Mi madre siempre fue una persona fría, autoritaria y egoísta. De pequeña no sentí su cariño, no recuerdo muchos abrazos, solo recuerdo que su forma de demostrar amor era siendo muy estricta para que estudiara y tuviera un futuro prometedor. Esta parte está bien, entiendo que fue su forma de educarme, a la antigua usanza, y considero que gracias a ello me he convertido en una persona responsable y tengo ahora un buen trabajo fruto de mi dedicación a tantos años de estudio y constancia.

No sé por qué hablo en pasado, puede que simplemente porque ya no la vea como la persona que estoy describiendo. Mi madre siempre fue tan intransigente que nada con lo que no estuviera de acuerdo le parecía correcto. Me costó muchos años de trabajo personal darme cuenta de que los seres humanos debemos ser flexibles, que no existe una verdad absoluta y que todos tenemos nuestra parte de razón. Así pues, ahora tengo claro que aunque se tengan unos valores firmes, no se puede ir juzgando cualquier tipo de vida diferente a la de una misma como si esta no fuera igual de válida. 

 

A mi madre todo le parecía mal. Si miraba los dibujos animados de pequeña en mi tiempo libre, que por qué miraba la tele y no escuchaba la radio; si escuchaba la radio, que por qué no leía; si sacaba un notable, que por qué no era un sobresaliente.

Viví siempre creyendo que cualquier cosa que hiciera no era correcta, nada era nunca suficientemente bueno para ella. Cuando por fin pude ser libre, vivir de forma independiente y alejarme de mi madre, empezó a crecer en mí un resentimiento hacia ella que no era capaz de liberar.

No dejo de leer estudios de psicólogos que dicen que el árbol familiar también se poda, que si nuestros progenitores nos hacen más mal que bien, debemos alejarnos de ellos. Pero yo nunca fui capaz de hacerlo. Siempre he seguido visitando a mi madre, aunque luego ni tan solo supiera qué hablar con ella al ir a verla. Lo peor de todo, es que mi resentimiento fue creciendo y era yo la que le contestaba mal a todo. 

No dejo de ser esa niña herida que hubiera necesitado más amor, más comprensión, más escucha, más abrazos y más preguntas sobre mi felicidad que sobre mis notas. Fui a terapia. Intenté de todas las formas perdonarla porque dicen que cuando perdonas a alguien te sientes más en paz contigo misma. Pero no había manera. La veía y no me gustaba su persona, no tenía ganas de contarle nada ni tan solo de presentarle a mi pareja ni de pasar tiempo de calidad con ella.

Hasta que un día me llamó mi hermana diciéndome que mi madre tenía cáncer. No sabíamos cuánto tiempo le quedaba de vida. Cada vez la fui viendo más mayor, más frágil, y toda aquella rigidez que siempre mostraba, se había convertido en vulnerabilidad.

He llorado mucho, porque a pesar de haberlo pasado tan mal en mi infancia, creo que mi madre lo hizo lo mejor que supo. Lo hizo fatal en muchas cosas, pero siempre estuvo ahí, a su manera, a pesar de todo lo mal que me hizo sentir tantas veces. De repente, hablo ya en presente, porque así es como me siento ahora; me da mucha pena pensar que no le queda mucho tiempo de vida, que puede tener un final en el que sufra, me da tanta pena que he cambiado totalmente mi relación con ella. 

Voy a verla todas las semanas varias veces, la llevo a pasear, le cuento mis cosas, y ella me demuestra una ternura que nunca jamás me había demostrado. Ahora sé que realmente la he perdonado, ya no guardo ningún rencor, creo que siempre me ha querido, aunque no lo haya hecho como debía, y sé que cada uno es libre de cortar lazos con quien necesite, y entiendo perfectamente quien después de haber sufrido tanto no quiera saber nada de sus padres a pesar de estar enfermos, pero yo no lo siento así. 

Ahora solo siento que quiero pasar a su lado el máximo de tiempo que le queda y que no sé qué le tocó vivir en su infancia para que luego fuera así en la mía, solo sé que para aquel entonces no teníamos las mismas herramientas que tenemos ahora, para trabajarnos, para entendernos y para educar a nuestros hijos. Ahora solo deseo que le quede el máximo tiempo de vida y que pueda disfrutar con ella de muchos paseos más y simplemente de su compañía.

 

Anónimo

 

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