Cuando empecé a salir con el que ahora es mi marido, las cosas fueron bastante curiosas entre nosotros.


Nos presentó una amiga que teníamos (y tenemos)en común, a la que después de un par de coincidencias en redes sociales, le pareció que podríamos hacer buena pareja, y la verdad es que no se equivocaba, pues la realidad es que después de unos cuantos años juntos hemos formado nuestra propia familia. Pero esto no es lo que yo venía a contaros, sino cómo se fue fraguando esta historia y los detalles que por momentos hacían que me volviese un poco loca.


Como os digo esta amiga decidió que debía presentarnos y para ello preparó una cena en su casa. Ese día no pasó nada más, cuando terminó la cena cada uno se marchó a su casa pero empezamos a hablar por mensaje privado en lugar de hacerlo por el grupo que teníamos los 3.
Un par de semanas después quedamos a solas en mi casa, y ahí si que nos enrollamos, ese día también fue bastante curioso pero eso os lo cuento en otro momento.


A partir de ese momento empezamos a quedar casi a diario, íbamos a la playa juntos y volvíamos para cuando yo trabajase, dábamos largos paseos por la ciudad y nos hablábamos sobre nuestros pasados y el futuro que queríamos. Los dos disfrutábamos de la compañía del otro, pero ninguno estaba buscando algo serio. Así que tuvimos una de esas conversaciones incómodas que se tienen cuando no quieres herir al otro, aunque en este caso ninguno de los dos era la víctima. No queríamos nada serio, ni ataduras y lo dejamos claro. Nos divertiríamos hasta que uno de los dos pusiese el punto y final.


El caso es que en medio de esos paseos por la playa y conversaciones absurdas y habiendo ya dejado claro todo lo que no esperábamos del otro, un día al salir de trabajar tuve un accidente de coche.


Trabajaba de noche y al salir de trabajar me quedé dormida al volante. Tuve la suerte de que cuando me quedé dormida iba en una recta y el coche se fue contra una farola. Saltaron todos los airbags y fue el propio ruido del coche el que me despertó pero no tuve nada más que dolores musculares durante unos días.


Después de todo lo que tenía que hacer para que se llevasen el coche e irme a mi casa a dormir, llamé a una amiga (justamente la que nos había presentado) y le envié un mensaje a él para avisarle de que ese día no podríamos ir a la playa porque acababa de quedarme sin coche. Me fui a casa y me metí en la ducha, estuve un rato largo para relajarme un poco y después me iba a meter en cama. Cuando salí tenía varias llamadas y mensajes de él. Lo llamé y le expliqué lo que había pasado, que estaba bien y que solo necesitaba dormir un poco. Me dijo que iríamos igual a la playa en su coche y que estaba viniendo hacia mi casa. Ese día, se quedó a mi lado hasta que me hice la dormida y se marchó de la habitación para dejarme descansar.

Por la noche oí como hablaba con su padre y este le decía que me ofreciese uno de sus coches para que yo pudiese ir a trabajar, pero no acepté.

Al día siguiente era su cumpleaños, me dijo que me invitaba a comer y que luego me traía a trabajar y demás. No me parecía mala idea hasta que me dijo dónde era el sitio y con quién íbamos a comer: con sus padres. Había quedado con sus padres para comer y me habían invitado a mi.


Resulta que no queríamos nada serio pero allí estaba yo que no sabía ni qué ropa sería mejor llevar para comer con unos señores que se suponía que no eran ni me serían nada, allí me senté enfrente de un señor que me abrió la puerta para bajar del coche y una señora que aseguraba que había tardado demasiado en presentarnos. Con mi no-novio haciéndome carantoñas delante de sus padres y yo más colorada que la ensalada de tomate que teníamos en la mesa.


Tardamos poco tiempo en definir nuestra relación como algo serio y a día de hoy aún le recuerdo que por mucho que dijera que no, por aquel entonces…ya me quería.

Kerasi