El teléfono volvió a sonar y te acercaste a mirar su pantalla iluminada pensando que sería otro mensaje en el grupo de amigas pero no. Allí, en mitad de la pantalla estaba su nombre y un qué tal todo.

El corazón te dio un vuelco.

Era él. Aquella persona a la que un día quisiste por encima de todo y de la que hace años que no sabías nada. Estabas en mitad del salón con el móvil en la mano sin abrir la aplicación, pensando si contestar o no cuando la pantalla se apagó.

Era él, el que te quiso por encima de todo, o eso decía, y del que la vida y las circunstancias os separaron hace tiempo. No habíais vuelto a coincidir más que dos encontronazos rápidos en el transporte público que dieron paso a un saludo fugaz. Ahora sois dos desconocidos que aún se guardan en los contactos del móvil.

¿Y ahora por qué escribe? ¿Se aburre en la cuarentena? ¿Seguirá en el mismo trabajo? ¿Será verdad que ha tenido hijos? ¿Estará de nuevo soltero?

En tu cabeza golpeaban las preguntas a sabiendas de que no podrías darles contestación sino le contestabas al mensaje pero lo cierto es que te daba pereza escribirle, al fin y al cabo, es tu ex.

Un ex que escribe en pleno confinamiento. Eso no puede traer nada bueno. Lo que se esconderá detrás de ese ¿qué tal todo? será que quiere un revolcón cuando esto acabe, o un nude, o una videollamada donde lo que menos se vean sean caras. Pensaste todas estas cosas y más pero te pudo esa curiosidad que mató al gato y terminaste respondiendo al mensaje. Y, spoiler, el tiempo y los mensajes te quitaron la razón.

Porque a veces los ex no son esas personas que odiamos un tiempo cuando todo termino, los ex a veces vuelven a ser las personas de las que nos enamoramos, aunque ahora no vayamos a volver a hacerlo.

Tú contestaste aquel mensaje con un escueto todo bien, ¿y por allí? y a los pocos minutos ambos tecleabais en las pantallas y os poníais al día. Os alegrasteis de que estuvierais bien, hicisteis las preguntas de rigor acerca de los familiares cercanos, incluso llegasteis a enviaros algún lo siento por los familiares perdidos a lo largo de todos estos años y explicasteis al otro la historia detrás de vuestra foto de perfil.

A los pocos minutos, tú ya habías intuido que detrás de su mensaje no había ninguna mala intención y te atrevías a confesarte a ti misma que alguna vez, tú también pensaste en enviar un qué tal todo.

Te sorprendes a ti misma reflexionando acerca de como el distanciamiento social os ha acercado, te alegras de que con todo lo que os ha pasado, hayáis vuelto a tener una conversación cordial, sin nada que echarse el cara. Vosotros, que os quisisteis todo, os odiasteis cuarto y mitad y ahora, en mitad de una pandemia, os redescubrís como conocidos. Nunca volveréis a tomaros un café en vuestro bar favorito, ni organizaréis planes en familia pero algo dentro de ti te dice que si os volvéis a tropezar, lo vuestro no va a ser un saludo rápido porque habéis encontrado esa conversación en la que vuestros yo pasado han destapado el baúl donde guardabais el cariño existente.

Es muy probable que no os paséis horas hablando pero ambos estáis seguros de que habrá más «¿qué tal todo?» entre vosotros. A veces ocurre, que la distancia une, por raro que nos parezca.

Y joder, qué bonito.