Si a ti te tocó un mal embarazo, te abrazo fuerte.

En realidad no deberíamos llamarlo mal embarazo, simplemente embarazo, porque todo lo que me está pasado, parece que es habitual y que entra dentro de la normalidad.

Y por eso mismo desde aquí mando un «Holiiiii» largo a todas esas chicas que me dijeron «Ahora te toca disfrutar del embarazo» cuando les di la noticia. No sé, igual os vais todas un poco a la mierda ¿No?

Siempre tuve mucho respeto al embarazo y al parto y siempre tuve claro que sería jodido.

Pero nadie te avisa ni realmente te explica lo que van a suponer esos cambios en tu cuerpo hasta que los experimentas. Y sí, crear una vida en tu propio cuerpo es una pasada y parece mentira que podamos hacer algo así. Pero nenas, el embarazo se sufre, no se disfruta, que no os engañen.

Mi embarazo empezó bien, tuve unas 7 primeras semanas tranquilas pero la calma no era más que la antesala del huracán apocaliptico que estaba por llegar.

Poco después empecé con los vómitos. Y no os hablo de «Ups tengo nauseas mañaneras».

No, os hablo de potar como la misma niña del exorcista a cada trago de agua que bebía. Tengo fotos en mi móvil en las que tengo las paredes el baño cubiertas de lentejas lanzadas a propulsión contra la pared. Fue realmente desgradable, pasé un par de semanas bebiendo suero a sorbos, porque hasta las 8 de la noche no había manera de retener algo sólido en mi estómgago.

Cuando finalmente empiezas con las pastillas para no vómitar, resulta que tu cuerpo te tiene otras bonitas aventuras preparadas. Aquí uno no se aburre.

Después de los vómitos llegó el cansancio extremo, tenía los párpados a medio subir todo el día. Era incapaz de concentrarme en nada o de poner una lavadora sin necesitar un reposo de 10 minutos después. Por no hablar de follar nenas, por favor, quiero mucho a mi chico, pero por Dios que no me hiciera follar. Solo ponerme a 4 patas me dejaba el cuerpo como si hubiera hecho 3 ironman seguidos.

Aunque parezca mentira, a eso también se acostumbra uno y también se acostumbrará tu entorno. Te tratan como si tuvieras ritmo caribeño. Ellos saben que tu haces lo que puedes y tu cooperas como buenamente puedas. Por no hablar de los mareos, que eso ya lo voy a dejar de lado por no echar más leña a la hoguera.

Cuando tienes los vómitos y el cansancio bajo control, entonces llegan los terrores nocturnos: Los calambres en las piernas y los reflujos.

Da igual lo cansada que estés y lo mucho que necesites dormir, porque tus piernas se activarán y empezarán a tener calambres hasta que consigas forzarte a dormir. Y cuando consigas dormirte, posiblemente te despiertas con tus propios reflujos. ¿Qué es esto? Pues mira, durante la noche, debido a la horizontalidad y la presión en el estómago, te subirán hasta la boca los ácidos que tienes en el estómago (¡Qué rico!)

Si tienes suerte, te darás cuenta antes de que pongas la almohada perdida de bilis y si no, te tocará cambiar la funda de la almohada a diario.

Llegas a la semana 20 sin poder descansar bien, cansada, con continuo malestar de estómago, con mareos y retención de líquidos.

Nuestra calidad de vida disminuye considerablemente por todos estos síntomas. Si tienes suerte, aún te quedará optimismo y ganas de verle la carita al bebé que llevas dentro, pero otras no hemos tenido tanta suerte. Otras hemos pasado muchas semanas tristes, con ganas de llorar y con una sensación de impotencia y cansancio extremo que afecta inevitablemente a cualquier pareja.

Por no hablar de que estás al límite de tus capacidades físicas y siempre está la lista de turno que te dice que no te esfuerzas lo suficiente, o que no lo haces lo suficientemente bien. Y tú, lo único que deseas es desaparecer con tu bombito y pasarte los últimos meses de embarazo en Cuba, tomando zumo de piña en bikini y flotando en una playa de agua turquesa.

Cuando las semanas van avanzado empiezan a pasar cosas más emocionantes, notas como el bebé se mueve, como reacciona al dulce, a cierta música y entonces la conexión empieza a ser más estrecha y todo ese malestar tan cabrón empieza a pasar a segundo plano. Eso o que quizás ya te has acostumbrado a estar jodida y no puedes seguir sufriendo.

Lo que me alucina, es que: Cuando comentas todos estos síntomas y cambios, con las amigas o con la matrona, resulta que todo el mundo parece haber pasado por lo mismo.

Pero nunca nadie te avisó de que estas cosas iban a pasar.

¿Por qué? ¿Por qué nos limitamos a decirnos las unas a las otras «disfruta del embarazo»? ¿Tan malo es lo que viene después del parto que lo vivido en el embarazo sea un paraíso? ¿Por qué no hablamos de estas cosas con normalidad? ¿Por qué no nos apoyamos entre nosotras y nos escuchamos de verdad?

El embarazo es jodido, puede tocarte uno sencillo o uno desagradable como el mío. Incluso puede tocarte uno de riesgo y aún más complicado y jodido que el mío. Y en cualquiera de esos casos, yo me apuesto un pedo a que te encontrabas mucho mejor cuando no estabas embarazada.

El embarazo no es una aventura en Disneyland en la que todos comemos algodón de azúcar, damos brincos y olemos a piruleta.

Un embarazo puede ser muy crudo y muy duro. Lo sabemos todas las que hemos pasado por uno. No me cabe en la cabeza que aún así lo único que muchas madres trasnsmiten es:

«Ahora te toca disfrutar del embarazo». ¿Disfrutar de qué perra?

Pero chicas, existe la luz a final del túnel y las mujeres somos tan increíbles que al final, nos vamos a acostumbrando al malestar: a los pies hinchados, a los pezones marrones, a que los pelos del bigote salgan de un día para otro, a que te marees aún estando sentada, a que no puedas dormir aún muriéndote de sueño y a los vómitos explosivos.

Y mientras todo esto sucede, hay un bollito que poco a poco irá conectando con vuestro corazón y que en las últimas semanas os hará sonreír por cosas tan simples como un movimiento espontáneo.

Todo es temporal y nada es eterno, ni lo bueno ni lo malo.

Anónimo

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