Nos cuesta mucho reconocer que tenemos favoritismos cuando se trata de la familia. Todos los padres tienen un hijo favorito, aunque digan que nos quieren a todos por igual, y los hijos tenemos un progenitor favorito. El mío es mi padre. Lo digo, no pasa nada, mi madre ya lo sabe. Además, su hijo favorito es mi hermano, aunque ella lo niegue.

Pues con los abuelos pasa lo mismo.

En general, las abuelas maternas suelen ser las favoritas: suelen ser las más cariñosas, son las que están más presentes y las que pasan más tiempo con sus nietos. Incluso hay estudios que respaldan esta idea, argumentando que existe un vínculo más fuerte entre la madre de tu madre y tú, como nieto o nieta.

Pero en mi caso, esta teoría no podría estar más equivocada. Mi abuela favorita es, sin lugar a dudas, mi abuela paterna, y os voy a contar por qué.

He de decir que quiero mucho a mis abuelas, ambas han sido siempre muy buenas conmigo, pero el vínculo que tengo que mi abuela paterna es especial. Quizás sea porque adoro a mi padre y puede que por eso mi abuela favorita sea su madre. Pero no, vas más allá.

Creo que esta relación tan especial con mi abuela paterna también tiene mucho que ver con la relación que mi padre tenía con sus padres. Siempre fue muy cercano a ellos y, gracias a eso, nosotros también lo fuimos. Mi familia paterna está muy unida, siempre he tenido muy buena relación con mis tíos y primos, incluso ahora que somos adultos.

Mi abuela ahora tiene 90 años y mi padre, con 70, sigue pendiente de su madre y ayudándola en todo lo que puede. Para mí, mi padre está siendo ejemplo de buen hijo, siente gratitud y devoción hacia su madre.

Otro aspecto que definió profundamente nuestra relación fue el ejemplo de amor que mis abuelos paternos proyectaban en su hogar. Ellos encarnaban lo que significa amar de verdad, con una conexión que se reflejaba en cada pequeño gesto cotidiano. Su relación, llena de respeto, complicidad y cariño, ha sido para mí un modelo a seguir. Si hoy creo en el amor que puede durar toda la vida, es, en gran parte, gracias a ellos.

Además, mi madre jugó un papel fundamental, hay que reconocerlo. Suele pasar que como la madre no se lleve bien con la suegra, al final aleja a sus hijos de la familia paterna. Pero mi madre fue una nuera excepcional. Seguramente aguantó muchas cosas, porque mis abuelos eran muy buenos como abuelos, pero seguramente no tanto como suegros. Pero gracias a ella, a su paciencia y a su actitud, nosotros pudimos disfrutar de momentos muy felices con nuestra familia por parte de padre.

Pero ¿por qué digo abiertamente que mi abuela paterna es mi favorita?

Porque desde muy pequeña siempre me he sentido más unida a ella. Mi carácter es muy similar al suyo y siempre me ha entendido. Nunca me ha juzgado. Me enseñó a quererme y a aceptarme tal y como soy y siempre me miró con ojos de orgullo.

Mi abuela también tenía una sabiduría especial que parecía venir de su experiencia y su carácter fuerte. Sabía exactamente qué decir en cada momento, ya fuera para consolarme o para darme el empujón necesario cuando lo necesitaba. Nunca me dejó perderme en mis inseguridades. Su equilibrio entre firmeza y ternura es algo que admiro profundamente.

Siempre me sentí muy querida. Ha tenido gestos de amor hacia mí y ha estado conmigo en los momentos más difíciles. Y desde que era pequeña, me ha consentido y ha tenido detalles conmigo tan bonitos que ahora atesoro con mucho cariño.

Tengo grabado en la memoria a mi abuela en la cocina haciéndonos de comer nuestros platos favoritos. Porque los abuelos de antes también mimaban y consentían a sus nietos. Mi primo y yo nos pasábamos el verano con mis abuelos en su casa de Toledo. Y comíamos casi todos los días filete de pollo empanado y patatas fritas, porque era lo que le pedíamos a mi abuela y ella, pues nos lo preparaba.

Cuando nació mi primer hijo, que fue un parto complicado que acabó en cesárea, vino al hospital y no se acercó ni a ver al bebé, se sentó a mi lado y no se movió de allí. Fue la única que tuvo ese gesto. El resto de la gente venía a ver a mi hijo recién nacido, pero ella vino a ver a su nieta.

Sé que soy afortunada por haber tenido una relación tan estrecha con mi abuela, que no todo el mundo puede disfrutar de sus abuelos como lo he hecho yo.

Hay quien diré que no se debe tener una abuela favorita, pero yo no puedo evitarlo. Y aunque he tenido la suerte de contar con dos abuelas maravillosas, el lugar que ocupa mi abuela paterna en mi corazón es único e insustituible.