Creo que mi historia le caería de hostia a cualquiera que sienta que está teniendo un mal día, una mala semana o incluso una mala vida. Porque lo que me pasó a mí fue que básicamente convertí la experiencia más especial de mi vida, en la más angustiante.
Tenía un par de años con mi novio y por problemas que ahora me parecen pequeños (que si yo trabajo mucho, que si él no me ayuda en la casa o nuestros amigos no simpatizan y era imposible cuadrar juntos) en un punto de mucho estrés para ambos decidimos darnos un tiempo. Él lo sugirió y yo estaba dolida de que pensara que separarnos sería una solución, así que acepté con altanería y me fui de la casa que compartíamos.
Cómo era solo un “tiempo” no perdimos el contacto, aunque tampoco era el mismo trato que antes. El tiempo se extendió y cuando vine a caer en cuenta, teníamos dos meses completos separados, lloré como una magdalena por veinticuatro horas seguidas. Después de eso y para sacudirme el despecho, quedé con amigos para celebrar el cumpleaños de uno de ellos, ya bien de madrugada y después de convencerme a mí misma de que me merecía pasar un buen rato, me lie con un amigo muy cercano con quién ya había tenido encuentros antes (cuando era soltera), sabía qué hacía muy bien el trabajo y con él además todo siempre era muy fácil, el antes, el después, y por supuesto el durante. De esas personas con quiénes uno congenia de forma innata.
Dos días después mi novio me buscó por fin para arreglar las cosas y obviamente después de hablarlo hicimos el amor. No le conté de mi lío segura de que él también había hecho algo porque su actitud de arrepentido me la conocía bien. Hasta ahí íbamos bien, pero seis semanas después y tras la ausencia de mi regla me entero que estoy embarazada.
La cuestión es que cuando estuve con mi novio, fue muy parecido al lío anterior, con los dos usé preservativo y simplemente asumo que de alguno de escapó algo o se rompió un poco y básicamente las posibilidades de que uno o el otro sea el padre, son exactamente iguales.
Quiero a mi novio, pero la cuestión es que no creo que él entienda la situación. La otra cuestión es, que cuando decidió que lo dejáramos solo porque las cosas se habían puesto difíciles, me di cuenta de que puedo estar perfectamente sin él, así que decidí después de pensarlo varias semanas, no hacerme el examen de paternidad que además que pinta muy doloroso, vale un montón.
Fueron semanas difíciles, pero después de decidir que el bebé y yo somos prioridad, lo mandé a volar y ya después del nacimiento (asumo que sacará algo de su padre) me enteraré cuál de los preservativos fue el que falló.
Anónimo
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