Llevo batallando con mi peso desde antes que pueda recordar. Mi madre me exigía que adelgazara así que con 9 añitos me embarqué en mi primera dieta. Desde entonces he vivido subidas y bajadas de peso siempre con un único objetivo vital continuo: ser delgada.

Quizás mi madre no me exigía que adelgazara con una fusta y una mordaza, pero en cuanto engordaba 5 o 6 kilos me llevaba derechita a la endocrina.

Cuando cumplí 16 años y después de haber pasado 7 años a dieta yo ya medía 1.73 y pesaba 73kg. Mi madre me llevo el mismo mes de mi cumpleaños a una consulta de un cirujano plástico para preguntar cuales eran las opciones más viables para hacerme una liposucción en los muslos. El cirujano nos recomendó no hacer ninguna intervención y menos mal, porque sólo pensar en ello me producía mucho miedo y rechazo.

Con esto quiero hacerte ver, que en mi caso particular, mi madre siempre ha intentado y perseguido que yo tuviera un físico que ella consideraba perfecto. Nunca llegué a tenerlo porque siempre había cosas en mí que ella deseaba cambiar y esa actitud me llevó a disociar completamente mi persona de mi aspecto físico. Nunca me sentí cómoda en mi cuerpo hasta que hace unos años me marché de casa, me cambié de ciudad y pude crecer y evolucionar de una manera sana.

No te voy a engañar, aún tengo muchas secuelas de ese comportamiento tan tóxico, pero creo que cuanto más vivo, mejor las sé controlar.

Siempre he entendido que las personas como mi madre han nacido y crecido en un mundo que les ha metido en la cabeza que para que una mujer sea feliz tiene que estar delgada y tiene que tener el mejor físico para poder optar el mejor marido posible. Entiendo que esa mentalidad es algo común en personas de cierta edad, pero también creo que todos podemos cuestionar hábitos, pensamientos y exigencias ¿No?

Cuando volví a mi ciudad natal, el contacto con mi madre aumentó. Fui muy firme respecto a todos los hábitos y comentarios tóxicos que había eliminado de mi vida y no cedí ante ninguna petición. Aunque mi madre me exigía que adelgazara, la realidad de mi vida es: no puedo pasarme la vida subiendo y bajando de peso constantemente, eso no es sano para mi salud.

Cuando mi madre se dio cuenta de que sus peticiones no eran escuchadas y que ya no tenía poder para exigirme adelgazar empezó a desarrollar otro tipo de comportamientos:

Llevarme de compras

La primera vez que me dijo que quería llevarme de tiendas me pareció raro. Yo actualmente tengo una talla 44, mido 1.78 y no toda la ropa me sienta bien. Además, mi madre y yo tenemos estilos muy diferentes, pero bueno, me animé.

Yo sugerí ir a las tiendas dónde sé que la ropa me sienta bien, pero ella insistió más en llevarme a tiendas donde ella se compra ropa y donde NO hay tallas para mí.

Cuando estábamos en las tiendas, ella esperaba a que algo me gustara, entonces cogía la talla más grande disponible y me animaba a que me lo probara. Yo le decía que aunque fuera la mayor talla de la tienda, esa talla equivalía a una talla menor a la mía y no me sentaría bien. Entonces ella me decía “Pues esta es la talla más grande que existe, si esta no te sirve, no hay talla más grande, no hay nadie que necesite más talla que esta”. Yo me probaba la ropa aunque me quedara muy justa o no me la pudiera meter.
Cuando le enseñaba como me quedaban las prendas ella se decepcionaba y me decía “No entras ni en la mayor talla que existe”.

¿Solución? Dejar de ir de compras con mi madre

Reaccionar a cada una de mis comidas

Cuando me veía comer algo que ella consideraba que no debería estar comiendo, miraba mi comida y me hacía comentarios respecto a mi físico como “¿No te da pena tener un cuerpo de una señora de 60 años?”

Comprendamos que para mi madre un café con leche y sacarina era algo que yo no debía estar tomando porque la leche engorda.

¿Solución? Comer a escondidas o cuando mi madre no esté presente

Enseñarme fotos de cuando estaba delgada

Esta es una práctica habitual, tanto por whatsapp como en persona.

Suele enseñarme fotos de cuando estaba delgada y me cuenta lo feliz que era y lo mucho que me gustaba mi vida. Cuando en realidad, todas las fotos que tengo de mi adolescencia tienen para mí un tinte de ansiedad y tristeza. ¿Por qué? Porque me parece desolador que una niña haya pasado tantos años odiando lo que veía en el espejo.

¿Solución? Pues no sé, como no bloquee a mi madre de mi vida ya me dirás tú como lo hago.

Intentar convencerme de que soy infeliz

Desde que volví a estar cerca de mi madre, ella intenta convencerme por todos los medios posibles de que es imposible que ahora sea feliz. En mi vida ordinaria es muy común escuchar frases como:
“Tú no puedes ser feliz estando tan gorda». «Es imposible que te quieras a ti misma estando así” . “Sales con tu novio porque estando gorda no puedes acceder a nada mejor”. “Si estuvieras delgada sonreirías más” . “Todas las famosas están adelgazando y tu cada vez estás más gorda”

Y bueno, la realidad es que, soy mucho más feliz que hace 10 años, porque he podido salir de mi ambiente familiar y si soy objetiva, nunca me he querido tanto como lo hago ahora. Salgo con mi chico porque me quiere sin peros ni condicionales, de la misma forma que yo le quiero a él. El tema de las famosas ni lo voy a comentar porque me parece una tontería como un piano de grande.

¿Solución? Está complicada la cosa ¿No?

¿Mi madre me exigía que adelgazara? Quizás ya no lo haga. Pero está tan implicada en convencerme de que no me quiero a mí misma que hace que me preocupe por su salud mental. ¿Cómo después de crecer con una persona así a mi lado, he sido capaz de tratarme a mi misma con respeto? A veces me sorprende lo fuertes que podemos llegar a ser. Tenemos una gran capacidad para sanar y evadirnos de las cosas que nos hacen mal.

Creo que caer en ciertas afirmaciones es ser superficial  al igual que no ser capaz de indagar en la mentalidad o las razones de una persona. Aunque me recuerdo a mí misma, a diario, que mi madre es hija de su tiempo, no puedo evitar que su comportamiento me duela. Obviamente los sentimientos hacia una persona que me ha tratado así durante toda mi vida no pueden ser muy positivos.

Hay días en los que simplemente no alcanzo a entender cómo puede uno mismo permitirse la licencia de intentar herir directamente a una persona a la que dice querer.

Muchas veces la única solución que nos queda es apartar a este tipo de personas de nuestra vida o encontrar la manera de que sus palabras o hechos no signifiquen nada. En esto último, creo que me he vuelto una experta.

M.Arbinaga