Estoy cansada de aceptar sin réplica que pido demasiado, que quiero demasiado, que exijo demasiado.

Frases mágicas que normalmente preceden a una ruptura, la interrupción de una relación que estaba en puertas de comenzar.

Pero ahora estas palabras me mantienen en la línea de salida… y yo que había cogido impulso, preparada para salir a pista, empiezo a aceptar que no hay carrera.

Y es que, según tú, “pido demasiado”, y hasta ahora te habría dicho, “puede que sí” pero ahora digo, no.

Acepto el hecho de que tú no estás dispuesto a dármelo, pero no a que lo que yo quiera sea demasiado.

La historia cambia si hubieras dicho: «Yo no puedo darte lo que tú quieres, no estoy listo a renunciar, no quiero hacerlo por ti, no me sale…»

Pero no me hagas creer que pido cosas imposibles, no me hagas creer que soy yo la única responsable de que esto acabe.

Y, sobre todo, no creas que voy a pedir perdón por querer que lo nuestro vaya a más.

no te estoy pidiendo demasiado, es que tu no eres el adecuado

Me pregunto cómo hemos llegado al punto de que nos parezca una expresión tan fácil de decir y tan normal. Que a todo el mundo le parezca tan natural que lo “suyo” nunca vaya a más.

Que nunca llegue el momento de dar un paso más, de involucrarse más, de querer más, de comprometerse más.

 En qué momento nos acostumbramos a no poder quedar los días de fin de semana, días de alto caché. Días dedicados a otros planes, y no, no son planes mejores, solo son planes sin mí.

Porque cuando me dices que pido demasiado, realmente te refieres a que en tu apretada agenda no quepo, que los ratos en la cama son geniales salvo para pasar la noche.

Que conocer a tus amigos es una locura y no querer “ver” a otras personas ya es demencia.

¿Y sabes qué?  Que, durante un tiempo, demasiado, me lo he creído. Me lo he creído porque es algo que se ha instaurado en mi mente como un acto reflejo, igual que el respirar.

Pero igual que el que aprende a meditar y sabe que la respiración es mucho más que inhalar y exhalar, yo al fin puedo exteriorizar lo que ya sentía pero nunca te había dicho.

 

Créeme que mi “problema” no es que te esté pidiendo demasiado, es que se lo estoy “pidiendo” al inadecuado.

Porque estoy segura de que un día alguien va a encontrar mi cama como su mejor sitio donde descansar.

Alguien que no va a ver la diferencia entre un sábado y un martes, alguien al que le va a sobrar agenda… pero sobre todo ganas.

Y ese alguien no va a pensar que pido demasiado, porque tendrá las mismas ganas que yo de dar y de recibir.

Así que ahora me dirijo a ti, a ti que sí que estás preparado:

Te prometo que llegado el momento ninguno creeremos estar pidiendo demasiado, porque tú, sí serás el adecuado.

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