MI PRIMERA RELACIÓN FUE CON UN HOMBRE DE 35 Y YO TENÍA 15
No es que me sienta orgullosa de esta historia que estoy a punto de contar, pero, al fin y al cabo, es parte de mi vida y creo que me marcó hasta ser la persona que soy hoy.
Siempre fui una niña muy desarrollada. Lo que en la actualidad se conoce como pubertad precoz, eso es lo que yo tuve. Para que os hagáis una idea, me iba a venir la regla con 6 años, aunque gracias a los endocrinos, consiguieron retrasármela hasta los casi 11. La cuestión es que tenía 15 años y parecía una chica de veintitantos. Tenía caderas, pechos, era bastante alta… Es por eso que no era de extrañar que los hombres más mayores se fijaran en mí. No negaré que entonces me encantaba gustar. Estaba en la edad del pavo y que los chicos me miraran hacía que me viera guapa, y, sobre todo, me creía mayor. Y repito: ME CREÍA, porque no lo era. Era una niña con cuerpo de mujer.
Una tarde de verano, mi grupo de amigas y yo estábamos en el parque donde nos juntábamos con unos chicos de más o menos nuestra quinta. Uno de ellos, había traído a otro amigo, bastante más mayor, concretamente 20 años mayor. Su nombre era Iván. Iván trabajaba en la empresa del padre de nuestro amigo, y, por lo visto eran super colegas (primera “red flag” en toda regla, un niño de 15 años y un hombre de 35, amigos de la muerte). Sin embargo, por aquel entonces para mi no existían las “red flags”, claro, era una cría.
La cuestión es que a Iván le gusté. No se creía que tuviera la misma edad que su amigo, según él era muy madura, según yo, estaba muy madura… Se pasó hablando conmigo toda la tarde y me pidió mi móvil. Se lo di y me llamaba todos los días ofreciéndome quedar solos, invitarme a cenar, llevarme a ver a sus caballos… en resumidas cuentas, engatusándome. Y yo, que tenía menos calle que una monja, me creí todo. Pensé que era el príncipe azul que se había enamorado perdidamente de mí.
Quedamos una tarde noche a solas y me llevó a cenar por ahí, todo lujos. Después nos montamos en su coche y fuimos a un sitio apartado donde se veía toda la ciudad desde arriba, y todo el cielo estrellado, lugar perfecto para conseguir lo que quería. Esa noche perdí la virginidad con un chico que me pasaba 20 años. Yo, menor de edad, y él, un hombre hecho y derecho. Me enseñó a su antojo como se practicaba el sexo oral, el sexo tradicional y otro no tanto. Yo, en mi ignorancia, estaba super agradecida de que un chico como él me diera la oportunidad de aprender en ese mundo de mayores.
Tras esa noche, siguió llamándome, y seguimos quedando. Al cabo de un mes, me confesó que tenía mujer y tres hijos. Que con su mujer no tenía relación de pareja, pero que no podía dejarla, por sus niños. Yo sentí que el mundo se me caía encima. ¿Dónde estaba ahora mi príncipe? Lloraba desconsolada, diciéndole que me sentía engañada, que entonces, qué teníamos nosotros. Él me aseguró que estaba enamorado de mí, y que quería seguir como hasta ese momento conmigo. Traduciendo: quería que fuera su amante.
Accedí. Seguimos como hasta ese momento. Sin embargo, mi hermana se enteró de que me veía con un hombre y se lo contó a mis padres. Imaginaos la que se armó en casa. Mis pobres padres estaban desesperados, querían denunciar a Iván, y a mi me quitaron el móvil y me castigaron. Por supuesto, todo esto no frenó que nos siguiéramos viendo. Iván me regaló otro móvil, el cual escondía en mi habitación y solo usaba para hablar con él y quedar con cualquier excusa ante mis padres, que creían que ya no nos veíamos.
Un día se me olvidó poner el móvil que Iván me había comprado en silencio. Estaba en casa con mi padre, solos. El móvil sonó y mi padre vino corriendo a la habitación, lo cogió y me gritó como un loco. Esto fue la gota que colmó el vaso.
Mis padres hablaron y decidieron llamar a Iván para que viniera a casa y charlar sobre esta historia absurda que teníamos. Recuerdo ese día como uno de los peores de mi vida. Mis padres intentaban hablar con Iván como el adulto que era, intentaban hacerle entrar en razón preguntándole qué futuro veía conmigo, con toda su situación familiar. Él solo respondía que me quería mucho, pero no decía nada más.
No puedo contar mucho más sobre ese día, porque creo que mi mente, en un intento de protegerme, ha olvidado muchas partes de esta historia, pero lo que si recuerdo es que después seguimos en contacto unos días. No me digáis por qué, al poco tiempo creo que me entró la cordura que a él le faltaba, le llamé, quedé con él y le dije que esa era la última vez que nos veíamos. Que fuera feliz, pero no conmigo.
Poca gente conoce esta parte de mi vida. Como he dicho, no me hace sentir orgullosa, incluso en muchas ocasiones me ha hecho avergonzarme, pero hoy la dejo por escrito ya que todo lo que vivimos, sea bueno o malo, nos va construyendo como las personas que somos hoy.
Anónimo
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