Tengo una mala costumbre antes de escribir mis textos y es que siempre me pongo en lo peor imaginando las críticas que pueden tener. Me pasa si debato sobre feminismo, maternidad o psicología. ¡Hasta cuando rajo sobre cine me rayo! Recuerdo un artículo en el que hablaba de la mejor serie del mundo desde mi punto de vista: Friends. No os miento si digo que de 100 comentarios, la mayoría eran de personas quejándose de forma un poquito rancia. “No tienes ni puta idea de series”, decía una chica. Pues puede ser, es lo que tiene ser psicóloga y no graduada en audiovisuales.

Al final empecé a añadir una anotación al comienzo de mis artículos excusándome y recalcando que lo que estaba a punto de contar era una opinión personal. Todo esto para no ofender a la gente.

¿Por qué os digo esto?, os preguntaréis. Pues porque he estado a punto de añadir una de estas anotaciones al comienzo de este artículo disculpándome por la ñoñería y el buenrollismo. Me he arrepentido. Si os joden los textos sobre amor, no los leáis. Yo ya no voy a pedir perdón ni a justificarme por ser más moñas que las películas de Rachel McAdams.

No sé vosotras, pero a mí me da la sensación de que el mundo entero desprende negatividad. Te metes en Twitter y tooooodos se quejan. Odiar está a la orden del día –a veces con razón, para qué nos vamos a engañar– y extrapolamos el cinismo a cada parcela de nuestra vida. Tampoco tenemos ningún reparo en contar nuestros dramas a la gente: lo puteados que estamos en el trabajo, lo mal que nos va en el amor, lo turbia que es la relación con nuestros padres… Lo malo para fuera. Eso sí, no te enamores ni quieras a alguien, porque te lo tendrán que sacar con suero de la verdad.

En realidad no estoy hablando sólo de amor en sentido romántico rollo “chica conoce chico”, sino de algo más general. ¿Cuándo fue la última vez que llamaste a tu padre y le dijiste que le querías? ¿Cuándo fue la última vez que te lo dijo él a ti? Sí, tú sabes de sobra que él te quiere y él también pero, ¿no te gustaría escucharlo de vez en cuando?

Lo mismo sucede cuando conocemos a alguien y nos enamoramos perdidamente. Un buen día te levantas y ves a esa persona en la cama con legañas en los ojos, el pelo alborotado y la boca medio abierta de una forma tremendamente adorable. Le quieres, pero te callas no sea que se acojone y huya. Es mejor ocultar nuestros sentimientos, ¿no? ¡Pues no!

Quered, joder. No os engañéis. Amad y decidlo a los cuatro vientos. A veces os corresponderán y a veces no, pero habréis sentido algo hermoso y eso es lo importante. Sólo os pido que no transforméis un sentimiento tan bonito en un motivo más para rayaros y para quejaros. Suficientes desgracias hay en este mundo como para convertir un “te quiero” en algo malo o digno de ocultar.

Yo hoy lo digo y no me avergüenzo…

Mamá, papá, os quiero. Aunque me saquéis de quicio cada vez que voy a casa, no me puedo sentir más afortunada de tener unos padres como vosotros. Sois divertidos, cariñosos y generosos, y si puedo ser una cuarta parte de lo fantásticos que sois vosotros me daré con un canto en los dientes.

Tía Loli y tío Loren, os quiero. Para mí sois como unos padres, no hay otra forma de decirlo. Me habéis acompañado en todos los momentos difíciles de mi vida, dándome la mano cada vez que me caía.

David, te quiero. Tengo muchísima suerte de tener un hermano como tú. En tu peor momento fuiste capaz de coger un avión e irte a otro país sin conocer a nadie. Eres la personificación de la valentía. Gracias por las risas, por la complicidad y por todos los momentos que hemos pasado juntos.

Cris, te quiero. Contigo no hacen falta las palabras, con mirarnos basta. Te tengo tatuada en la piel y en mi corazón.

Gonzalo, Santi y Elena, os quiero. Gracias por el apoyo incondicional en mis momentos más duros, respetando mis tiempos y ayudando a curar mis cicatrices. Con vosotros he aprendido lo que es la verdadera amistad. Da igual el tiempo que pase o los kilómetros, porque cada vez que nos vemos es como si volviésemos a ser los mismos del instituto sólo que un poco más viejos y psicológicamente estables (y menos mal).

Elena, Rebeca y demás chicas de la web, os quiero. Sois un ejemplo de sororidad y compañerismo. Echo de menos beber cervezas hasta las mil mientras suena Camela y, sobre todo, echo de menos abrazaros a todas hasta ahogaros de amor.

¿Vosotros a quién queréis?