El maltrato no siempre deja marcas visibles. A veces no hay moratones, ni palizas, pero también se puede infringir daño de una manera más sutil, imperceptible para los otros pero que deja cicatrices muy profundas en el alma.
Esta es mi historia, y probablemente la de muchas de vosotras. Una historia de amor tóxico y de maltrato psicológico. Es verdad, nunca me puso la mano encima, pero muchas veces deseé que me la hubiera puesto, para así tener un motivo de peso para dejarle. Parece ser que sus humillaciones, sus desplantes, sus malas palabras, no eran razones para dejarle. Pensaba que quizás, si un día me hubiera dado una bofetada, entonces sí que le habría dejado.
Cuando lo conocí, parecía el hombre perfecto. Era encantador, atento y siempre sabía qué decir para hacerme sentir especial. Al principio, todo era color de rosa. Me hacía sentir única y amada, como si fuera la persona más importante en su vida. Pero, poco a poco, las cosas empezaron a cambiar.
La indiferencia como arma
Una de las primeras señales de alarma fue su uso del silencio como castigo. Cuando algo no le gustaba o cuando teníamos una discusión, dejaba de hablarme durante días. No me contestaba a los mensajes, no me cogía las llamadas, a veces, hasta apagaba el móvil durante horas. Esta actitud me desestabilizaba profundamente. Me hacía sentir una ansiedad inmensa.
Y luego, cuando por fin decidía dar señales de vida, me decía que era una pesada por llamarle con tanta insistencia, que estaba enfadado y necesitaba tiempo para él en soledad.
Comparaciones destructivas
Otra de sus tácticas para perturbarme era compararme constantemente con otras mujeres. Sobre todo, me comparaba con mis amigas, así mataba dos pájaros de un tiro: me creaba inseguridades y me alejaba de mis amigas. Que si tu amiga tal es guapísima, que si la otra tiene un trabajo de verdad, que si vaya ojos que tiene aquella… Llegó decirme que en realidad estaba conmigo para acercarse a mi amiga C. Me lo decía siempre en broma, claro. Cuando a mí me daba un ataque de celos por mi amiga C, estaba loca y era una celosa.
Comencé a dudar de mí misma, a pensar que nunca sería lo suficientemente buena para él. Me esforzaba por cambiar, por ser la persona que él quería que fuera, pero siempre había algo que no estaba bien, algo que necesitaba mejorar.
Invalidación de mis emociones
Cada vez que intentaba hablar de cómo me sentía, él invalidaba mis emociones. “Estás exagerando”, “Eres demasiado sensible”, “No es para tanto”, eran algunas de las respuestas que me daba.
Me hizo creer que mis sentimientos no eran válidos, que estaba siendo irracional. Esta invalidación constante me llevó a reprimir mis emociones, a guardármelas para mí misma. Comencé a cuestionar mi propia percepción de la realidad y a sentirme aislada en mi propio dolor.
La manipulación y el gaslighting
La manipulación y el gaslighting o luz de gas, fueron herramientas que utilizó con maestría. Cuando expresaba alguna sospecha o desconfianza, me trataba de loca, de paranoica, me decía que me imaginaba cosas.
Incluso llegaba a tergiversar la realidad, haciéndome dudar de mi propia memoria y juicio. Este tipo de manipulación me llevó a sentirme atrapada en un laberinto de confusión, donde no sabía qué era real y qué no.
El ciclo de esperanza y la fase de la luna de miel
Había momentos de tregua, instantes en los que parecía que todo volvía a la normalidad. Me pedía disculpas, prometía cambiar, y durante un tiempo, las cosas mejoraban. Me llenaba de regalos y volvía a ser el chico atento y cariñoso de los primeros meses de relación.
Pero esto duraba poco. En seguida volvía a encontrar algún motivo para dejarme de hablar o para hacerme de menos. Y yo, enganchada a él, seguía con la esperanza de volver a la relación idílica que teníamos al principio.
Este patrón de altibajos emocionales era devastador, dejándome en un estado constante de incertidumbre y ansiedad.
Nunca me puso la mano encima, pero el maltrato psicológico que sufrí dejó cicatrices profundas. Mi historia no es más que es un recordatorio de que el abuso puede tomar muchas formas y que es esencial estar atentos a las señales. Nadie merece vivir en una relación donde su valor y emociones son constantemente socavados. Salir de una situación de maltrato psicológico es posible, y es el primer paso es buscar ayuda y volver a quererse a una misma.