MI PAREJA NACIÓ EN LA SECTA “LA FAMILIA”

Empecé a salir con mi pareja hará unos dos años. Durante todo ese tiempo, la relación fue bien, con sus cosas, como todas las relaciones, pero sin nada reseñable que me hiciera preocuparme.

Conforme fue avanzando, yo le presenté a mis amigos y a mi familia. Él me presentó a sus amigos, pero me insistió en que conocer a su familia era complicado, ya que su padre les había abandonado a él y a sus hermanos cuando eran pequeños y su madre fue bastante negligente y a día de hoy no tenían mucha relación.

Yo noté que, cuando hablábamos de su pasado, se ponía triste e incluso a la defensiva, así que mientras nos conocíamos, no quise preguntar más de la cuenta y lo fuimos dejando pasar. Era como una incógnita de él que, cuando nos fuimos a vivir juntos, quise afrontar y así profundizar más en nuestra relación. Fue entonces cuando, con miedo y algo de vergüenza, me contó que él nació y pasó parte de su infancia en una secta.

Hasta ese momento yo no había oído hablar de “La Familia”, me explicó que antes se llamaban “Los Niños de Dios”, también “La Familia unida” y que había tenido muchos nombres a lo largo de los años. Él recuerda estar en Tenerife, pero también se mudaron en algún momento a Sudamérica y luego volvieron a España, tanto sus padres como sus, por lo menos, 15 hermanos. 

Toda esa etapa era complicada para él, me la contaba dando saltos cronológicos grandes o un poco desordenados, pero en esencia, lo que me contó fue que La Familia era una especie de comuna hippie en la que se practicaba el amor libre. 

Él estaba convencido de quién era su madre, era lo único que podía saber, porque allí no había matrimonios o exclusividad y su padre también dejó embarazadas a otras mujeres, de las que habían nacido sus hermanos por parte de padre. De su madre eran solo cinco, que a día de hoy se mantienen medianamente unidos, aunque viven en países distintos. Cree que era así porque su madre cuidaba más de ellos y siempre iban juntos, pero tampoco podía estar seguro. 

Me contó que no estuvieron escolarizados hasta que huyeron de allí. Sus días consistían en vivir en la comuna, jugar con sus hermanos en el campo, ir a rezar y ver una serie de dibujos de la que no recuerda el nombre, que le ponían a todos los niños a la vez para que los adultos se fueran a hacer sus rituales y, sospecha, sus orgías. 

No tiene recuerdos especialmente traumáticos, no abusaron de él ni le hicieron daño, pero sí que tiene marcados momentos de sentirse muy solo y desamparado, así como obligado a seguir con las enseñanzas de la secta y obedecer en cosas como poner la mesa de una manera muy concreta, a una hora exacta y esperar sentado y callado a los adultos durante mucho rato. 

Cuando fue un poco más mayor, hablamos de quizás unos 5 años (tampoco lo tiene muy claro, ya que allí no había cumpleaños), recuerda que su padre los llevó en una furgoneta al pueblo a hacer unas compras. Se metieron como nueve niños y niñas en la furgoneta, sin cinturón ni nada que les protegiese y se fueron todos juntos. Cuando se bajaron de la furgoneta, notó como todo el mundo los miraba muy raro. Él cree que era porque eran muchos e iban sucios de estar jugando por el campo, pero le hizo sentir muy avergonzado y se puso a llorar pidiendo entrar en la furgoneta otra vez. Su padre los metió a todos muy rápido y se fueron a otra tienda. 

Todos sus recuerdos son así, algo confusos y difusos. Lo que sí me recalca es que jamás le llevaron al médico, al colegio o a algún lugar fuera de la comuna donde él pudiera dejar algún tipo de rastro. Así que las fechas son complicadas, pero sí que recuerda bien el día en que se fueron. 

Ese día su madre les despertó de noche, cree que poco tiempo después de que se acostaran, les dijo que se subieran a la furgoneta sin hacer ruido y se marcharon. Ellos no sabían donde iban y su madre no les contestaba, solo les decía que se iban de allí y que no iban a volver. 

Después de un viaje en el que se quedaron dormidos, llegaron a una casa de campo donde estaba un hombre que decía ser el hermano de su madre, por tanto, su tío, con quien su madre se abrazó, lloró y les presentó a él y a sus hermanos. 

Estuvieron un tiempo allí. Su tío les compró ropa, les daba de comer y ayudó mucho a su madre. Ellos les decían que a partir de ahora iban a ir al colegio y que les tenían que explicar a todos que se acababan de mudar de Sudamérica y que por eso no habían estado nunca en la escuela. Les pidieron que no dieran detalles sobre su vida allí ni de su padre, y les dijeron que pronto todo sería normal y podrían olvidarlo. 

Él me explicó que no entendió mucho a que se refería su madre. Después de vivir con unas normas tan estrictas, me comentó que fue difícil adaptarse fuera, aprender a jugar con los otros niños o atreverse simplemente a ser niño. Empezaron a ir al médico, celebrar la navidad y otras cosas que jamás había hecho. 

Cuando fueron más mayores, se volvieron a mudar. Esta vez, algunos de sus hermanos ya se habían ido a vivir por su cuenta, él fue de los últimos en seguir en casa con su madre porque estaba muy unido a su hermano pequeño y se esperó a que él también fuera mayor para irse juntos. Se mudaron a Barcelona y desde entonces, han visto muy poco a su madre. 

De su padre no saben nada, no ha contactado con nadie ni ellos han querido buscarlo. Su madre sí que saben dónde vive, de vez en cuando la llaman y aun más de vez en cuando, la van a visitar. No tiene mucha relación con el resto de sus hermanos, se escriben, pero no tienen ese vínculo familiar, en cambio con su hermano pequeño, al único que conozco, sí lo tiene. 

Pude conocerlo las navidades pasadas y me pareció una persona muy interesante, hablamos un poco de todo esto y ambos coincidieron en que después de haber vivido así, todo era muy raro y les costó relacionarse, y aun más tener parejas. Pudimos saber también que dos de sus hermanos estaban en tratamiento psiquiátrico y que pese a eso hacían vida normal. En general todos estaban bien y tenían recelo a juntarse de nuevo o incluso a ver a su madre, por la que no tenían ningún tipo de interés. 

Después de esto, la salvadora que llevo dentro quiso ayudarle y que se reconciliase con su familia, pero después de hablar con él varias veces, me aclaró que no quería que me metiese en ese tema y que prefería construir su vida conmigo sin tener que estar removiendo todo su pasado. Acepté y desde entonces solo hablamos del tema cuando él lo saca o le viene algún recuerdo. 

Siento mucho por todo lo que pasó mi pareja. Me hizo pensar mucho en lo afortunada que fui por haber crecido en una familia medianamente normal, que me quiso y me cuidó. 

A veces creemos que estas desgracias están muy lejos, y no lo están tanto. 

 

(Tengo su consentimiento para contaros esto)

Anónimo