NO ESTAMOS HISTERICAS, QUEREMOS MASTURBARNOS.  

Breve historia de la masturbación femenina  

Con el movimiento y la revolución en relación a la liberación de la sexualidad femenina, parece  que exista una imposición en masturbarnos. Y entiendo que haya personas que lo sientan así  y generen cierto rechazo, pero la información es poder y nos hará libres. Es por eso que os  invito a que me acompañéis a descubrir más sobre la historia de nuestra masturbación. 

La masturbación tiene muchas cosas guays. Entre ellas, liberar dopamina, ayuda a liberar  dopamina y oxitocina, hormonas que causan placer y bienestar físico y, además, te ayudan a  dormir. De hecho, el 32% de las mujeres se masturban para lograr conciliar el sueño. Además,  reduce los dolores durante la menstruación por la intensidad del orgasmo y las hormonas que  se liberan durante la excitación. 

Aunque estos datos no son más de orientativos, el 80% de las mujeres dicen masturbarse  con un dildo o vibrador, que no consolador, ya que la palabra consolador tiene connotaciones  negativas, ya que nadie nos consuela, en todo caso nos consolamos nosotras mismas.  

Dicha cultura del dildo viene de la antigua Grecia. El primer dildo está fechado con 28.000  años de antigüedad y se conocían con el nombre de olisbos.  

Ya en esa época, se decía que el útero no era estático y que se movía por el cuerpo; cuando  llegaba al pecho que causaba enfermedades. Al útero se le llamaba hystera, de ahí que nos  llamaran histéricas. En aquel entonces no estaba visto como insulto, cosa que con los años  fue evolucionando al significado que conocemos hoy. 

Durante la época medieval, se empezó a hablar de la “sofocación de la matriz” a causa de la  abstinencia sexual. ¿Cuáles eran las afectadas? Solteras, casadas, monjas, “vírgenes”… en  definitiva… ¡TODAS! El tratamiento a la histeria era tener sexo con el marido y, si no tenían  un marido, tocaba el “masaje vulvar por médicos y matronas”. La peli Histeria refleja muy bien  esta etapa de la mujer y la masturbación.

Los comportamientos de las mujeres que se diagnosticaban de ansiedad, cambios de humor,  excitación, deseo sexual o fantasías sexuales eran tratadas como enfermas y, obviamente, no seres sexuales. Empezó a correr el bulo de que existía una enfermedad y que era una  plaga: la histeria. ¿Cómo se combatía? Con un masaje médico, a través de caricias manuales  en el clítoris y la vulva hasta que se alcanzara el “paroxismo histérico” más conocido como  orgasmo. 

Como estaba mal visto que las mujeres fueran solas a consulta, era frecuente que el marido  o familiares las acompañaran y esperaran al lado mientras el médico les masturbaba. Guau,  eh, ¡qué buena manera de disfrutar nuestra sexualidad! 

Se dio tanto a conocer dicha práctica que se extendió por cientos de mujeres y el doctor  encargado llegó a no poder atenderlas a todas. Así fue como se creó el primer vibrador.  Jospeh Mortimer Granville, cansado de masturbar a mujeres (pobrecito, ok, no), patentó el  primer vibrador. Estaba bien visto porque era algo médico y era un “masaje” sobre el clítoris,  sino hay penetración, no pasaba nada.

El tabú sobre la masturbación se empezó a crear con las primeras películas porno que  contaban con vibradores, en 1920, ya que se perdió la imagen médica del asunto. Se empieza  a desarrollar la censura y desaparece dicha práctica profesional médica. 

Fuente: Cultura colectiva

Se nos ha censurado nuestra sexualidad. Ahora nuestra sexualidad suele estar relacionada  con patologías. Los médicos no nos tienen que “curar” nada siendo erotismo. No se nos  permite el placer, si no la distensión. Ellos son los que valoran qué se nos permite y qué no.  ¿Si no hay orgasmo no hay relación sexual? ¿Y viceversa? Con el vibrador hay orgasmo, pero no hay penetración. ¿Si no hay penetración no es válida la relación sexual?

Estas y muchas más preguntas nos han ido surgiendo a lo largo de estos últimos 40 años con  la revolución sexual. Esta es una parte de la historia cultural de nuestra masturbación, la que  hemos podido recuperar. Pero no sabemos cuántas historias se nos habrán quedado por el  camino, escondidas entre bambalinas. 

A día de hoy hemos avanzado mucho en nuestra liberación y nuestro conocimiento corporal  y del placer, pero nos queda mucho más por alcanzar. Esto es sólo parte de un largo camino  de placer, sexualidad y lucha. 

Tócate el parrus si te apetece y si no, no te presiones. Al final, ¿quién conoce mejor tu cuerpo  y tus gustos que tú misma? 

GRIS