Odio hacerles fiesta de cumpleaños a mis hijos.

No estoy segura de si algo va mal conmigo, o si algunas lovermoms puedan sentirse identificadas, pero una de cosas que más me cuesta como mamá es hacer la fiesta de cumpleaños de mis peques. No me malentiendan, amo sus cumpleaños, pero tipo el pastel, los regalos, la comida especial, todo esto nosotros 4. ¿Qué me choca y prácticamente me hace querer echarme a llorar con berrinche cada año? La fiesta. Todo el jaleo que viene con ella.

No estoy segura de si eso me convierte en una mala madre, pero es demasiado trabajo y estrés emocional. Primero, el recibir un montón de gente en casa (o peor aún, en un salón pago), los amigos del cumpleañero, mi familia, la familia del padre, y hasta uno que otro vecinito. Ninguna fiesta de adulto a la que haya asistido en mi vida iguala la cantidad de invitados que acaban en una fiesta infantil, porque los niños naturalmente, o al menos los míos, son mucho más sociales que los adultos. No estoy segura de que a alguien le guste ser anfitrión de un montón de gente, pero yo lo odio, y toda la vida lo evité, ahorrándome mis propias fiestas de cumpleaños, y luego llego y tengo dos hijos que bien podrían tener más carisma que cualquier político y hasta el conserje del edificio quieres celebrarlos. 

Segundo, la cantidad de pasta que se deja uno en la dichosa fiesta, y lo peor es que en cosas que van a terminar en el piso, por ejemplo comida que no va a ser bien disfrutada, porque no sé en las fiestas de sus hijos, pero en las de los míos, los niños lamen el glaseado de las magdalenas pero no se las comen. 40 euros a la basura. Y así mismo la mayoría de los dulces terminan a medio o comer, olvidados en alguna mesa, o simplemente en el suelo o bote de basura. 

Aun más que malgastar plata, me molestan las mamás tóxicas que se ponen a comparar fiestas, que si en aquella la decoración era más llamativa, o en la otra la comida estaba mejor. Cero consideración y sororidad ya que todas las que hemos vivido la experiencia, sabemos que uno se deja sudor y lagrimas en las fiestas. 

Nunca falta el o los niños que no hacen más que llorar, quejarse o pelear con los demás. Un par de niños son agotadores, pero un montón de niños y con una subida de azúcar son la receta para estrés del bueno seguro. 

El desastre que queda después de una fiesta infantil se compara con pocas cosas en el mundo, y a menos que tengas dinero de sobra para contratar a alguien que se encargue de la limpieza, te espera medio día raspando viscosidades del suelo y cualquier otra superficie. Ni hablar del jodido confeti que se nos mete hasta en las cavidades y nunca parece acabarse. Me di cuenta como a la cuarta fiesta de cumpleaños que odiaba, vivamente odiaba toda la experiencia. El antes, durante y después. Incluso me encontraba estresada y de malas pulgas para la fecha, cuando se suponía que son ocasiones especiales dignas de celebrar. 

Amo a mis hijos y sus cumpleaños, pero detesto hacer las jodidas fiestas, por lo que a partir de este año, que el más pequeño cumple seis, oficialmente me jubilo de las fiestas infantiles. Llevo ya semanas trabajándolos mentalmente para convencerlos de hacer un paseo, una comida, o cualquier regalo que quieran, ya que no pienso hacer otra fiesta infantil en mi vida y la próxima vez que mis hijos tengan una fiesta de cumpleaños, será porque tienen la edad suficiente de organizarlas ellos mismo. Y lo más probable es que no me inviten, cosa con la que no tengo ningún problema.

 

Anónimo

 

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