Si estás leyendo esto seguramente es porque tienes enquistada una historia de amor. Y te duele, aunque sólo sea un poco.  Puede que sientas que has tocado fondo y que no tienes claro quién eres ni si seréis algo más que un pretérito perfecto simple al que llamar borracha en el baño de cualquier discoteca a las 3am porque han puesto la única jodida canción que no querías bailar.

Si lees esto será porque tienes dudas, de ti, de tu historia, de si todo lo que defendistes con uñas y dientes fue de verdad o de si alguna vez mereció la pena. Y estarás cansada de justificar los motivos por los que te quedas una y otra vez, aunque el mundo te grite a la cara que te vayas.

Y tú que siempre fuiste de todo o nada, te irás, pero te irás a medias porque con él eres de medias tintas si eso implica perderse un rato más en su mirada. Te sentirás tonta, pequeña, débil y humillada. Te creerás insignificante en comparación con él.

Querrás marcharte con toda tu alma, pero siempre volverás al punto de partida porque sabes que aunque todo esté mal, aunque no seas feliz y la simple idea de ser libre te haga respirar profundo, seguirás poniendo puntos suspensivos a una historia a la que hace mucho tiempo debiste poner punto final.

Así que créeme cuando te digo que tienes que ser fuerte y que aunque parezca que todo se acaba y que no hay nada más allá del olor de su piel, verás amaneceres más bonitos que los que viste entre sus brazos y que volverás a reír de verdad, a carcajadas, con el corazón abierto y los ojos cerrados.

Así que puede que ahora pienses que no, que duele demasiado para ser que sí, que son sus labios o nada, pero llegará el día en el que ya no recuerdes el olor de su piel en tus sábanas.