Porque ya solo me faltaba que lo expulsaran por ponerse emprendedor de la forma más equivocada.

 

Anónimo

 

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