Algunas relaciones pueden ser complicadas. Pero cuando te meten en una relación ajena como pilar de confianza, el nivel de complejidad se dispara hasta el infinito. Mi mejor amiga es infiel y me ha metido en cada embolado que flipas.

Hace 10 años que la conozco y cuando la conocí ella ya estaba con su chico. Daban mucha envidia, era la típica pareja que tenía una química brutal, que se adoraban y que me hizo creer de nuevo en eso de “el amor para toda la vida”.

Durante nuestros primeros años de amistad viví con ellos su primera casa, compraron un piso y se mudaron juntos cuando ya llevaban más de 6 años de relación. Después todo fue cuesta abajo.

Al de poco tiempo de empezar a convivir, mi amiga me contó que ya no sentía lo mismo, sentía que su pareja no le valoraba y simplemente se estaban convirtiendo en compañeros de piso. Por otro lado, su novio estaba a años luz de saber lo que pasaba por la cabeza de su pareja, él estaba en su mundo, feliz y tranquilo.

-La primera infidelidad-

Durante una noche de fiesta en Barcelona, mi amiga se descolgó del grupo y por más que la buscamos, no logramos encontrarla hasta que yo di con ella en una esquina de la discoteca. Le estaba comiendo la boca a un tío.

Yo le agarré de la mano, la saqué de la discoteca y nos sentamos en un banco a hablar. Me contó que no era capaz de reconocer en su novio al hombre del que se enamoró. Se justificó de tal manera que me hizo ver lo desesperada que estaba por no perder a su pareja. Enseguida vi que se sentía perdida y que la atención de otros hombres le hacían sentirse sexy de nuevo.

Siempre le animé a hablarlo francamente con su novio, nunca la juzgué ni le dije que no debía hacerlo más, solo le pedí que se comunicara con su pareja y lo trabajaran juntos. Le pedí un millón de veces que por favor hablara con su novio.

Bueno, no me hizo ni puto caso.

Después de aquella primera vez hubo muchas más, no puedo decirte cuantas, pero me atrevería a decirte que dos o tres por semana. En el grupo de amigas empezamos a normalizar su actitud porque en cierto modo, la entendíamos y no queríamos fallarla. Alguna amiga la confrontó intentando hacerla sentir mal consigo misma, con ataques y violencia. Pero las más cercanas siempre supimos que esa no era la manera.

Mi amiga dio el paso de quedar con chicos para tomar cañas, no sólo se enrollaba con tíos de fiesta, dio el paso de empezar a conocer a gente.

Claro, yo pasaba mucho tiempo con ella y su pareja y créeme si te digo que me volví la reina del despiste cubriendo pruebas. La Queen de las coartadas. Mi amiga me metía en cada sarao que alucinas. Muchas veces me daban ganas de directamente desaparecer, porque las trolas que tenía que contar eran monumentales.


Antes de que me hubiera dado cuenta entre mi amiga y yo ya se habían normalizado ciertas conductas:

  • Los toques por debajo de la mesa: ¡Qué rápido aprendí a reaccionar tras un toque de pie! Su novio me preguntaba a ver qué tal lo habíamos pasado y cuando mi amiga me daba una patadita eso quería decir que siguiera el rollo. Las respuestas debían ser siempre cortas y simples.
  • Los whatsapp intempestivos: Muchas tardes y noches recibía un simple mensaje en el que ponía “Esta noche me quedo contigo” o “Esta noche nos vamos de fiesta”. En una ocasión me llamó su novio y me dijo “A ver, pásame a tu amiga que tiene el móvil apagado”. Qué mal lo pasé: le dije rápidamente que se había quedado sin batería, que luego le llamaba de vuelta porque yo había bajado a comprar algo de comida.
  • Inventarnos tramas de pelis: Una de las excusas favoritas de mi amiga era decirle a su novio que se venía al cine conmigo. Bueno, no te puedes ni imaginar la de pelis que me he inventado. Claro, cuando él me preguntaba a ver qué tal había estado el cine, algo tenía que responder.

 

-La última infidelidad-

Después de llevar 3 años siendo infiel, una noche después de haber salido de fiesta, nos sentamos en las escaleras del portal de mi amiga. Estábamos muy borrachas y nos sentamos a hablar. Aquella noche habíamos conocido a un grupo de austriacos y estuvimos comentando “la jugada”. “¡Qué pelo tenía y cómo besaba!” Me decía mi amiga.

Hablamos de varias cosas pero sobre todo el lío que ella había tenido con uno de ellos. Nos estábamos riendo hasta que su novio bajó las escaleras y con los ojos llenos de lágrimas le pidió que subiera a casa.

Tuvieron todas aquellas conversaciones que no tuvieron el valor de tener. Aprendieron a comunicarse y tuvieron que echarle mucho valor. Mi amiga por poco pierde al amor de su vida y le costó más de un año volver a ganarse su confianza. Pasaron por un momento muy oscuro lleno de reproches y de desconfianza, pero lo superaron y hoy, dos años después de aquella última infidelidad han vuelto a ser lo que siempre habían sido: Un equipo.

Por fin pude disculparme con su novio. Él me dijo que sabía que algo estaba pasando por cómo reaccionaba a ciertas preguntas, pero que no era mi trabajo sincerarme por mi amiga ni el suyo exigirme esa sinceridad cuando era el único apoyo de su pareja.

Este chico se merece el cielo entero.

M.Arbinaga