Antes de ir al meollo del asunto, déjame que te explique por qué me ha llamado la atención esta nueva moda de etiquetar las fotos con el hashtag #fuckoff (algo así como el “¡A la mierda!” de Fernando Fernán Gómez, pero moderno).
La peligrosa adolescencia la pasé sin smartphone ni cámaras digitales. Seré más vieja que un bosque, pero lo que había era la cámara de usar y tirar o la analógica, si tenías pelas. Terminaban las vacaciones de verano y recogías el revelado del carrete con los nervios de que pudiera estar velado o de que las fotos fueran un churro. Si en alguna te veías mal podías romperla o, si eras supersticiosa como yo, la metías en el álbum escondida entre otras dos fotos decentes, para años más tarde rescatarla y darte cuenta de lo tonta que estabas porque salías estupenda.
De ahí pasamos a la era de la cámara digital, llegó Tuenti y esconder la foto en el álbum se convirtió en “A mí no me etiquetes”, fin del problema.
Entonces Instagram y los filtros irrumpieron para cambiarnos la vida.
Al principio eran divertidos e inocentes. Orejitas de perro, corazones en los ojos, distorsión en la voz, e incluso estéticos para mejorar la luz de un paisaje o de un selfie, nada del otro mundo. Pero todo es mejorable y los filtros no iban a ser menos. En un click he pasado de tener la cara llena de manchas a tener la tez perfecta, los ojos marrones a ojazos de un verde imposible, nariz perfecta, labios carnosos y pestañas kilométricas. Y el “A mí no me etiquetes” se tradujo en un “Me subes con filtro o no me subes”.
Por suerte, esta nueva época me ha pillado con la suficiente “madurez” como para no atreverme a subir nada con lo que mi familia y amigos se pregunten “¿Esa quién carallo es?” y aun así me cuesta asumir la realidad, así que, ¿cómo le explicamos a una chica de quince años que eso no existe?
Ante la repulsión al aspecto real que se está creando, la actriz británica Jameela Jamil ha querido aportar su granito de arena subiendo un vídeo mientras aplica uno de esos filtros maravillosamente diabólicos.
«Lastiman a la gente que los mira, y lastiman a la gente que los usa, porque es difícil aceptar tu cara real en el espejo después de que estas versiones digitales de tu cara y cuerpo se hayan convertido en tu norma diaria»
Millones de chicas de todo el mundo se han sumado a este movimiento subiendo su rostro real y su rostro retocado con el hashtag #Fuckoff, en defensa de la belleza natural.
¿Sabías que muchas de las visitas al cirujano, foto con filtro en mano, son de adultos que llevan a sus hijos adolescentes para que los dejen igual? Y, ¿sabías que Reino Unido ha prohibido que las influencers usen esos filtros mientras hacen publicidad para que todo sea lo más real posible?
Sin duda hay mucho que cambiar. Complejos tenemos todos y herramientas para cambiarlo han existido siempre, pero nos estamos creando necesidades que no tendríamos si no viéramos nuestra transformación en muñecas de porcelana. Y a edades peligrosamente tempranas.