Hace unos años, cuando solamente tenía mis dos niños mayores, me fijé en que las familias que cumplían un poco el mismo tipo de crianza y de ideas sobre la maternidad que yo, no ponían pendientes a sus niñas y eso me llamó la atención.

A mí me los pusieron al nacer como a todas mis amigas y nunca me resultó extraño, pero si que viendo series de televisión de otros países veía que los agujeros de las orejas es un tema totalmente distinto para ellos que para nosotros. Y ahora que estaba metida en la maternidad de lleno quería saber las razones de cada postura para crear una opinión mía propia, aunque en principio no fuera a verme en la tesitura de tener que decidir.

Primero vi que aquí es solamente un tema cultural, una de esas cosas que se hacen «de toda la vida» y casi nadie cuestiona, pero claro, a mí que me gusta tanto cuestionarme las cosas…

Por un lado, llegó a mi vida el feminismo, algo que me hizo replantearme casi todo lo que daba por hecho en mi vida y en mis creencias y que cambió mi visión sobre muchísimos temas, entre ellos la imagen de las mujeres y la toma de decisiones sobre sus/nuestros cuerpos. Y por otro lado llegó la educación positiva y esa nueva forma de mirar a la infancia, respetando sus espacios y su propia individualidad. Entonces, entre ambos movimientos tuve la clave.

Antes de empezar a recibir odio de nuevo diré que no creo que las familias que ponen pendientes a sus hijas lo hagan mal, que lo respeto igual que respeto a mi madre por habérmelos puesto a mí y que mi opinión definitiva ante todo es que cada familia debe decidir por sí misma qué es lo mejor para sus peques y para ellos mismos sin importar la opinión de nadie de fuera.

El caso es que, a lo largo de mi vida, he visto a muchas mujeres adultas que no quieren llevar pendientes y a otras que los llevan porque no les gusta dejar a la vista el agujero como si fuera una imperfección, y pensé, no sería más correcto que fuera una decisión propia y que, una vez que sean capaces de conocer los pros y los contras, ¿sean ellas las que decidan pasar por eso? Porque luego leí un estudio que desmentía la teoría de que les duele menos cuando son bebés, y es que en realidad tienen menos capacidad para expresar un malestar constante, pero dolor pasan el mismo. Además de que, naciendo ya con una «herida abierta» (el cordón umbilical), dos nuevas heridas en un cuerpo que aún no sabe qué son las defensas, siendo innecesario, ahorraría un riesgo enorme a infecciones.  Más tarde vi la cantidad de desgarros por enganchones con la ropa y sobre todo con las rejillas de los parques de bebés. Una de esas cosas que piensas que pasa poco, pero si entras en un foro de maternidad alucinas con la cantidad de ellas que hay. Entonces, temiendo en cuenta el respeto a su cuerpo, el dolor, la posibilidad de infección y el riesgo de un desgarro, llegó el feminismo y me preguntó si querría decirle a mi hija desde el nacimiento eso de «para presumir hay que sufrir», si quería transmitirle que lo importante es ser bonita y que ella, a diferencia de sus hermanos, tendría que llevar adornos para serlo. Y como un jarro de agua fría tomé postura en el asunto. Poco, muy poco tiempo después, una prueba de embarazo positiva me hacía entrar en la aventura de la tri-maternidad y, por primera vez, ser madre de una niña.

Y así, por primera vez, tuve que decidir (con mi marido) qué haríamos con esas pequeñas orejitas. La decisión fue rápida y unánime. Si mi pequeña quiere ponerse pendientes lo hará cuando sepa que al principio es doloroso, que deberá tener unos cuidados que ella misma podrá realizarse y que si se quiere decorar lo hará por decisión propia y no por presión social.

Entonces nació y, estando en la habitación del hospital, vino una enfermera a hacer su ronda. Al ver una cajita pequeña en mi mesilla me preguntó si podía mirar dentro. Yo, extrañada sin darme cuenta de qué esperaba ver allí, le dije que si. Allí dentro estaban mis pendientes y piercings que tuve que quitarme para la inducción del parto. Ella pidió perdón y puso un gesto extraño. Entonces yo le dije que eran mis pendientes y ella me explicó que pensaba que serían los de la niña. Al decirle que ella por ahora no llevaría pendientes… ¡Madre mía! ¡Tal cosa dije! Que si tendría la poca coherencia de, teniendo yo mis orejas «como coladores», no ponerle unos a mi niña, con lo bonitas que están las niñas con sus perlitas. Y yo, que no me hubiera imaginado tener que explicar mi postura ya antes de salir del hospital, le dije que todos estos agujeros que había decidido yo misma hacérmelos y que mi niña ya era bonita y no necesitaba nada para serlo más. Se fue refunfuñando y yo me quedé muy satisfecha con mi reacción, al no haberme alterado, a pesar de las hormonas.

Hoy mi niña tiene dos años y unas orejas totalmente libres de adornos. Por ahora. Quién sabe si no será alguno de mis niños el primero en querer ponerse pendientes. Ellos, por ahora, han decidido cortarse el pelo después de años con dos largas melenas. Fue curioso al principio tener dos niños con coleta y una niña sin pendientes, pero son las cosas que pasan cuando dejas que ellos decidan sobre sus cuerpos que, a veces, te sorprenden.