A veces los errores traen alegrías y esto es lo que me pasó un día de lo más random.
La historia se remonta 3 años atrás. Estaba en casa, pandemia, ya se podía salir, pero había muuuchas restricciones, así que pasaba muchas noches viendo series en mi sofá. Así estaba y noté que mi móvil vibraba. Recibí un whatsApp de un número desconocido diciéndome que pinchara en el link que me enviaba y así vería las fiestas de una playa privada de no sé donde… obviamente pensé que era algún tipo de timo en el que pinchas y te roban tus datos, así que pasé y seguí con mi serie.
A los 5 minutos recibí un mensaje de ese número de nuevo que decía “por qué no contestas? No has visto el vídeo?” La idea de que fuera spam o un timo ya no la tenía tan clara, parecía que detrás de esos mensajes había alguien real. Así que pensé: no voy a pinchar el link pero voy a contestar. Le dije que no sabía quién era y que se había confundido. Vi que la persona en cuestión estaba escribiendo y me contestó que no se había confundido, que si yo era Guille el de la playa. Le dije que de eso nada, que me llamaba María y que lo sentía.
Entre disculpas, risas y bromas sobre mi “cambio de género”, empezamos una conversación que siguió en el tiempo. Al principio era espaciada, hablábamos como dos veces por semana, para luego pasar a cuatro y finalmente a ser algo diario. Darío, que así se llamaba el chico del número misterioso, resultó ser un tipo muy gracioso. Pasábamos los días hablando con una confianza que no era la propia de dos personas que no se conocen, y esto lo comentábamos. Así que decidimos poner remedio y quedar para vernos en persona. Porque no lo he dicho pero cosas de la vida, éramos de la misma ciudad.
Recuerdo que nuestra primera cita fue una tarde de septiembre y estuvimos tomando unas cervezas en una terracita. Estuvimos tan a gusto juntos que nos dieron las mil. No había cambio de WhatsApp al cara a cara y eso nos encantó.
Tanto nos gustó que esa solo fue la primera cita de muchas. Pasado más o menos un mes de nuestras primeras cervezas nos liamos. Los dos coincidimos en que teníamos muchas ganas de eso desde el primer día, pero que lo bueno a veces se hace esperar, y así comenzó una bonita historia de amor que después de tres años continúa.
Ahora vivimos juntos y os escribo esta historia con Darío sentado a mi lado en el sofá. Aquel sofá desde el que recibí un whatsApp de un número extraño que resultó ser el mejor error de nuestras vidas.
PD: por cierto, acabé conociendo al Guille real cuyo número es igual que el mío menos en uno y que por supuesto si nos casamos será testigo.
Relato escrito por una colaboradora basado en la historia REAL de una lectora
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