No me sorprendería que estuvierais familiarizadas con el término “tontopolla”, “soplapollas” y otros derivados. No obstante, estos tajantes insultos no son más que eso, insultos, sin fundamento real. Hoy os vengo a presentar a un elemento de la fauna, mis disculpas de antemano al reino animal, que hace que sí que tenga sentido la siguiente derivación de la misma familia que las anteriores: sordopolla.
No voy a hacer un llamamiento a toda mi hermandad feminista, que también, si no a todo aquel que aprecie su tiempo, su opinión y sobre todo su inteligencia porque el sordopolla despliega sus encantos ante todo el que tiene delante, por supuesto y especialmente ante las mujeres.

¿Llevas quince minutos intentando intervenir en una reunión y eres la única mujer de la sala? ¿Llevas un buen rato intentando explicarle por teléfono al cliente que no le ha dado al botón correcto de su aparato por el que te está llamando a atención al cliente? ¿Te han hecho una pregunta directa y la están respondiendo sin dejarte intervenir? Respira, no eres tú, has dado con un sordopolla. Son especímenes enamorados de su voz, de su timbre, de su opinión y de sus ideas generalmente preconcebidas de absolutamente todo.

Su funcionamiento es tan simple como lo es para el resto de mortales el mero hecho de cerrar la boca para escuchar: empiezan a hablar y según esto ocurre se ponen erectos, tanto es así, que su pene crece hasta el orificio de su oreja y se lo tapona. Es entonces cuando ya es tarde y deberías cancelar tus planes de la comida porque la reunión se va a alargar.
Se escuchan y se encantan, se regocijan en sus opiniones; siempre tienen algo más que aportar, que comentar, que sugerir y no necesitan que nadie les responda porque con sus argumentos tienen suficiente.

Aquí un ejemplar único

Si se da el fenómeno de encontrarse a la vez varios en el mismo grupo, asistirás a un espectáculo digno de compararse con el cortejo más salvaje: se echarán para adelante, como denotando su presencia, y su discurso se volverá cada vez más denso y largo. No dejarán de intervenir los unos por encima de los otros, hasta llegar a generar una jauría. En ese momento, mi humilde consejo, es que te vayas. No van a arreglar el mundo, por lo que no te pierdes nada, y es posible que se saquen los penes de la oreja y empiecen a darse con ellos (no creo que esa imagen sea nada agradable).

Estimados sordopolla del universo, sé que no me estáis leyendo; es más sé que, aunque me leyerais, no creeríais que me estuviera refiriendo a vosotros, pero si tenéis un ápice de duda, sacaos el pene de la oreja y escuchadme, o escucharos leyendo esto. A nadie le puede importar menos lo que tengáis que decir.

Sordopolla son a los que diriges tu cabreo en la vuelta a casa al ritmo de Highway to hell. Son los que cuando estás en la ducha eres capaz de elaborar un discurso que les dejaría llorando. Son a los que cuando estás dándole caña a las pesas en el gimnasio piensas en cómo les soltarías un sopapo justo en ese momento. Son los que no han dejado que abras la boca ni para toser.

Si crees que has detectado a un sordopolla en tu entorno, tu hermano, el novio de tu amigo de la infancia, tu jefe o tu compi de curro, mis consejos son los siguientes:

1.- Deja de asentir y sonreír. Sí, estoy convencida de que si has dado con uno de ellos y sigue con vida es porque siempre ocurren esas dos cosas juntas. Pues déjalo, que les complazca su espejo.
2.- Interrumpe: sé que te vas a cansar de hacerlo, que hablarán más alto y que te tacharán de cosas por delante o por detrás. Pero la vida es una y si quieres dejar de llegar tarde al resto de citas del día te aconsejo que dejes la cortesía para entrar y salir del ascensor.
3.- Sácales la polla de la oreja: llévales la contraria por el placer puro de generar un poco de conflicto. Es gratificante de vez en cuando ver el mundo arder. No será productivo, pero escucharlos por quinta vez seguida expresar la misma opinión tampoco, así que ¡Qué coño! Hemos venido a jugar.

 

Carlota Quiroga