No quiero a mis padres, eso es así.

Muchas veces, cuando la gente me pregunta sobre mi familia y yo les cuento un poco por encima, les sorprende con la frialdad y desconexión con la que lo hago. Pero la realidad es que no siento ningún tipo de apego sentimental por mis padres. Y créeme, no quererles no me hace mala persona, me hace una persona sana.

Me hace mucha gracia cuando personas que apenas saben mi historia, me señalan o directamente me dicen “¿No te da vergüenza tratar a tus padres como si no fueran parte de tu vida?”. Porque ¿Sabéis que? Juzgar a los demás es muy sencillo, es algo que podemos hacer todos. Pero ponerse en la piel de otra persona y sentir un mínima parte de su dolor, es muy complicado.

Mi relación con mis padres empezó cuando yo nací, obviamente. Fui una niña muy deseada y buscada, tanto que se pasaron más de 5 años en tratamientos de fertilidad.

Cuando era una niña, solo recuerdo haber pasado tiempo con la señora que me cuidaba, a la cual recuerdo como mi madre y la guardo muchísimo cariño. Yo era de esas niñas que salían a las 8 de la mañana al colegio y no volvían hasta las 9 a casa. Mis padres querían que yo tocara el piano, jugara a tenis, fuera a ballet y hablara inglés.

Y si, eso ha sucedido: tengo la carrera de piano, competí en la federación de tenis, y me saqué el título de mayor grado de inglés con 16 años.

¿Pero cuál crees que ha sido el coste? El coste ha sido enorme. Porque mientras personas como mi novio o amigas tienen increíbles memorias de su infancia, yo solo recuerdo esfuerzo, clases, más esfuerzo y más clases.

Cuando entré en mi adolescencia, enseguida llegué al 1.75m de altura. Yo siempre he tenido sobrepeso, a veces más y a veces menos, pero siempre he tenido tendencia a engordar. Y esas idas y venidas con mi peso están relacionadas a todas las dietas basura a las que mi madre me sometía.

Aun recuerdo que con 14 años y un sobrepeso de 10kg, mi madre me obligó a que durante 2 meses sólo comiese huevos duros. Este es un ejemplo, pero tengo otros tantos de otras dietas de mierda que me obligaba a seguir.

Siempre tuve una alimentación extremadamente restrictiva, lo cual provocó que desde los 17 años, acudiera a la bollería o comida basura, a escondidas, con ansiedad y con una necesidad enorme por comer algo que me hiciera sentir bien.

Esto desencadenó en un TCA que me ha dado mucha guerra a lo largo de toda mi vida. Aunque con orgullo puedo decir que con 34 años que tengo ahora, por fin lo tengo controlado.

Mis padres no tenían reparo alguno en llamarme “gorda de mierda” o “bola de grasa” con cara de asco cuando me sentaba con ellos a comer. Comentarios e insultos de este estilo han estado presentes a lo largo de toda mi vida.

Después comencé en la Universidad y la cosa empeoró.

Yo cogí más peso, porque tenía acceso a bares y a ricos pinchos de tortilla y cola-caos. Y no fui capaz de sacar todas las asignaturas en la primera convocatoria. Mis estudios no eran precisamente los más sencillos, estudié una ingeniería y bueno, algunas asignaturas no eran del todo sencillas. Yo mentía sobre mis notas y falsificaba documentos porque sabía lo que podía pasar si se enteraban de la verdad.

Y no me equivoqué chicas, el día que decidí ser sincera y les dije que había suspendido una asignatura, mi padre me encerró en la habitación y me dio una paliza que aún recuerdo. Y esa paliza no fue la única, hubo muchas más ¿Por qué? Por que por más que yo estudiara y evitara esas palizas, una carrera universitaria requiere mucho esfuerzo y no siempre puedes estar a la altura.

Fue por aquel entonces cuando me di cuenta: no quiero a mis padres.

Cuando acabé la carrera, yo era un desastre, tenía la autoestima destruida y creía que no tenía absolutamente ningún valor como persona o mujer.

Eso me llevó a tener relaciones sentimentales muy tóxicas y abusivas. Por que cuando has sufrido abusos en tu casa toda la vida, lo que buscas es que “te quieran” de esa misma forma, porque crees que es la correcta.

Cuando empecé a salir con chicos, a menudo mi madre me decía que era una puta y una guarra. Por no hablar de mi padre, que me solía decir que ningún hombre iba a querer nada más que follar conmigo, porque estaba gorda y era asquerosa.

Y entonces me marché a Londres a trabajar.

Mi vida cambió por completo y me fui construyendo a mí misma, poco a poco y con mucho esfuerzo.

Cada vez que mis padres venían a visitarme, se pasaban las 24h diciéndome que estaba asquerosamente gorda (medía 1.77 y pesaba 80kg) que no valía una mierda, que nadie me querría y mil historias más.

Después me mudé a Madrid y 9 años después aun sigo aquí. Pasar 1 sólo día con mis padres es una auténtico suplicio.

Y no, no quiero a mis padres. Lo sé desde hace tiempo y lo tengo muy claro. No quiero a mis padres porque ellos han actuado siempre como si me odiaran, como si quisieran destruirme. El esfuerzo que he tenido que hacer para construirme y trabajar en mí ha sido titánico. Cuando unos padres quieren a sus hijos nos les hacen crecer en abuso y malos tratos, eso es así.

A día de hoy, yo tengo una nena con mi chico y tengo una batalla constante con mis padres.

Mi hija tiene 3 añitos y no le he dejado ni 1 solo día con mis padres, sólo le han visto 3 veces en estos años. Además de que vivimos en ciudades distintas, no me quedaría tranquila dejando a lo que más quiero con personas tan abusivas y tóxicas.

Si, mis padres consiguieron lo que querían: tengo la carrera de piano, he hecho mucho deporte y tengo un muy buen trabajo, pero han perdido el amor de su hija por el camino.

Por eso, cuando digo “No quiero a mis padres”, o hago como que mis padres no existen o me niego públicamente a dejar a mi hija con mis padres, nadie debería juzgarme por ello. Porque sólo yo, sé lo que he vivido en esa casa.

Los padres no son siempre esos ángeles de la guarda que nos protegen e intentan poner el mundo a nuestros pies. Hay padres que son auténticos hijos de puta, que no deberían haber sido padres nunca.

Así que cuando sientas que una persona guarda rencor a sus padres o no quiere saber nada de ellos, no creas que esa persona es una maldita desagradecida. Pregúntate ¿Qué le habrán hecho sus padres para que se sienta así?

Porque en mi caso, sé que no quiero a mis padres y no pienso sentirme culpable.

 

Anónimo

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