Todos estamos cansados de vivir en una sociedad en la que prima más la imagen que cualquier otro factor personal, en la que se juzga, a diario, la capacidad de una persona por la forma de su cuerpo, una sociedad que nos taladra la puta cabeza con cánones de belleza impuestos por empresas que solo quieren hacernos creer que necesitamos sus productos y tenemos que ser como ellos quieran, pero tanto tú como yo sabemos que ha llegado la hora de poner los pies sobre la tierra, de darle importancia a las cosas que realmente la tienen y de estar orgullosa de tus logros, tus virtudes y tus capacidades. Porque, querida amiga, es el momento de gritarle a todo el mundo eso que llevábamos todos callándonos durante tanto tiempo: ¡no pasa absolutamente nada porque estés delgada!

Ser delgada no siempre se elije, frecuentemente es algo que toca. Como toca ser morena, ser alta o ser argentina. ¿Qué mérito tiene? ¿Es culpa de tu padre, de tu madre, o de tu abuela de la sacaste, también, el color de ojos? ¡En absoluto! ¡Es así, y punto! Por lo tanto, ¡qué descabellado me parece que se puedan meter con una persona solamente porque es delgada! A ver, que gilipollas va a haber siempre, pero… ¿nadie se mete con una mujer que tiene las tetas grandes, verdad? Hay quien, incluso, alega problemas de salud «no te das cuenta, pero tienes un problema», opinan algunos, mientras que otros se atreven a ir más lejos y te sueltan, directamente, que lo tuyo no es normal, que tienes una enfermedad, y que debes ponerle remedio porque tú aspecto no es sano. Puede que incluso piensen, aunque por respeto no lo digan, que tu delgadez les resulta desagradable.

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El principal problema es que muchos de nosotros (quizás yo la primera, por qué no) tenemos la cabeza bien lavada y ni siquiera nos damos cuenta, y fomentamos comportamientos como disfrutar de la comida. Cada vez vemos más tartas en Instagram, parece que la gente solo cena deliciosas hamburguesas, la cocina tradicional ha desplazado por completo a las barritas de proteínas y socialmente está mejor visto quedar con tus amigos para ponerte hasta el ojete de tapas que quedar en casa de una amiga a picotear de una ensalada. Y nadie se da cuenta de que hay gente que tiene que luchar a diario contra lo que la sociedad impone, o, peor aún, estas modas pasajeras, que pasarán, de ahí su nombre, y aunque ahora premien al cachopo con patatas quizás dentro de cinco años impongan el chupar berros en el bar más moderno de Malasaña, simplemente para que el tonto de turno se crea mejor que nadie. Tú no pasas por ahí. Tú tienes una gran personalidad, eres una mujer que sabe lo que quiere y quiere estar orgullosa de sí misma, por fuera y por dentro. Y yo te digo: NO ME EXTRAÑA.

Intentas no darle demasiada importancia a todo eso, pero a veces, cuando se te acumula la mierda y te pesa más que nunca sobre la cabeza, te pones bastante triste. Es injusto que, simplemente por ser como eres, tengas que vivir este tipo de cosas todos los días de tu vida. A veces ni quieres pensar en ir al médico solo por no tener que aguantar la típica frase de «tienes que coger unos kilos, ¿eh?», aunque vayas a decirle que te han salido anginas.

Y aunque lo llevas bien, hay días en que un simple comentario hace mella, o salir a correr media hora más de lo que deberías te crea un sentimiento de culpabilidad que te quita, por una noche, el sueño. Y has llegado a plantearte si lo estás haciendo bien. ¿El qué? Vivir, supongo. Si es malo disfrutar con el deporte, cenar tortillas sin yema o contar las calorías de los yogures Vitalínea. Etonces, ¿ por qué sentirse excluida solamente por querer vivir la vida a tu manera? Nadie se merece eso.

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Que últimamente no pares de escuchar que este es el año de las curvys tampoco ayuda. Que cada vez haya más mujeres de talla grande en las portadas de las revistas y en las pasarelas casi te pone de mala leche. ¡Puta Adele! Le has cogido una manía horrible porque la gente solo es capaz de verla a través de su físico. Tiene un vozarrón de infarto, pero no, aquí lo único que importa es que tenga un culo pa forrar pelotas.

Solo quiero que recuerdes que el aspecto de una persona no la convierte en alguien peor, mejor ni, por supuesto, en alguien especial.  Que a todos se nos olvida de vez en cuando que si queremos luchar contra la sobrevaloración del físico tenemos que empezar por nosotros mismos, y dejar de juzgarnos, pero actuar exactamente igual con demás: no admirar a una persona por su «físico 10», no denostar a nadie porque la forma de su cuerpo no encaje con tu forma de ver el mundo.

Quien tú seas y quien tú quieras ser es algo que solo depende de ti misma, no del ambiente que te rodea. Levanta de la silla tu culo carpeta y disfruta de lo que tienes, disfruta de quien eres y demuestra, empezando por ti misma, que darle más importancia de la que tiene al aspecto físico de una persona no tiene nada que ver contigo. ¿Cómo? Eso es fácil: como tú quieras.

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Viste como quieras, come lo que quieras, sal con quien quieras, di lo que quieras, baila lo que quieras, corre lo que quieras, maquíllate (o no) como quieras, trabaja de lo que quieras, folla con quien quieras, gasta tu dinero en lo que quieras, viaja a donde quieras, siéntate como quieras, siéntete como quieras, depílate lo que quieras, tatúate lo que quieras. ¿Por qué? Porque el peso de una persona no tiene nada que ver con la ropa que le guste, su comida favorita, sus amigos, sus opiniones, su forma de divertirse, su forma de maquillarse, su trabajo, sus relaciones, sus ingresos, los lugares que sueña con visitar o los adornos con los que decora su cuerpo. Porque aquí nos importa quién eres tú, qué te interesa a ti y qué piensas tú. Aquí, nos da lo mismo que estés delgada.