Nunca he sido una chica muy delgada, pero más o menos he rondado mi peso normal en general, aunque he tenido mis etapas.

Sin embargo, al poco de independizarme (a finales de 2019) ocurrieron una serie de sucesos que me hicieron coger 15 kilos en total. Entre el confinamiento, la pandemia y una crisis existencial lo único que quería, que me podía permitir y que me hacía feliz, era comer.

Estuve intentando subsistir como pude, pero al final decidí recular y pensé que era el momento de abandonar, volver a casa de mis padres, y empezar de cero.

Y la verdad que estaba más contenta de lo que pensaba que iba a estar al volver, ya que una parte de mi echaba de menos mi casa y no tener la presión y el deber que tenía antes me iba a venir muy bien mentalmente.

El caso es, que el día después de mudarme de nuevo a casa de mis padres, me encontré a Maricarmen, vecina y conocida de toda la santa vida, en mi portal.

¡Pero bueno, Sandra, dichosos los ojos, niña! ¡Qué alegría verte! -. Me hizo un escáner de arriba abajo con cara de asombro. Se acercó y me dio dos besos.

– ¡Igualmente Maricarmen! ¿Cómo estás? –

– Yo muy bien hija, como siempre. ¿y tú? Ya me ha dicho tu madre que al final te vuelves a vivir con ellos. Está la cosa jodida, ¿no?

– Sí, la verdad. Pero bueno no pasa nada, a empezar de cero que nadie se ha muerto por eso – dije, con orgullo.

– ¡Desde luego! Y vaya, mal del todo tampoco ha debido irte, porque te has puesto jamona ¿eh? Vaya, que se ve que hambre no has pasado jejeje desde luego morirte no te vas a morir, no jejeje

– ¿Cómo? – Me quedé de piedra y no supe qué contestar -. Sí -. Espeté, con una falsa y leve sonrisa.

Me despedí y me quedé con el shock en el cuerpo un rato. ¿En serio había sido capaz de decirme eso con todo su papo? No podía salir de mi asombro.

A otro día, me encontré a otro vecino, un señor mayor también conocido de toda la vida, con el que me paré a charlar en el portal. Al poco, entró Maricarmen y se pasó a saludarlo. Pronto se unió a la conversación.

– Hombre Adolfo, ¿Qué tal está? Ya veo que está hablando con Sandra. ¿Ha visto lo hermosa que se ha puesto? Ayer yo casi ni la reconozco jijiji

Flipando.

Adolfo asintió entre risas, y le dijo que eso mismo me iba a decir, que me había puesto muy “lozana”.

– Es que ya no es como antes, Adolfo, en nuestros tiempos estábamos todos escuchimizados. Hoy día ya no pasan hambre ¿verdad que no, Sandra?

Yo la verdad que no sabía donde meterme, les reí la gracia y asentí nuevamente y corté rápido diciendo que tenía prisa.

Maricarmen se despidió también y, para mi desgracia, se metió conmigo en el ascensor. Por el camino me decía que no pasaba nada, que es que coger kilos es muy fácil, pero que igual que se cogen se pueden perder. Eso sí, cerrando bien el pico, ¿eh? Y soltó una risita.

Me cagué en toda su puta M* por dentro y me salí corriendo del ascensor en cuanto llegamos a mi planta.

Pero eso no acabó ahí. Cada vez que me la encontraba me sacaba el tema. Daba igual si yo iba con mi madre, con una amiga, estaba a solas o me pillaba hablando con otro vecino.

Ella se ponía a comentar mi subida de peso, o a hablar de las subidas de peso en general, a hablarme de los batidos tipo Herbalife o a contarme cosas sobre los kilos que perdió su sobrina un día haciendo no sé qué.

Yo ya estaba harta de tener toda la educación que no tenía ella, y estaba tan furiosa con ella que dije, mira, a la próxima que me diga algo no me voy a callar.

Y así fue. No tardé mucho tiempo en encontrármela de nuevo en el ascensor, y no tardó demasiado en volver a sacar el temita.

– ¿Sabes? Me ha dicho una amiga que su hija ha perdido 12 kilos desde que se apuntó al gimnasio de al lado de su casa, que ahí le ponen además una dieta con unos complementos y está muy contenta. Y mira, me he acordado de ti, ¿Quieres que le diga algo y te diga dónde es?

– ¿Sabes lo que quiero mejor, Maricarmen? Que te metas tus putos comentarios de gordofóbica por el puto culo-. Tal cual terminé de decir la última palabra, yo misma me quedé asombrada de lo que había salido por mi boda.

La cara de la Doña era un poema.

– Pero bueno, ¡¿Qué formas de hablar son esas?! No sabía que eras tan maleducada, encima que lo digo por tu salud….

– Mira, por mi salud tus cojones33. Estoy hasta el puto coño de que me saques el tema de la gordura, un tema que a ti no te incumbe y del que además no te he pedido opinión. Si he engordado y te supone algún tipo de mal en tu vida, te jodes y te callas. Que aquí la maleducada eres TÚ, ¿o acaso opino yo de lo vieja que estás o de lo mal que te pintas, que pareces un payaso? No, ¿verdad? ¡¡PUES DEJA DE JODER!!

Me salí del ascensor sin mirar atrás mientras Maricarmen, entre el shock y la indignación, se fue gritándome maleducada y sinvergüenza. Que qué poca educación teníamos los jóvenes de hoy en día y no sé qué más.

– Que sí, que sí, que lo que tu digas. A mamarla -. Dije mientras se cerraba la puerta.

No voy a negar que me sentí un poco mal después del show, y que quizá las formas no fueron la más correctas…. Pero, qué coño, ¿acaso habían sido correctas las suyas alguna vez? Que le den.

Al poco, cómo no, Maricarmen le comentó a mi madre el altercado y a mi madre casi le da un patatús. Me pidió que le pidiera perdón a la mujer, pero me negué en rotundo.

Aquí la mala no era yo.

Desde entonces me ignora cuando nos cruzamos. No me gustan este tipo de conflictos…pero he de reconocer que me quedé súper a gusto, y que estoy contenta de haberle parado los pies a alguien sobre este tema por fin en mi vida.

 

Juana la cuerda