¿Tú has sido una de las niñas que con 15 años aparentábamos 25? Yo sí y déjame decirte que en su momento no fue nada divertido.

A ver, relativicemos, no era tan problemático, no me hicieron bullying ni sufrí grandes consecuencias por ello. Pero sí debo ser completamente sincera y decir que me hizo sentir diferente y un poco desplazada.

Con 15 años yo ya medía 1.75m y tenía una talla 40. Por no hablar de que ya tenía tetas y estaba súper eufórica por utilizar sujetador. No es que me salieran las arrugas de los 50, pero la verdad, es que sí que parecía bastante más mayor que mis amigas. Vamos, que si con 15 años te hubiera dicho que tenía 20 me hubieras creído.

¿Con 30 aparento 40? La verdad es que no, o al menos eso quiero pensar. Fue algo raro, yo siempre fui vaga y creo eso es parte de mi filosofía vital. No sé, supongo que mi cuerpo prefirió envejecer de una vez y así no tener que trabajar a diario.

El caso, que como buena niña de 15 años, lo único que yo deseaba por aquel entonces era ser una más. Y para mi desgracia ninguna de mis amigas pasaba del 1.60m. No es una broma, parecía la madre de mis amigas.

Al principio de mi adolescencia no supuso gran problema, hasta que me empecé a dar cuenta de lo siguiente:

No me podía poner el mismo estilo de ropa que mis amigas.

Mis amigas por aquel entonces llevaban camisetas de escotes cruzados, ninguna necesitaba sujetador y además a todas les encantaban los tacones.

Claro, a esa edad yo era una de las ovejas de un rebaño y hubiera dado todo por poder ponerme el mismo estilo de ropa que mis amigas. Me moría de ganas por meterme en las camisetas de lycra de Bershka, pero a mí se me salían las tetas por todas las esquinas.


No solo eso, si no que tenía ya un cuerpo con curvas y cada vez que intentaba ponerme el mismo estilo de faldas que ellas, parecía una adulta disfrazada de niña.

Los chicos de mi edad no se fijaban en mí.

Solíamos salir con un grupo de niños de nuestra misma edad y era muy desesperante ver cómo todas mis amigas tenían pretendientes menos yo. ¡Ojo! Que no culpo a nadie. Es lógico que un niño de 1.60m no se fije en una chica que tiene aspecto de 25. Pero a mí me hacía sentir muy desplazada y poco atractiva.

Por otro lado, yo llamaba la atención de los chicos que ya estaban en la Universidad. Y aunque pueda sonar interesante, era una mierda. A los ojos de mi yo de 15 años, los chicos de 23 eran unos viejos y no quería tener nada que ver con ninguno de ellos.
Aun recuerdo un día en el que mi madre se preocupó mucho cuando le dije «Le gusto a Juan, pero es muy viejo» y se empezó a mear de la risa cuando le dije que Juan tenía 22 años.

Era la grande del grupo.

A menudo me llamaban “la alta” o “la gorda”. Lo cual me jode mucho porque vale, era una pava insoportable y una superficial de mierda, pero no estaba gorda. Siempre andaba entre los 60 o 65 kg con 1.75m de altura y eso, perdona que te diga, pero no es estar gorda.
Y pienso «Joder me he estado siempre sintiendo la gorda del grupo hasta cuando estaba delgada» Y mira, me da muchísima rabia el haberme sentido así durante tanto tiempo.

Siempre me había sentido descolgada de la adolescencia del resto de mis amigas hasta que el otro día, me encontré con una de mis amigas de la infancia y su marido.

Empezamos a recordar viejos tiempos y me sorprendí mucho cuando ella me dijo «Joe pero tú eras la modelo del grupo, todos los chicos de la Universidad sólo se fijaban en ti y nosotras nos teníamos que conformar con los niñatos de nuestra edad. Parecías ya una mujer, a ti nunca te pedían el D.N.I. utilizabas sujetador cuando nosotras nos moríamos de ganas por tener tetas y podías vestir con ropa de Zara»

Me sorprendió mucho el comentario porque yo nunca me había visto a mí misma de esa manera. Bueno sí, pero todas esas cosas siempre habían sido negativas.

Nos empezamos a reír y su marido, que irónicamente era uno de esos niños con los que solíamos estar me dijo «Tú estabas en otra liga, eras una Beyoncé rodeada de niñas como Heidi, a ninguno se nos hubiera ocurrido ni intentarlo»

Y mira, aunque el tema de la atención masculina es algo que realmente, en la vida adulta, no es vital ni te define, cuando eres adolescente das importancia a cosas que son chorradas y de alguna manera sé que mi yo adolescente se hubiera meado encima de sobredosis de ego si hubiera oído aquellas palabras.

Esto es lo de siempre, no dejamos de mirarnos el ombligo y muchas veces nos encanta sentirnos miserables. Pero oye, qué guay es sacar la cabeza de ese bucle y mirar un poco más allá, poder apreciar todas aquellas cosas maravillosas que un día nos hicieron sentir diferentes.

Para las niñas que con 15 años aparentábamos 25: Ya sé que la hierba siempre parece más verde en otro jardín, pero joe, no esperes a que alguien te hable de lo bonito que está tu jardín. Disfrútalo con la cabeza bien alta ¡Coño!

Si tu también fuiste una de las niñas  que con 15 años aparentábamos 25, párate a pensar por un momento lo diferente que eras y lo mucho que otras amigas deseaban esos mismos privilegios.

¡Y, sobre todo! No volvamos a sentirnos mal por no ser como el resto.

M.Arbinaga