Nadie te dice lo duro que es cambiar de curro

Ya sea por obligación, como si también ha sido por decisión o voluntad propia, cambiar de trabajo es algo muy complejo. Y no, no hablo del hecho en sí, sino de toda la carga emocional que supone. Porque cambiar de trabajo supone arriesgar, atreverse, empezar en otro sitio y de nuevo empezar de cero. Cuando no te queda más remedio, ya sea porque se ha acabado el contrato, te han despedido o debes empezar a currar; parece que tu mente se centra en lo positivo. Es decir, no te machaca continuamente con la frase: ¿Qué has hecho? ¿Estás loca? ¿Dónde vas? ¿Y si no…? Etc. Pero, cuando tomas la decisión de cambiar de curro, madre mía…

Y es que, a veces aunque estemos bien en el sitio donde estamos, puedes querer una mejora profesional o puede venir una mejora profesional. Es decir, a veces no necesariamente cambiar de curro es porque estés quemado o a disgusto. Puedes estar bien en tu puesto actual, pero querer cambiar. Querer atreverte a probar cosas nuevas e ir hacia una mejora profesional. Y no es nada malo, pero claro, eso cuesta de ver. Porque todas las señales son que estás dejando algo conocido, algo que sabes cómo va, un lugar donde estás bien y en definitiva, cómodo. Y es que de eso se trata, que miedo nos da salir de la zona de confort.

Pero, la realidad es que si te marchas es porque sientes que no estás creciendo, que no estás avanzando. Estés o no estés bien en tu trabajo, es fundamental que esté te motive a crecer. Y si estás en un lugar donde no te sientes así, ha llegado el momento de cambiar. Y no es lo mismo buscar, que cuando ya lo encuentras. Porque aunque sea el trabajo ideal, el sitio con el que estabas soñando, el miedo surge igual. Las dudas, el miedo, la incomodidad, la inseguridad, todo esto te arrastra y te preguntas: ¿debo tomar la decisión? Es importante que recuerdes entonces, porque deseabas cambiar de trabajo. Y centrarte en eso, obligar a mirar si ese miedo es real, o si, por el contrario, es únicamente miedo al cambio.

Una vez tomas la decisión: aceptas ese nuevo trabajo. Llega el momento de despedirte del antiguo. Aunque ya no te sintieras bien, vas a sentir pena. Dejas un lugar donde has estado cómoda, has aprendido, has conocido a gente, has hecho amigos y te sentías capaz. Dejas ese sitio de confort, para ir a otro lado que no sabes que va a ser. Es normal sentirse mal, y aunque estés feliz por cambiar de curro, acepta también las emociones que empañan la despedida de tu lugar. Irte, atreverte no es fácil, pero recuerda continuamente porque lo haces. Y, acepta que te vas a sentir insegura, incómoda y quizás estés triste; y esas emociones son válidas, igual que estar contenta.

En definitiva, cambiar de trabajo ya sea por voluntad propia o porque no te queda más remedio es difícil. Cuando te echan, sientes que no vas a ser capaz de afrontar nada nuevo, te sientes insegura y con miedo. Pero es normal, volverás a atreverte. Por otra parte, cuando tú te marchas tampoco es que sea un camino de rosas. Vas a tener dudas, miedo, inseguridades y te vas a preguntar continuamente: ¿he hecho lo correcto? Pero, la verdad es que sí. Porque no estarías cambiando de trabajo, si no hubieras empezado el proceso mucho antes. Recuerda tus motivos, y acepta tus emociones.

 

Ainhoa Jiménez