Estoy convencida de que mi vida es mucho más interesante que la de Elon Musk o Amancio Ortega. Es dinámica, entretenida e impredecible. La adrenalina de no saber si vas a tener para comer al mes siguiente es más adictiva que los ansiolíticos que se presentan ante una como gran alternativa.
¿Mansiones, pisazos y yates? ¡Qué ordinariez! ¿Para qué iba yo a querer tanto, si, con este cuerpo humano que mi Diosito me dio, solo puedo estar en un sitio al mismo tiempo? Es mucho más divertido vivir en 50 m² y echarte un Twister diario con personas, animales domésticos y objetos. A menos espacio, ¡más diversión!
¿Que te quede a final de mes un dinero que no gastarías en dos vidas? ¡Bah! ¿Para qué iba yo a querer tanto? ¿Para invertir en pisos y yates que no tendré tiempo para disfrutar? Es mucho más divertido asignar partidas céntimo a céntimo, desafiando el ábaco de la vida: alquiler y suministros, cesta de la compra y, con un poco de suerte, programar una cena romántica en casa con media dorada para cada uno, ¡qué lujazo!
¿Vida social a todo tren, con fiestas y eventos diarios? ¡Qué poca originalidad! ¿No se cansan de verse las caras unos a otros? ¿O es que cada fiesta es una excusa para probar las últimas tendencias en drogas de diseño? Es mucho más divertido que la partida dedicada a ocio conste de la friolera de 20 €, que, generalmente, acaban yendo a parar a algún otro gasto imprevisto.
Los ricos carecen de creatividad. No tienen que exprimir su imaginación con el único objetivo de sobrevivir, así que no tienen el ingenio agudizado como quien se expone al hambre.
Los ricos carecen de emociones fuertes. Por eso tienen que buscar planes tan excéntricos y surrealistas como bajar a 4.000 metros para ver un montón de chapa oxidada con algas raras enroscadas. Ir a decirle a tu casera que te vas a retrasar en el pago por enésima vez, eso sí que son emociones fuertes.
Los ricos carecen de lazos afectivos fuertes. Por eso se hinchan de botox, por su baja autoestima, porque saben que su nivel de amor recibido es proporcional a los ceros en su cuenta corriente. Ir a ver a tus padres a diario para recoger táperes con comida, o sentarte a charlar con una amiga en un banco del barrio, porque ni para café tenéis, eso sí que une. Ahí sí que hay relaciones de calidad.
Los ricos carecen de valores. Le rezan al Dios Dinero y solo conspiran para acumular más, caiga quien caiga. Por eso compran pisos baratos y los venden o alquilan a precio de oro, desplazando a la población local que no se los puede permitir. Por eso explotan a niños en el Tercer Mundo, contaminan a mansalva y, si no tienes los beneficios que esperaban, cierran fábrica a troche y moche sin importar el impacto que causan. Ver cómo tus mayores mueren sin una atención de calidad, o que a tus familiares enfermos los citen para dentro de muchos meses, eso sí que genera empatía y solidaridad.
En fin, cada cual se consuela como puede. Si te pones a pensar detenidamente en la pérdida de poder adquisitivo, la desaparición de la clase media, la precarización, lo poco que tributan los ricos en proporción y la incertidumbre que genera el futuro, algo te impulsa a salir a quemar contenedores. Así que, al menos, que no nos quiten el humor, aunque sea tan negro como nuestro futuro.
Esse