Tras analizar experiencias amorosas he podido comprobar que existe una temática sobre la que no existe una satisfacción completa. Esto es, la actitud para enamorarse, la posibilidad de elegirlo o la capacidad para pararlo cuando tu cabeza, pero sobre todo, tu corazón, no están preparados.

Los acérrimos defensores del amor romántico dirán que no existe un momento en la vida para enamorarse sino que este llega y no puedes evitarlo. Y, a riesgo de que me consideren la peor de las villanas de Disney les diría que eso no es del todo cierto. La sociedad en la que vivimos nos ha enseñado que uno de los pilares fundamentales en nuestra vida tiene que ser la pareja o la finalidad de no acabar “solos». Así, con el objetivo de alcanzar ese fin, a veces, nos olvidamos de lo verdaderamente importante al conocer a alguien que nos gusta mínimamente:tiene que existir amor. Y que para que exista amor es necesario que tanto tu cabeza como tu cuerpo estén disponibles a querer porque sino todo lo que empieces será algo tóxico. Si me equivoco, iluminadme por favor. ¿Y por no estar preparado te conviertes en un cobarde?. ¿La valentía es arriesgarlo todo cuando no estás preparado?. 

Una vez leí en el instagram de Pol 3.14 “ no me voy a arriesgar solo porque tú tengas más prisa” y si nos paramos a pensar, la vida se mide siempre en tiempos y solo cuando los tiempos se cumplen es cuando las cosas salen bien. 

Esta teoría es fácil, el problema es la práctica. Cuando conoces a alguien que está en ese punto. Le gustas, hay complicidad mental, emocional y física pero no puede llegar a más. Algunas veces por ti y otras, por la otra persona. Hay tantas razones como fracasos por no asumirlas. Y sí, hay “excusas” que pueden no serlo tanto y que bloquean, vaya si bloquean, os lo digo por experiencia. Una ruptura dramática, querer centrarte en tu profesión, no saber a ciencia cierta cuál es tu futuro o cual quieres que sea, una soltería que no sabes si quieres acabar… En definitiva, el “no eres tú, soy yo”, es cierto. 

Y sí, y no os lo niego, es muy doloroso conocer a una persona a la que quieres querer que no pueda darte lo mismo. Pero también lo es ser la persona que no está preparada. Es frustrante pensar en lo que hubiera pasado o cómo serían las cosas si os hubieseis conocido en otro momento de vuestras vidas. Pero dejadme ahorraros noches en vela: las cosas son así hoy y no podemos hacer nada. Nadie sabe lo que puede pasar en el futuro pero creedme que si el momento entre vosotros tiene que llegar, llegará. No podemos juzgar a nadie de cobardía porque no esté preparado para coger todo el amor que podemos darle ni tampoco podemos juzgarnos a nosotros mismos por no ser capaces de lograrlo. No es algo que dependa de nosotros ni de nada de lo que hagamos. Dejemos de compadecernos y disfrutemos aquello que nos pueden dar. Si no es suficiente por el momento, dejarlo ir, porque la incertidumbre no es buena compañera de todo el mundo y se puede sufrir. Y no hemos venido a este mundo para sufrir voluntariamente. 

Y es que no nos olvidemos que, aunque el amor tiene millones de cosas positivas, es un entramado que oculta grandes dificultades. Exige un nivel de compromiso serio, unas dudas mínimas sobre la situación  y las ganas enteras para darte al completo. Para eso, tienes que ser plenamente consciente de ti mismo, conocer lo que quieres y no quieres, lo que estás dispuesto a dar o no.  En definitiva, para querer bien y sin límites, tienes que empezar por ti mismo y aunque suene a tópico, ver en ti la pareja que quieres tener.  

No todo en la vida tiene que ser blanco o negro; sí o no; ahora o nunca; ni, por supuesto, cobarde o valiente en el amor.