Si este post tuviese música sería ‘Kiss me’, de Sixpence none the richer.

Aviso desde ya para que entendáis el tono moñas y el contexto noventero.

No vamos a hablar de patitos feos que en realidad son chicas preciosas escondidas detrás de unas gafas ni de Freddy Prince Jr en la película de la que esta canción fue banda sonora. Que podía ser, pero si eso nos lo anotamos para otro artículo.

Aquí podréis leer unas cuantas experiencias reales sobre primeros besos sucedidos en los gloriosos, coloridos y maravillosos años 90, pues unas cuantas amigas nos han contado cómo fueron los suyos y hemos seleccionado los más curiosos:

 

  • Cuando zarpa el amor. ‘Yo tenía trece años y habían pasado unos días desde que el veraneante más guapo del pueblo me había pedido salir a través de uno de los niños de la pandilla con la que yo solía andar, y a la que él se había unido después de que sus padres alquilasen la casa de otro de mis amigos. Estábamos todos en el garaje de uno de los colegas cuando los demás se pusieron a discutir de fútbol o algo así. Mi chico estaba recostado en el suelo, con la cabeza apoyada en la mano. Yo no quería que los demás nos viesen, pero parecían realmente distraídos, así que me arrastré hasta quedar sentada frente a él, miré a los lados furtivamente y, con Camela sonando a todo trapo, le di un pico tan rápido y furtivo que a punto estuve de rompernos las narices a ambos. Me dio tanto corte que salí corriendo de allí. Pero me gustó, y no tardé en buscarle para repetir y perfeccionar mi técnica’.

  • El clásico del mejor amigo. ‘Tenía un amigo desde la guardería con el que lo hacía todo. Fuimos al mismo colegio, íbamos al mismo instituto y pasábamos todo nuestro tiempo libre juntos. Nuestros padres eran amigos y siempre bromeaban con que nos íbamos a acabar casando y convirtiéndolos en familia de forma oficial. A nosotros nos repugnaba la idea, como a todos los niños. O eso creía yo… Un sábado me dijo que me invitaba a ir al cine. Me pareció raro porque normalmente los sábados nuestras familias se reunían en una de las casas y, mientras nuestros padres cenaban y charlaban, nosotros veíamos una peli que previamente alquilábamos juntos en el videoclub y nos hinchábamos a pizza y palomitas. Pero bueno, pensé que debía tener muchas ganas de ver alguna en concreto. Debí sospechar cuando vi que me llevaba al estreno de ‘Romeo y Julieta’. Mi mejor amigo de la infancia me plantó un besazo de película — nunca mejor dicho — justo en el momento en que me empezaron a correr las lágrimas por la cara. Fue precioso. Pero aquel maldito beso fue el principio del fin de nuestra amistad’.

  • La ‘mala’ influencia. ‘De toda la vida he pasado las vacaciones en la casa de mis abuelos. Pero claro, al ir creciendo, los alicientes de la vida en el pueblo fueron perdiendo atractivo y cada vez me costaba más dejar mi ciudad y a mis amigos para irme con ellos. El verano que cumplí los catorce mi abuela, que se las sabía todas, me buscó una amiguita para que no me aburriese. Era una chica casi tres años mayor, nieta de una de sus conocidas. Una de esas que va de niña buena y por detrás… todo lo contrario. Como era tan madura y responsable, ejem, consiguió que me dejasen acompañarle a un concierto en un pueblo cercano. Fuimos temprano para pillar buen sitio. Tanto que nos dio tiempo a tomarnos unas cuantas cervezas que no se sabe de dónde las había sacado y a jugar a la botella con unos tíos que se encontró allí y ya conocía de antes. Yo, que nunca había besado a nadie, estaba histérica, pero sin pizca de ganas de quedar de mojigata, por lo que no dije nada y traté de disimular. En mi primera tirada la botella la señaló a ella y, antes de que me diese tiempo a volver a hacerla girar, se me tiró al morro y me dio un beso con su lengua y su todo que me dejó loca. Horas después medio se disculpó y me dijo que lo había hecho para calentar al chico con el que terminó enrollándose. Yo había recibido mi segundo beso por parte del amigo del chaval en cuestión y luego me había inventado unas terribles ganas de mear para terminar con aquello. Porque el segundo no me había gustado ni la mitad. Salí del armario varias docenas de tíos y casi diez años después’.

  • Castigados. ‘Estaba en octavo de EGB y me había colado totalmente por el chico nuevo de clase. Un rubio de ojos azules, repetidor y con ese punto malote irresistible. Sentía que estaba totalmente fuera de mi alcance y que pasaba mil de mi culo, pero no podía evitar babear por él de forma casi literal. Un día, haciendo uno de esos estúpidos circuitos tipo yincana de la clase de gimnasia, me puso la zancadilla y me caí de morros sobre una de las colchonetas, provocando la carcajada general en el pabellón. Con la cara encendida me levanté, fui a por él y le di un empujón que no se esperaba y que lo dejó sentado en otra colchoneta. Conclusión, nos tocó recoger todo el material al final de la clase y perdernos la mitad del recreo. Entre los dos recogimos las colchonetas, después yo me dispuse a guardar los aros y en algún momento le perdí la pista. Pensé que el muy capullo se había escaqueado, así que dejé los aros en su sitio e iba a salir de aquel cuarto enano cuando sentí que me tiraba del brazo y me aprisionaba contra la pared. Me preguntó si estaba muy enfadada. Le dije que sí. Me pidió que le perdonase y, tras unos segundos de mirarnos a los ojos con intensidad, me dio un beso dulce y delicado que me dejó las piernas temblando. Luego me dio otro. Y otro que ya no fue tan suave… Nos perdimos el recreo casi entero, pero vamos, poco me importó’.

  • Tinieblas. ‘Mi mejor amiga celebraba su cumpleaños en su casa y había invitado a toda la pandilla y a cinco primos que tenían más o menos nuestra misma edad. Yo llegué la primera para ayudarle a preparar unos sándwiches, poner unos cuantos cuencos con ganchitos, decorar un poco y seleccionar la música. Nos vestimos mientras escuchábamos a las Spice y recibimos a sus invitados con sendas camisetas blancas de tiras finas y nuestros pantalones acampanados en colores flúor. Verde para ella, rosa para mí. En plan gemelitas. Después de comer unos cuantos bocadillos y de vaciar varias botellas de refrescos, mi amiga la cumpleañera propuso jugar a tinieblas. Bajamos todas las persianas de la casa, nos jugamos a la pajita más corta quien pandaba primero y apagamos las luces. Entre grititos y risas terminé escondida con una amiga en el interior del armario del dormitorio de matrimonio. El chico que pandaba entró y encontró a alguien debajo de la cama. A nosotras nos dio la risa floja allí dentro acurrucadas y mi amiga tuvo que salir y revelar su escondite porque casi se mea encima. Yo me quedé dentro pensando que ya no iban a volver a mirar allí y que iba a ganar esa ronda. Cuando debían de quedar solo tres o cuatro personas por encontrar escuché que alguien entraba. Sentí que abría las puertas, palpaba hasta dar con mis piernas encogidas y susurraba muy bajito ‘tu asma te delata’. Deslizó las manos hasta mi cintura y pegó sus labios a los míos con más fuerza de la necesaria, haciendo chocar nuestros dientes. Se separó, calculó mejor la distancia y me besó otra vez con mucho mejor resultado. Acto seguido se marchó de la habitación. Sin añadir nada más y sin revelar mi escondite. Gané aquella partida, pero nunca supe quién me había dado mi primer beso ni si se equivocó de persona o de verdad era para mí’.

¿Cómo fue el tuyo?

¿Dulce? ¿Torpe? ¿Inesperado, quizá?