LO DE ESTE CHICO FUE DE LIBRO, OS LO JURO:
Resulta que lo conocí en la universidad. Íbamos a la misma clase y estuvimos un tiempo tonteando en los inicios de la carrera.
Y es que, al principio, me atraía bastante, pero cuando llegué a conocerlo realmente, me retiré y dejé de darle cuerda. No me convencía y había algo que me echaba para atrás.
El caso es que, de alguna manera, acabó entrando en la «friendzone» él solito sin apenas darme cuenta. Pero no por los motivos que algunos tipos suelen darle a ese término. Más bien había bastante de intuición femenina que le llaman, supongo…
Sin embargo, al inicio habíamos permanecido tanto tiempo juntos y con tanto feeling que sus amigos (a estas alturas, imagino que alentados por algún comentario por su parte) no paraban de bromear y hacer gracietas sobre cuánto tiempo más íbamos a esperar, que ya tardábamos en liarnos, etc.
Cuando esto sucedía, yo solo me reía y expresaba claramente que solo éramos e íbamos a ser amigos. Ya os digo que a esas alturas yo ya tenía clarísimo que nada iba a ocurrir y que, a pesar de haberlo visto de otra manera al principio de conocerlo, ahora me mostraba firme y transparente en que solo íbamos a continuar siendo buenos compañeros y amigos.
El caso es que, en mitad de esta situación, llegaron las fiestas de la facultad y en ellas seguimos divirtiéndonos juntos: bebimos, bailamos, me eché unas risas tanto con él como con muchos de los otros compañeros. Teníamos todos muy buen rollo entre nosotros.
Al final del primer día, decidimos tomarnos la última birra cuando la fiesta empezaba a estar de capa caída, pero todos los compañeros se acabaron marchando y solo quedamos él y yo. Y verdaderamente nos divertimos bastante juntos en ese rato final de la tarde. Luego, cada uno acabó regresando a casa con total normalidad.
Cuando pocas mañanas después llegué a clase, comencé a notar extrañas miradas de los otros estudiantes. Mis amigos trataban de disimular y de comportarse conmigo con naturalidad, pero yo notaba algo raro: sonrisitas, intenciones extrañas en su manera de hablarme, de mirarme y también de mirarle a él.
Y esa misma tarde, una de las compañeras con la que más confianza tenía, me llamó por teléfono para otra cosa y me acabó preguntando si era verdad que este chico y yo nos habíamos liado y acabado en la cama la noche de la fiesta de la uni.
Yo, sin salir de mi sorpresa, le dije que no automáticamente ya que era totalmente incierto, y entonces ella me advirtió que eso es lo que se andaba diciendo por ahí…
Quise averiguar de dónde procedía esa información pero ella no supo decirme más que la persona que se lo había comentado a ella. Yo no supe qué hacer: si reír, si llorar, si llamar directamente al chico, si llamar a la persona que le había contado a mi amiga, o si no darle importancia y sentarme a esperar… y al final eso hice por el momento.
Al día siguiente, en un descanso entre clases, aproveché para acercarme a mi compañero y le pregunté directamente si él sabía o había dicho algo. Él se hizo el tonto y me dijo que no, que cómo podía ser, que seguro que era un mal entendido… y ahí se quedó la cosa.
Pero, poco después, tuve oportunidad de hablar con el chico que le había contado a mi amiga. Y él me confesó que había sido mi mismo compañero el que le había contado -no solo a él sino a otra multitud de compañeros- que por fin nos habíamos liado la nochecita de marras, al quedarnos solos.
Y no solo eso, sino que habíamos acabado teniendo sexo toda la noche…
No sé por qué, en ningún momento dudé sobre esta versión. Aunque conocía a este chico bastante menos, me pareció sincero.
Y me cabreé y me generó tanta impotencia que el otro hubiera sido capaz de mentir así sobre mí, siendo como yo lo consideraba MI AMIGO, que ya ni siquiera lo negué.
Siendo consciente de que este otro compañero era un chismoso de cuidado y no tardaría en propagar esta información a los cuatro vientos, simplemente se lo confirmé. Le mentí afirmando que ese rumor era cierto, pidiendo que guardase el secreto pero que había sido la peor experiencia de mi vida…
Le conté con pelos y señales que al chico le gustaban cosas muy raras y turbias para mi gusto, que no iban conmigo, como ponerse mi ropa interior y pedirme que le admirase mientras me hacía un pase de modelos, o que le introdujese objetos por detrás en pleno acto…
Que, además de todo, para colmo, el chico no había durado ni cinco minutos... Y que no iba a entrar en temas de “tamaño” por no ridiculizar al pobre, pero… (haciendo con mis dedos el gesto de garbancito).
El cabreo me duró el medio minuto que tardé en mantener esta conversación y soltar todo esto. Se me pasó la indignación en cuanto hice ese papelón. Veía al compañero elaborando toda esa información como un buitre observando la carnaza que está a punto de devorar. Y me fui de allí con una satisfacción que no me cabía en el cuerpo.
Supongo que todo esto correría más rápido que la espuma porque, a los pocos días, la misma compañera que me avisó al principio, me volvió a informar de que él solito lo estaba desmintiendo y diciendo a todo el mundo que nunca había habido nada entre nosotros.
No sé cómo justificaría su primera mentira, pero me consta que el chaval acabó quedando como el culo (y no precisamente por mi versión inventada) y que, a partir de ese momento, ya prácticamente nadie lo tomó en serio.
Anónimo
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