Han pasado meses desde los episodios que conté en este otro post y, la verdad, me consterna tener que compartir lo poco que han cambiado las cosas.

Os pongo en antecedente: mi prima, de 15 años, tuvo una relación de pareja con un chico mayor que ella, que justo cumplió 18 años cuando lo dejaron. El niño no acepta la ruptura y se ha dedicado a acosarla en redes sociales, a coleccionar chicas con las que provocar sus celos y a hablar mal de ella en todos sus círculos, con el objetivo de aislarla. Y lo está consiguiendo.

La historia ya es chunga de por sí, pero el resto de elementos que intervienen lo ponen mucho peor. Comenzando por los padres de ambos, que, sinceramente, no creo que estén resultando determinantes para terminar con la situación. Que lo hacen lo mejor que pueden no lo dudo. No los cuestiono ni juzgo de manera directa, pero los hechos son los que son y yo los expongo.

Padres no disponibles emocionalmente

Hace poco vi un vídeo viral en el que alguien exponía un tema que sé que es muy polémico: el de estar preparados/as o no para tener hijos/as. Hay quien opina que, para criar, hay que tener buena situación económica y buena salud mental y emocional. Y, si no, mejor no los tengas. Porque te arriesgas a no poder proveerle con lo básico para la supervivencia, o a causarle traumas infantiles que luego determinarán cómo se relaciona con los demás, e incluso el estado de su salud mental.

No estoy necesariamente de acuerdo ni en desacuerdo con el contenido de aquel vídeo, pero, en el caso de mi prima, se ven claramente las consecuencias de tener padres que no están disponibles emocionalmente. En una edad muy difícil y en una situación que también lo es.

Su madre tiene claros problemas mentales sin tratar. Sufre ataques de ansiedad de manera continua y enseguida se siente sobrepasada por todo, lo que casa con un largo historial familiar de problemas del mismo tipo. Sus capacidades interpersonales dejan que desear, así que no le está enseñando a su hija a tener relaciones significativas. Pongo dos ejemplos para ilustrarlo.

Uno es que, desde pequeña, cada vez que mi prima ha tenido un conflicto con otras niñas o niños, se la ha repetido que todo el mundo le tiene envidia. “Eso es que te tienen envidia, hija”, sin más. No podía haber otro motivo. Con el resultado de que la niña ahora tiene problemas para relacionarse con sus pares, y eso contribuye a su aislamiento.

En estos meses, desde su ruptura, ha intentado retomar el contacto con otros grupos de niñas. La han ignorado. Luego te enteras que es que tenía interés en quedar solo con unas cuantas niñas de un grupo, las que le caen bien. He sido adolescente en el mismo entorno, así que entiendo que las otras niñas se pongan alerta: antes de que vengas a desmembrar el grupo, preferimos no llamarte para salir. 

Otro ejemplo que ilustra la falta de disponibilidad emocional de la madre es el trato que sigue teniendo con el niño. Mi prima lo tenía bloqueado y casi había perdido el contacto con él. Bien. Pero su madre, pasional e impulsiva, le habló por Instagram una noche. Y claro, lo trajo de vuelta a la vida de su hija. Cuando mi prima y su padre le pidieron explicaciones, asumió la culpa de todo y argumentó que le daba lástima. De él. Del niño. Del que está maltratando psicológicamente a su hija.

Como el niño ha seguido con la misma actitud, porque el que es lechón se muere cochino, se ha acabado repitiendo un episodio anterior: el de la madre compartiendo indirectas a través de los estados de WhatsApp y de Instagram, incluyendo un “No al maltrato” muy explícito el 25-N.

En cuanto al padre, tampoco parece que tenga muchas herramientas para gestionar el tema. No toma la iniciativa y apenas propone soluciones. Como la situación es insostenible, se blinda a sí mismo a través de la ignorancia y la inacción. Supongo que para protegerse, aunque no tiene justificación. Me consta que ha tenido discusiones muy tochas con su mujer a cuenta de que le siga hablando al niño, pero poco más allá de eso. Al menos, que sepamos.

De los padres de él ni hablo. Ni saben ni quieren saber. Ni están ni se les espera.

Tan joven y tan peligroso

El resto de la familia, y yo particularmente, intenta pasar tiempo con la niña. Para que haga cosas que le gusten para desconectar y para darle consejos que le ayuden a afrontar algunas situaciones. Pese a todo, no vemos que haya perdido por completo su buen humor, se sigue esforzando con los estudios y ha estrechado el vínculo con una niña a la que, supuestamente, sus amigas también dan de lado.

Yo al niño lo veo poco porque vivo en otra ciudad, pero el otro día me lo encontré en una cafetería de la mía. Tuvo la desfachatez de venir a saludarme porque es un “bienqueda”, y porque creerá que no ha hecho nada malo y que cualquier cosa está justificada por su supuesto amor hacia mi prima. Con 18 años que tiene y asusta lo cínico y lo calculador que es. No le voy a montar un numerito en público, así que me limité a devolverle el saludo con desgana y me forcé a no sonreír ni una vez.

En definitiva, estas tenemos. Que la cosa tiene pocos visos de ir a mejor y a mi prima se le pasa la adolescencia sin amigas y con un maltratador que no termina de sacar de su vida, porque en su entorno más cercano tampoco es que le ayuden a hacerlo.

 

Anónimo