Todas sabemos la importancia que tiene para nuestra autoestima el amor propio, nadie mejor que nosotras para querernos y aceptarnos como somos. El camino puede no ser tan sencillo, no sólo por las trabas que nosotras mismas nos ponemos sino, por las que otras personas nos puedan ocasionar sin darse cuenta.

¿Cuántas veces nos han hecho un comentario inocente sobre nuestro aspecto físico? Por desgracia, vivimos en una sociedad donde seguir rompiendo moldes da mucho que hablar y, no siempre en el sentido que esperamos. Pero para estamos nosotras, para que el mundo se entere, de que todas las personas somos igual de válidas sin importar como seamos.

A veces, tan solo hacen falta las palabras de alguien que nos quiere para hundirnos de forma más dramática que al Titanic. Sin ir muy lejos, la semana pasada, me traía mi madre un pijama que a mi hermana de 14 años le estaba enorme y pensó que me valdría.Ya en casa me lo probé esperando que me valiese. Comprobé que me servía pero no estaba a gusto con él. Al comentárselo a mi madre, su respuesta fue un contundente: pues ya sabes, adelgaza.

Esas palabras, se clavaron y me hicieron sentir como una mierda, menospreciada y como si todo lo que soy no sirviese de nada por no ser delgada. Por supuesto, sé que mi madre lo hacía con la intención de animarme a seguir bajando de peso y a que me cuide, pero no fueron ni de lejos las palabras más acertadas.

Por desgracia, no tenemos que irnos muy lejos para comprobar que estos comentarios son demasiado habituales. Hablando del tema con una amiga, me comentaba que su padre le dice, en algunas ocasiones, que no se ponga ese pantalón porque le marcan mucho las caderas. ¿El problema? Que cuando este tipo de comentarios se hacen de forma continua cansan. Ya sabemos que son con el mejor de los propósitos pero, olvidamos el daño que pueden hacer en la autoestima de quien tenemos al lado.

Muchas veces, no es tanto el mensaje, sino como nosotras lo percibimos. La de veces que he discutido esto en casa. Y no es por echar balones fuera, pero un poco de empatía nunca está de más. Repetirnos de forma reiterada que es por nuestro bien, no lo hace menos doloroso y ahí es, donde el amor propio juega su papel.

Parece que hay quien olvida, que los espejos existen y que somos conscientes de las cosas que nos caracterizan físicamente. No necesitamos que nadie venga a recordarnos si somos altas, bajas, delgadas o gordas. Creednos, lo sabemos. Y lidiamos cada día con nuestros complejos para ser capaces de aceptarnos y querernos tal como somos. La opinión que otras personas tengan de nosotras, no tiene que convertirse en nuestra realidad. Necesitamos amarnos nosotras mismas, con nuestras imperfecciones, esas que tanto odiamos y que nos hacen únicas.