No soy mayor, soy objeto de culto

 

El otro día vi una minifalda monísima en una tienda, una de esas típicas vaqueras, sin misterio, pero que favorecen mucho. Me encapriché y no dudé en comprármela. Todo bien hasta aquí, el problema vino cuando yendo a hacer un recado diario, un señoro, absoluto señoro, me gritó por la calle. ¿Y qué me dijo susodicho espécimen? «Vieja, cómprate ropa de tu edad».

Vieja, dice. Oiga, que aquí una es una curvilínea estupenda que está en sus mejores años, así que señor (por decir algo), métase sus ideas retrógradas donde le quepan. La cuestión es que pensando en ello más tarde, me di cuenta de que es un problema que nos sucede a la mayoría de la población femenina. Si hasta Beyoncé, Madonna y P!nk tienen que dar explicaciones de vez en cuando sobre su aspecto, ¡qué no le ocurrirá a una pobre mortal como yo! 

Chicas, mujeres, es hora de rebelarnos. Por fin estamos aceptando el concepto de que la ropa de infantes no tiene género, pero parece que aún nos cuesta un poco cuando una mujer (siempre una mujer) se viste en contra de los cánones establecidos.

No. José Antonio, la minifalda no es para adolescentes, ni los vestidos, ni el maquillaje. Ni siquiera para mujeres. Es para personas que les apetezca verse como les salga del mismísimo, y punto.

Todas hemos pecado de ello alguna vez, me incluyo: cuando era más joven, si veía a una mujer de mayor edad entrajada en leopardo (o animal print, que queda más cuqui), yo era la primera que pensaba que aquello no era adecuado. Y ahora que peino mis canas con orgullo sano, pienso: ¿a quién le importa? ¿Acaso me tengo que poner falda hasta los pies y un moño apretado?

No, amigas, dejemos atrás esas épocas en las que nos imponían cómo ser, cómo vestir y el toque justo de rubor en las mejillas. Ponte purpurina a los 40, 50 o 60, qué diablos, cuando quieras, sal a la calle con unos labios rojos que parezca que has bebido sangre o, todo lo contrario, ponte lo más cómoda que puedas. 

Se está acabando y debe terminar la época de señalarnos con el dedo, de juzgar por nuestra apariencia, y empezar a ser libres. Así que no soy mayor, soy una experimentada. No soy vieja, soy sabia. Y me pondré y me dejaré de poner todo lo que me apetezca, les importe o no a todos los José Antonios del mundo.

Sed libres, queridas, y si veis por ahí un vestido corto y ajustado, mandadme la dirección de la tienda.

Ega