Soy una adicta, una adicta a ASOS. Parecerá una estupidez, pero realmente creo que me estoy volviendo un poco loca. Entro en ASOS absolutamente todos los días, todos, sin excepción. No compro todos, pero me dedico a hacer capturas de pantalla, guardar en la lista de deseos… y una vez a la semana o dos, compro.

En mi casa siempre hay paquetes de ASOS, o bien para abrir, o bien para devolver, pero esas bolsas bicolor se han convertido en parte de la decoración de mi hogar, creo que hasta me pegan con el sofá.

Tengo el problema de que si no compro, me creo que va a agostarse, y en alguna ocasión he comprado cosas repetidas sin darme cuenta. Tengo tantos cargos de ASOS en mi tarjeta que ni veo los del súper.

No en serio, esto de descubrir que en una web tienes ropa preciosa y que te entra (porque yo tengo una talla 54, y ya sabéis que no abundan en el mercado) al alcance de tu mano, todos los días, a todas horas, desde Madrid, Londres o la Conchinchina es un problema. Y encima este año nos deleitan con su tarifa plana de envíos, creo que van a quitarla, porque debo estar usando yo toda la previsión de entregas de la zona y no les va a salir rentable.

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Es que encima yo siempre he odiado ir de compras, en primer lugar porque los centros comerciales me dan de todo menos risa. Me agobia la gente, los niños correteando y las madres que creen que el mejor momento para educarlos es en la cola de Zara. Así que cuando descubrí ASOS, entré en bucle y entro tantísimas veces que podría deciros qué prendas hay nuevas cada semana.

Como me he dado cuenta, me he limitado las compras en ASOS  a una vez al mes, que sigue siendo mucho, pero vamos poquito a poco, porque de verdad que tengo como una obsesión.

ASOS, deja de hacer esas cosas tan cuquis que voy a empezar a ser como Amy Adams en «Confesiones de una Compradora Compulsiva.» Gracias.

Paula