La cocina siempre ha sido un poco mi asignatura pendiente, me apasiona todo lo que tiene que ver con cocinar, desde hace la compra, hasta colocarla en las baldas, pasando por comérmela y hasta fregar los platos (sí, me relaja y no, no estoy loca).

Pues el caso es que siempre he querido aprender a cocinar ‘de verdad’, pero con la vida que llevo me ha sido imposible siempre, entre el trabajo, el gimnasio, el máster, la vida social y leer un poquito de vez en cuando, pues nada, que no doy para más. ¿Qué necesité? La cuarentena para que todo parase de golpe y a la vez empezase todo de nuevo.

Entré en el ERTE y me vi en mi casa de Madrid sola, sin curro y sin posibilidad de salir a la calle. Al principio me agobié como en mi vida, no sabía pasar tiempo en soledad y me ponía a llorar a la mínima, ¿qué hice? Cambiar el chip, era eso o marchitarme poco a poco hasta que no quedara un ápice de mí. Así que aproveché para hacer todo lo que nunca tenía tiempo para hacer: limpiar a fondo, tener un eco-huerto, hacer yoga, meditación y el curso de cocina que llevo queriendo hacer desde que tengo dinero en la cuenta del banco.

El curso era on-line, para principiantes pero que tuvieran idea de lo básico, te decían los ingredientes que tenías que tener, los utensilios y las alternativas en caso de que tuvieras disponibilidad de una cosa o la otra. Todo muy guay la verdad, de hecho una vez pidieron una olla express, yo no tenía y me mandaron una casa. EL CASO, que me lío, que lo conocí a través de zoom.

El chico era muy mono y en la ronda de presentaciones del primer día ya me llamó mucho la atención y al parecer fue mutuo. Crearon el grupo de whatsapp, pusimos todos quiénes éramos y después de un par de clases me abrió conversación, para preguntarme si le podía dar clases particulares que era la más lista. Y nada, ahí comenzó el tonteo de tener quince años cada uno, sonreír a la pantalla todo el rato y durante las sesiones de zoom hacer más caso a lo que nos decimos por whatsapp que a la lección en sí.

Pues todo empezó muy inocente, muy poco a poco. Hablando por whatsapp, luego llamadas y al final acabamos compartiendo películas por una aplicación que se llama Discord, veíamos los dos lo mismo a la vez mientras lo íbamos comentado. Igual pensáis que estoy un poco tururú, porque jamás lo he visto en persona (todavía), pero os prometo que es la persona con la que más he intimado en mi vida.

No sé si sería el yoga, la soledad o el hecho de necesitar amor a raudales, pero os prometo que lo que siento por ese ser humano no es ni medio normal. De hecho ya la cuarentena acabó, pudimos medio recuperar nuestras vidas y yo me esperaba que esto acabara en un ghosting más de entre tantos, pero nada más lejos de la realidad.

Redujimos el tiempo compartido porque teníamos más cosas que hacer, pero por la noche al llegar a casa, no había noche en la que no hubiera discord con película y (me da un poco de vergüenza contarlo) sexo telefónico. No sé muy bien cómo llegamos a aquello, pero vaya, la unión de su voz más mi satisfyer ha sido el combo perfecto para darme el mayor número de orgasmos de mi vida. Una noche tonta empezamos a hablar de sexo, de con cuántas personas nos habíamos acostado, de follodramas varios y acabamos susurrando qué nos gusta que nos hagan, pues mira, el primer día casi tengo que cambiar la funda del sofá de lo empapada que iba.

Cada noche las conversaciones se alargaban más y más, llegó un punto en el que veíamos una película y ya directamente hala, las manos al pan. Nos imaginábamos estando en cualquier parte, con ropa X, nos describíamos todo como nos lo imaginábamos, éramos muy explícitos con todos los detalles, nos intentábamos correr juntos (el último, claro, que yo con suerte me corría varias veces jajaja) y luego nos solíamos quedar dormidos después de varios ‘cuelga tú’.

Antes había dicho que parecía que teníamos 15, igual debería bajar la apuesta a 12. 

El caso es que con la tontería llevamos prácticamente ocho meses siendo ‘pareja’ a través de las pantallas, lo hemos hablado nos gustamos de verdad y nos da pánico dar el paso a lo físico por si no funciona. De hecho lo hemos echado para atrás como tres veces, pero ahora sí que sí, ahora es la definitiva. Tiene los billetes para venirse a mi casa, lo voy a ver en persona. Lo voy a tocar. Perdón: LO VOY A TOCAR. 

Os diría que estoy nerviosa, pero eso es quedarme MUY corta. Tengo tantas ganas como miedos, a ratos soy la chica más feliz del mundo pensado que el fin de semana lo tengo aquí, al segundo siguiente estoy cagada de miedo pensando que no le voy a gustar. Que sí, que me ha visto por zoom, por instagram y que nos hemos corrido juntos decenas de veces… Pero del dicho al hecho… Tengo las inseguridades a flor de piel.

Y no tengo ni idea de qué estoy haciendo escribiendo aquí a las cuatro de la mañana, pero mirad, llevo leyendo el foro, el post y viendo cada cosa de WLS desde hace más de tres años, me habéis ayudado tantas veces sin pedirlo que ya ni sé, así que bueno, aquí estoy pidiendo un poco de apoyo, de ánimos y de ‘chica, todo va a salir bien’. Porque de verdad necesito que salga bien, es la primera persona con la que siento que puedo ser realmente yo.

Espero escribiros muy pronto contando que estoy al borde de pedirle matrimonio, jajajajja. Qué va, con que no se vaya la misma noche que llegue, yo ya me considero una ganadora :D

 

Anónimo