Echo la vista atrás y me acuerdo de todas las veces que he pedido perdón por ser feliz y por pensar en mí. Cuánto me arrepiento. Supongo que son los estragos de una relación tóxica. Te vuelves sumisa y dependiente.

El día que lo dejé con mi exnovio había hablado antes con mi madre. Me daba miedo contarle como me sentía porque ella le adoraba. Normal, no sabía ni la mitad de lo que pasaba en casa. Cogí el teléfono y charlamos durante una hora. Recuerdo que le dije “yo ya no le quiero, mamá, lo siento”. ¿Lo siento por qué? ¿Por ser sincera? ¿Por querer dejarlo con alguien que me trataba como basura? Lo peor de todo es que cuando llegó mi ex a casa y le dije lo que sentía, también me disculpé.

Después llegó el peor mes de mi vida. Fue diciendo a todos que le había dejado por otro. Me quiso aislar y cada vez que veía a algún amigo mío le contaba su versión o le preguntaba una y otra vez que con cuántos me estaba acostando. Era un acoso y derribo impresionante. Y mientras me hacía la vida imposible, me seguía escribiendo por WhatsApp pidiendo explicaciones. ¿Lo peor de todo? Que yo le pedía perdón por no seguir queriéndole.

Ahora me he quitado de la cabeza toda esa mierda y me he dado cuenta de que no debo pedir perdón por ser egoísta siempre y cuando no haga daño a los demás. Llevo toda mi vida respetando a la gente, estando pendiente de cómo se sentían y preocupándome más de ellos que de mí misma. Toda mi santa vida. Ahora digo basta.

Voy a mirar por mí.

Voy a dejar de dar explicaciones por cada paso que dé.

Voy a recuperar poco a poco mi autoestima herida.

Voy a pasar de las personas que me quieren achicada.

Voy a ser feliz.

Voy a ser egoísta.

Y a quién no le guste, que cierre la puerta por fuera al salir. Estoy cansada de personas que necesitan empequeñecer a los demás para sentirse grandes. No quiero más hombres que me sometan o que se aprovechen de mi bondad. Quiero ser yo misma, pero por encima de todas las cosas quiero ser libre.