Necesito contaros la historia de mi vida, de cómo mis padres me dieron de lado porque no aprobaban que me enamorara de un hombre mayor que yo. No se molestaron en conocerlo, saber que era divorciado y tenía un hijo de su anterior relación les bastó para odiarlo y para apartarme a mí de sus vidas.

Os contaré la historia desde el principio: yo tenía 19 años. Estaba estudiando Educación Infantil en la universidad y los fines de semana trabajaba en una tienda de ropa para sacarme un dinerito. He de decir que yo siempre he aparentado más edad, en cuanto me arreglaba un poco me echan 24 o 25 años. Pues a él lo conocí trabajando, era el vigilante de seguridad del centro comercial dónde yo trabajaba. Era un barrio algo conflictivo, teníamos robos cada dos por tres, así que estábamos todo el día llamando a la seguridad del centro.

La primera vez que lo vi, me pareció guapísimo: moreno, ojos verdes, barbita de tres días, además del añadido del uniforme que a qué mujer no le pone un uniforme… Empecé a notar que siempre que llamábamos de mi tienda con algún problema, venía él, cuando en el centro comercial hay bastante personal de seguridad por cada turno.

 

Sabía su nombre, pero poco más. Un buen día, tras un conflicto con una persona que nos había intentado robar unas camisetas, me preguntó si me apetecía tomar algo a la salida del trabajo. Le dije que ese día ya tenía planes pero que otro día encantada. Intercambiamos los números de teléfono y quedamos esa semana.

Fuimos a tomar unas cervezas y él me habló de su vida. Tenía 39 años, cosa que yo jamás habría imaginado, yo le echaba como mucho 29 o 30, estaba separado y tenía un hijo de 5 años. Claro que cuando yo le dije mi edad también flipó, ya os digo que siempre he aparentado más. A pesar de nuestras edades, la cosa fluyó, y para nosotros jamás fue un problema llevarnos 20 años.

El problema vino cuando se lo tuve que contar a mis padres. Nosotros llevábamos viéndonos unos seis meses y ellos ya sabía que yo andaba con un chico, pero no sabían mucho más. Yo imaginé que no les iba a hacer gracia que mi novio fuera mayor que yo, pero jamás pensé que no lo aceptaría. Se lo conté y la primera reacción de mi madre fue prohibirme que volviera a verlo. A lo que yo respondí que era mayor de edad que no podía prohibirme eso, que era una persona encantadora y que al menos lo conocieran antes de juzgarle por su edad. Lo insultaron, me insultaron a mí diciendo que se iba a aprovechar de mí y un montón de cosas fea que preferiría olvidar. A partir de ese día se hizo el silencio en mi casa, no me hablaban, no querían estar conmigo, mis propios padres me hacían el vacío.

Al mes, la situación era insostenible, me vi obligada a irme de casa y me fui a vivir con él. Un acto de lo más precipitado porque apenas llevábamos 7 meses conociéndonos, pero no vi otra salida. Afortunadamente, todo nos fue bien, cada día mas enamorados. Conocí a su hijo y la relación iba viento en popa.

Durante meses dejé de tener relación con mis padres. Pero animada con mi pareja, volví a llamarles e hicimos, más o menos, las paces. De vez en cuando iba a verlos y tratábamos de ser una familia feliz, pero durante años escuché reproches por su parte: que si me había ido de casa por su culpa, que si un señor ya divorciado jamás iba a querer tener una relación sana y normal conmigo, que nunca se iba a querer casar conmigo y darme hijos…

Pasaban los años y mis padres seguían sin querer conocer a mi novio. Con 32 años, tras 13 años de relación, me quedé embarazada. Pues mi madre, lejos de comerse sus palabras de que aquel señor no me iba a dar hijos, me martirizaba diciendo que no se iba a hacer cargo de su hijo y que además era muy mayor, se moriría pronto y me quedaría sola en el mundo con un bebé. Cuando nació mi hija, mi pareja tenía 52 años y se involucró cien por cien en la crianza de nuestra pequeña, se levantaba de madrugada a darle el biberón, la bañaba, cambiaba el pañal o cualquier tarea que implica tener un bebé.

A los pocos meses de llegar nuestra hija al mundo, me pidió matrimonio, y esta ya fue la gota que colmó el vaso… recuerdo cuando le conté a mis padres, emocionadísima y feliz, que nos íbamos a casar. Mi madre soltó “¿Tú estás segura de querer casarte con ese señor?”. Ese día decidí que mis padres habían salido de mi vida para siempre. Por supuesto no vinieron a mi boda y terminé con ellos la relación.

Han pasado ya unos años, mi hija ahora tiene siete años y no conoce a sus abuelos maternos. En todos estos años, no han intentado ponerse en contacto conmigo, algo que agradezco, porque si yo hubiera visto el más mínimo gesto de arrepentimiento por su parte, les habría perdonado, y no se lo merecen. Tuvieron muchas oportunidades de conocer a mi marido y se negaron. No se merecen tener a su hija y a su nieta en sus vidas.

 

Anónimo

 

Envía tus movidas a [email protected]