Si me dieran un euro por cada polvo fracasado en los últimos tres años, podría marcarme cada verano unas vacaciones en Bora Bora. Probablemente mi himen esté en proceso de regenerarse pero al menos tendría una pasta.

La realidad es mucho más irónica. Tengo un peque que ronda ya los cuatro añitos, un marido fantástico, un trabajo que me ocupa casi todo el día y una vida sexual de cero. Y no porque mi querido y yo no le pongamos ganas precisamente, sino porque el karma del folleteo parece habernos abandonado. Literalmente, se ha olvidado de nosotros.

Cuando llegan los hijos pues hay parejas como nosotros a las que se nos hace más complicado eso de consumar. Encima, nuestro retoño siempre ha sido súper apegado y son muy pocos los ratos en los que mi hombre y yo nos encontramos a solas.

Hay días en los que intento recordar la última vez que logramos echar un polvo en condiciones, pero ya no lo recuerdo… solo puedo rememorar una y otra vez esos medios coitos que quisieron ser pero nunca fueron. ¡Mi vida es un follodrama!

LA NINJA SIGILOSA

Llegamos de comer un domingo con el pequeño completamente dormido. Hacía semanas que mi marido y yo no nos pegábamos un rebolcón, así que según lo dejé acostado en su cama pensé “¡esta es la mía!”.

Mi chico había ido a aparcar el coche así que yo opté por asearme un poco y así esperarlo preparada para la acción. Giro la esquina del pasillo camino del baño intentando no hacer nada de ruido cuando… ¡zas! De pronto tropiezo con algo duro, el correpasillos. Me caigo, el cochecito de los cojones vuelca y empieza a cantar a todo volumen.

Todavía tirada en el suelo oigo llorar a mi hijo y mi marido entra por la puerta para encontrarme hecha un nudo con el correpasillos entre las piernas. El peque ya se había levantado y me miraba atónito desde la puerta de su habitación. Cinco puñeteros minutos me duró aquella tarde el calentón.

Yo intentando ser sexy en mi caída

VINIÉNDONOS ARRIBA

Parece ser que la falta de sexo empezó a ser notable en nuestras caras porque un buen día mi amada hermana nos regaló a mi churri y a mí un fin de semana romántico en un hotel con spa. Vamos, lo que vulgarmente se conoce como “un finde para follar”. Así que allí nos fuimos los dos, después de casi medio año sin estar a solas.

El pack llevaba incluida una cenita en el restaurante del hotel, por lo que decidimos dar buena cuenta de la comida y la bebida antes de subir a la habitación a desatar nuestra pasión. Y, efectivamente, así lo hicimos. Puede que fuera el furor de esa libertad puntual o yo qué sé. Pero del final de la cena recuerdo más bien poco y del resto de la noche, mejor ni pensarlo.

Vino, chupitos, una copita… Cuando nos dimos cuenta estábamos en la cama intentando meternos mano y aquello era lo menos erótico que he vivido en mucho tiempo. Para colmo me decidí a regalarle a mi chico una mamada inolvidable ¡y vamos si lo hice! En cuanto me metí el pene en la boca la mayor arcada del universo vino a mí y le acompañó una tremenda vomitona. Cuatro días de resaca y cero polvos, ese fue el resumen del fin de semana del placer.

La arcada de la muerte

EN LA DUCHA ES MÁS SENSUAL

Nosotros siempre hemos sido una pareja de montárnoslo en horizontal. Camas, sofá, suelo… pero nada de hacer piruetas o posturas del Kamasutra. Lo que sucede ahora es que con un crío de tres años por la casa uno tiene que darle a la imaginación. Es eso o no follar.

Era sábado por la mañana. El peque estaba absorto por los dibujos animados y al otro lado de la casa escuché a mi marido metiéndose en la ducha. Me vine arriba y salí corriendo sonriendo, en medio segundo me había puesto muy perraca solo de imaginar que al fin llegaba el polvo del mes.

Apoyé la puerta del baño y sin decir una palabra me metí en la ducha. Lo primero, le pegué un susto a mi chico que casi lo mato, y lo segundo, tenía el pobre el pelo lleno de champú y apenas podía abrir los ojos así que la escena muy sexy no era. Solo le dije “tómame aquí, que es muy sensual” y le agarré las nalgas con fuerza.

Morreo por aquí, sobeteo por allá… allí no había manera de darle al tema. En una ducha enana, ambos con nuestros curvy-cuerpazos, parecía aquello más un tetris que una escena de sexo. Cambio de postura, mira a ver si por detrás, a ver vamos a intentar cogiéndome en brazos (JA-JA-JA). Vamos, que pasados veinte minutos ya estábamos hasta los cojones, agotados y sin chingar ni un poco. El agua empezó a templarse y el peque ya nos echaba en falta. ¡Qué despropósito!

Así nosotros, perdiendo el equilibrio por la pasión

Hace unos días me preguntaban que a ver cuándo llegaría el hermanito para nuestro churumbel. Y yo ya les he dicho que a este paso si me vuelvo a quedar embaraza voy llamando a Íker Jiménez porque seria digno de unos cuantos capítulos de Cuarto Milenio. Con embarazo o sin él, Karma del folleteo, ¡devuelve el sexo a mi vida!