Cuando te llovieron pocas hostias o cuando al principio de una relación estás muy hypeada, sueles pensar que el amor lo puede todo y que mientras os queráis, ya se irán arreglando los problemas que vayan surgiendo (aunque en ese momento es probable que ni tan siquiera te plantees que puedan surgir problemas).

Permíteme un spoiler: el amor, por si sólo, nunca es suficiente.  El amor por si sólo, no basta para mantener una relación satisfactoria.  Se necesita mucho más: complicidad, deseo, ilusiones en común, reírse mucho,  ¡infinidad de cosas!…  Me atrevo incluso a decir, que el amor es lo de menos.

Pero ¡¡ayy!! igual de difícil que es asumir que el amor no lo puede todo, es ser consecuente, y a ver quién es la valiente que queriendo mucho a su pareja y sintiéndose querida, deja la relación “porque falta algo que no sé explicar”.

Le quiero pero.  Y después del pero, siempre viene la bala.  Le quiero PERO ya no me excita; le quiero PERO no me divierto con él; le quiero PERO prefiero hacer planes con otras personas; le quiero PERO falla algo y yo así no quiero seguir.

Dependiendo de cuanto alargues la situación puede que incluso llegues a detestar a tu pareja, a odiar como respira, el ruidito que hace cuando come, que apriete el tubo de la pasta de dientes por el medio o simplemente que exista.  Esto es así.

Si lo que una no se reconoce a sí misma es como si no existiera, de lo que no se habla menos.  Y como no te sientes preparada para contarle a nadie que “le quieres PERO”, vas tirando, pero lo más cojonudo es que te sientes culpable.  Así que tiras más y vas librando días.  Entre discusiones (muchísimas) y risas (pocas), entre lágrimas y gritos.  Entre portazos y reconciliaciones.  Entre frases que hacen daño y silencios que hacen mucho más.  Entre rabia, frustración e ira.

En el día a día las miserias nunca se ven con la gravedad adecuada.

Y llega un día que os faltáis al respeto.  Y ese día, el primero, si que tendría que hacernos reaccionar en plan “RED FLAG! RED FLAG! Ten huevos y déjale”, pero no siempre es así, y a veces necesitamos cruzar la línea otro par de veces para darnos cuenta que la cuerda no se puede tensar más.

Y aunque no haya golpes, las palabras y los silencios duelen más y dejan cicatrices igual de profundas.  Hay miradas que lo dicen todo, y ausencias que marcan lo mismo que una hostia.  La indiferencia como arma.  

E invariablemente, llegan la CULPA y el DOLOR en mayúsculas.  De la mano y para quedarse. Porque duele mucho preguntarse que por qué se te habrá pasado el amor, qué por qué no te podrás conformar.

Y para eso, no tengo respuesta ni te puedo hacer spoiler, pero si te pillo ahora mismo en un momento de esos cruciales, de no saber si continuar o no una relación porque “le quieres mucho PERO”, me gustaría pensar que mi experiencia va a ahorrarte tiempo y quebraderos de cabeza.  Aunque duela.  El amor, por sí sólo, nunca es suficiente.

 

La vetusta bloguera