Que los niños dan mucho trabajo nadie lo pone en duda. Y que con ellos cada día tienes una carcajada asegurada, tampoco.

Estos locos bajitos sacan lo mejor y lo peor de nosotros mismos. Nos vuelven tarumba y nos sacan de nuestras casillas con la misma facilidad con la que nos hacen reír y sentir que la vida puede ser tan maravillosamente sencilla como sencillamente maravillosa.

Los pequeñajos viven en los extremos, pasan de un lado al otro en menos de lo que dura un parpadeo. Ahora se parten de la risa, ahora lloran desconsolados. Un segundo son más felices que una tortuga con ruedines, al siguiente son los seres más desdichados sobre la faz de la tierra.

Y es que gestionar la frustración no es tarea fácil y a los seres humanos nos lleva un tiempecillo aprender a lidiar con ella.

Algunos ya somos mayorcitos y seguimos intentándolo…

El caso es que esa falta de pericia emocional suele derivar en berrinches de proporciones bíblicas, cuyo desencadenante suele ser un detalle de lo más trivial e inocente.

Como, por ejemplo, estos motivos surrealistas por los que lloran los niños:

 

  • Por no haberle dejado comer algo del suelo.
  • Porque no puede meterse en la fuente de la plaza en pleno invierno.
  • Por no dejarle pintarse la cara con rotuladores/barra de labios/un tizón de la chimenea/lo que sea.
  • Por no permitirle saltar de un muro de 5m de altura.
  • Porque no se quiere bañar.

  • Porque ya se bañó ayer.
  • Por sacarlo de la bañera.
  • Porque no le pones la peli que acaba de terminar otra vez.
  • Por no dejarle introducirse -insertar todo lo que no sea un pañuelo aquí- en la nariz.
  • Por no dejarle cenar gusanitos.

 

  • Porque has tirado de la cadena y no se había despedido de su caca.
  • Porque tiene sed, ya ha pasado un segundo desde que te lo ha dicho y aún no le has dado de beber.
  • Por no dejarle meter los dedos en el culo del gato.
  • Porque estaba haciendo una torre de bloques y se ha derrumbado.
  • Por haber tirado el papel del regalo que acababa de abrir.

  • Porque no puede jugar con tu copa menstrual.
  • Porque quiere que rebobines ese anuncio de la tele que le encanta y no puedes porque ni siquiera estabas prestando atención y no sabes cuál era para ponérselo en Youtube.
  • Por no dejarle comerse las piedrecillas del parque.
  • Porque en su vaso hay una microgota menos que en el de su hermana.
  • Por animarle con efusividad cuando ha hecho algo bien.

 

  • Por cantarle cumpleaños feliz en su cumpleaños y que todos le miren.
  • Porque el helado está muy frío.
  • Porque se le ha roto la galleta y, aunque hay un paquete lleno de galletas enteras, él quería ESA.
  • Por haber rechazado ese palo que te regalaba y que, en realidad, era un zurullo seco.
  • Por obligarle a lavarse las manos después de haber agarrado un zurullo.

 

Seguro que tú has vivido una rabieta por alguna razón todavía más surrealista, si cabe.

¿Nos la cuentas?

 

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